Cuando me ataca el germen de la autoflagelación pienso en los momentos agradables de la vida y regularmente termino pensando en un libro, y es el perfume de esa posible lectura lo que arranca de los brazos del odio y el dolor y me lleva a la calma. Gracias a la lectura vienen a mí amistades y amores, instantes de gratificación extrema y confusiones felices. Es así como hoy, con el corazón tembloroso ante tanta injusticia y desorden, elijo de mi biblioteca de uso mi vieja copia de La nieve del almirante, una novela de Álvaro Mutis en donde se relatan las aventuras del inolvidable Maqroll el Gaviero. Este fue el “primer” texto de Álvaro que leí… y pongo esto entre comillas ya que conocía al hombre por su colaboración con Gabriel García Márquez en la novela biografiada sobre los últimos días de Simón Bolívar. Por esos tiempos de la adolescencia yo consumía la literatura del Boom con el mismo furor que le dedicaba a las novias, el cine y las postales de béisbol. Me recuerdo discutiendo con gente mayor que yo (lo de relambío ha estado en mí desde siempre) y enfatizando que para mí, la mejor novela del Gabo no era Cien años sino El general en su laberinto. Cuando por fin, años después, di con la escritura de Mutis, me di cuenta porqué me gustaba tanto el libro de García Márquez sobre Simón Bolívar. Y es que Álvaro Mutis, como bien dice su amigo Gabriel, le pasó no sólo información histórica vital, sino muchas de las ideas para la novela. Si bien es cierto que el valor literario de García Márquez es indiscutible, yo desarrollé una relación mucho más amena y cercana con los textos de Mutis, a quién busqué y devoré como un lobo que apretase sus dientes por última vez.

La nieve del almirante relata las peripecias del legendario Maqroll por la selva amazónica en busca de unos aserraderos para cerrar un negocio que a simple vista parece ser beneficioso. La realidad va a demostrar muy pronto que el asunto es demasiado perfecto para ser verdad, pero el Gaviero se lanza al mismo con el furor de quien quiere combatir la desidia y la calma chicha de la vida. El azaroso viaje por el río Xurandó le sirve también a nuestro Gaviero para aplicar, a cada suceso de la vida, una fuerza histórica y filosófica que funciona más como elemento del desastre que como consuelo. Dice Maqroll, “Pero meditando un poco más sobre estas recurrentes caídas, estos esquinazos que voy dándole al destino con la misma repetida torpeza, caigo en la cuenta, de repente, que a mi lado, ha ido desfilando otra vida. Una vida que pasó a mi vera y no lo supe. Allí está, allí sigue, hecha de la suma de todos los momentos en que deseché ese recodo del camino, en que prescindí de esa otra posible salida y así se ha ido formando la ciega corriente de otro destino que hubiera sido el mío y que, en cierta forma, sigue siéndolo allá, en esa otra orilla en la que jamás he estado y que corre paralela a mi jornada cotidiana”.

El libro está escrito en forma de diario de viaje por un lado, y acumulación de citas, pasajes y anécdotas por otro. Es uno de los libros que más he regalado, que más me han robado, que más he comprado y perdido. Me precio de tener aún entre mis cosas esta primera copia que me regaló en un cumpleaños de otra vida mi hermano Jon Cabrera. También recuerdo que, en el libraco de Santillana que tiene todas las novelas del Gaviero, hay una foto de Álvaro Mutis joven en el prólogo. Ahora viene el secreto: ¿sabrás que por años, pero por muchos años, yo creí ciertamente que Maqroll era un personaje real y que Mutis sólo contaba estas historias armadas entre realidad y ficción? Cuando me enteré que el de la foto no era verdaderamente Maqroll sino el mismo Mutis de joven, no me quedó otra opción y guardé ese momento de la inocencia perdida como el que aguanta callao. Una profesora de teoría literaria en la Universidad de Puerto Rico me dijo una vez que los lectores no son inocentes, y ahora que lo pienso, que lo recuerdo al final de esta maldita columna, constato de que incluso en la malicia más alevosa, hay un momento de pifia o de quiebre, por donde dilatan el miedo y el amor.