Para reforzar aún más la crítica y os estudios sobre Manuel del Cabral (Vid. Bruno Rosario Candelier, 1988; Pura Emeterio Rondón, 1991; 2001; Julio Cuevas 2001; Clara Mercedes Jorge Tejada(2001);Helio Alderete, 1989), y otros, avanzamos mediante la puesta en análisis de estructuras, funciones y tejidos verbales expresivos en Los huéspedes secretos (1951), algunas ideas sobre mundo, lenguaje y materia mítica. Se produce el sentido del poema reconocido como unidad relevante del ser, esto es, de aquello que se desprende y comprende en el lenguaje, la intuición o el pronunciamiento que impulsa el conjunto fonopoético y fonoestilístico del cuerpo poético-verbal y la tematización del verso leído como ritmo-unidad y fuerza autotélica desde la composición poético-verbal.

Avanzamos esta hipótesis a sabiendas de que lo escrito hasta ahora sobre “Los huéspedes secretos” no confirma aun el juicio de profundidad sobre este libro-conjunto y que, si bien es cierto que dicho alcance debe ser evidenciado por una metalectura que asegure la comprensión de ejes temáticos y fórmulas específicas del poema, lo que se pronuncia desde el poema es un orden expresivo-verbal y nouménico trascendente y metafísico.

Las cardinales poéticas de Los huéspedes secretos constituyen una visión presentificada por el acto fundante de la nada y el vértigo de la figura poética, establecida sobre la base de ejes construidos de la siguiente manera:

  • Condición intuitiva nouménica del poema:

Poema.

Poema mío.

¡Qué anciano estás!

Ya naciendo (p. 121).

  • Expresión del ente formal y material del poema:

Cómo pesa la mano

Lo que es de aire en la rosa,

Lo que es más ella que cuando

Tiene forma. (p. 122)

  • Condición intuitiva del poema realizado como poema-voz/poema-ser:

No camines conmigo,

No camines.

¿Pero quién eres

Que me odias tanto?

No ves que soy tu voz (p. 123)

  • Definición y función de la maternidad poética reconocida como canto-forma:

Carne mía

Barro  mío.

¿Qué quieres?

No ves que estoy cantando

desde antes de tu forma (p. 124)

  • Unidad poesía-vuelo en la travesía de la otredad metafísica verticalizada en el poema:

Algo volaba,

Y de súbito

Cayó en mí,

Más que en mi mano…

¿Y es verdad que esto se llama

aquí pájaro? (p. 125)

  • Descubrimiento del auto-viaje y el cuerpo-asombro en la mirada del poeta:

¿Habré yo viajado tanto

Que me pesa tanto el cuerpo?

Miro mi cuerpo y me veo

Una rosa sobre el pecho (p. 127).

  • Manifestatividad de la nada como soledad y de la soledad como nada desde un existir solo frente a la condición de poeta:

De pronto toda la tarde

Le llena un brazo mendigo.

Me voy acercando al brazo,

Y no hay nadie

Y no hay nadie.

No encuentro nada.

No hay nada.

Sólo yo, desnudo y vivo,

Sin nada, existiendo solo (p. 128).

  • Metatextualización del orden cósmico y traducción de la búsqueda en el perfil del ente o la entidad poética:

Aquí me encuentro, me dije,

Y empecé a sacar arena.,

Luego vi el agua en el fondo,

Y en ella el cielo y mi cara.

Después…

Me bebí el azul pensando

Que mi sed

No era de agua (p. 129)

  • Desdoblamiento de constituyentes personificados en la trama solitaria del universo o mundo del poema:

Línea.

Curva.

Sonido.

Lo que el universo mide.

Esto.

Solo.

Todo.

Es tan bello, que es triste (p. 134)

  • Esencialidad de la quietud metafísica reconocida contradictoriamente en el argumento de una mística del silencio. La relación quietud-serenidad-movimiento se advierte en la concentración temporal, en reunida luz:

Reunida luz en frío,

Concentración del tiempo

En transparencia honda,

precisa, como el centro…

Oh total ir buscándose

siempre hacia lo sereno,

hacia lo que aparenta

no estar quieto (p. 136)

Advertimos en la poética de “Los huéspedes secretos” la presencia de una vocalidad poética (decir expresivo contextualizado), que testimonia y el relato-mundo de una llamada interpretada como presencia y memoria mítica y mística, pues soledad y quietud, llama y tránsito aparecen como claves de lectura de un universo justificado por subidas, descensos y resplandores, arqueado de una mirada oculta y a la vez en clima de equilibrio:

Concéntrico equilibrio

Que siempre va hacia adentro

¿Cuándo habrá que quemarse,

quemar lo que transita,

no lo justo, lo casi,

pelado de ser puro,

lo casi inadvertido

de ser lo que acumula

compactas claridades,

el aire enloquecido

de rojo clima hinchado?

¿Podrá quemar la llama

tanto fuego que piensa? (p. 138)

  • La continuidad de este movimiento de la memoria mística o mítica se advierte en la poética sentiente de este libro que no se repite como cualitas ergo-poética en la poesía dominicana del siglo XX. El eje mítico-místico empalma necesariamente con el eje metafísico, siendo la cualisignificación el sentido de un solo impulso: el vuelo de la mirada poética:

Esto que lo rodea,

Esto que en la distancia tiene su primitiva,

Su inevitable fuerza,

…esto que no te sale de tu cuerpo,

esto que viene sin horario, furioso y desatado

esto que viene siempre

levantado de clima de animal y de ángel,

y a veces

de lágrimas de viaje

y a ratos

de caprichos, de algo

que siendo lo accesorio se levanta y de súbito

te resume distancias,

como si de repente se escuchara su gota

conversación de siglos. (p. 139)

En el mismo “Huésped sin polvo” la dialogicidad mítica, mística y metafísica crea la desesperación como posicionamiento a través de la pregunta para alcanzar la pureza no solamente del lenguaje, sino también de la condición misma de poeta sentiente en soledad:

Se te van desprendiendo:

los ojos,

los brazos

la sonrisa,

la voz, tu cifra líquida.

¿Con qué entonces

vas a preñar tu aire de preguntas? (p. 140)