Los lectores dominicanos están secuestrados. Sus secuestradores son muchas de las librerías y la mayoría de las imprentas. El precio de su rescate es el alto precio de los libros. Este secuestro es un delito moral. Sus consecuencias son muy perniciosas para la sociedad y la democracia dominicanas. Establecer sistemas alternativos que liberen a los lectores de esta servidumbre es una prioridad nacional.
En una época en la que lo económico prima sobre todo lo demás, las librerías no son una excepción. Su prioridad es la maximización de sus beneficios, no el desarrollo cultural de los lectores. Para demostrarlo, he realizado un estudio informal sobre el precio de los libros en República Dominicana, comparándolos el precio al que se venden los mismos libros en Europa, y calculando la diferencia porcentual. Aunque la metodología utilizada no es científica, sus resultados, que resumo en esta tabla, son alarmantes.
De la muestra de doce libros que he escogido aleatoriamente, ocho son más caros en nuestro país que en Europa. Dos de ellos son casi 40% más caros, incluyendo La Casa de Bernarda Alba, de Federico García Lorca, lo cual es incomprensible, ya que es una obra que ha pasado a ser del dominio público.
Mas incomprensible aún es que impere esta situación, ya que en nuestro país ya existe una legislación que busca facilitar la democratización de los libros. La ley No. 502-08, estipula que la importación de libros no está gravada ni con el ITBIS ni con impuestos aduaneros y que la venta de libros no está gravada con el ITBIS. En cuanto a las imprentas, la ley establece que disfrutan de la exención de los impuestos aduaneros relativos a la importación de maquinarias, papel e insumos, así como del ITBIS. Esta ley llegó incluso a establecer un período de gracia de 10 años en el pago del impuesto sobre la renta para las empresas del sector editorial.
Es evidente que estos incentivos no han llegado hasta los lectores: la tabla anterior así lo demuestra. Volviendo a ella, es preciso observar que, aunque el resto de los libros es más barato en República Dominicana – como cabría esperar-, la suma total de las compras es prácticamente idéntica en ambos lado del océano. Lo cual sigue siendo grave, si se toma en cuenta que el salario mínimo en República Dominicana es de unos siete mil pesos, mientras que el belga es de unos noventa mil. Un dominicano que ganase el sueldo mínimo tendría que dedicar integralmente el salario de un mes y medio para comprar esta docena de libros. Su contraparte belga, apenas un 15% de su salario.
Abordaré el tema de las imprentas en otro artículo. Me limitaré a decir obstaculizan la difusión de los libros entre los dominicanos de dos maneras: imponiendo a los autores cantidades mínimas de impresión exageradas, así como precios por unidad prohibitivos. Al desalentar a los autores a publicar, los lectores se ven penalizados, pues no pueden adquirir los conocimientos, sin dudas valiosos, que contendrían estos libros si fueran impresos.
Un pueblo cultivado es un pueblo libre. Una pueblo educado es un elemento esencial de una democracia sana. Todo cuanto impida la democratización de los libros es un escollo a nuestro desarrollo.
¿Cómo puede mejorarse esta situación?
En primer lugar, creando alternativas a los canales de distribución tradicionales. Hace falta librerías verdaderamente comprometidas con la cultura, que encuentren un equilibrio entre el bien de los lectores y sus propios beneficios.
En segundo lugar, debe desarrollarse el sector del libro electrónico. En un país que, como el nuestro, la gran mayoría de los habitantes tienen acceso al Internet a través, principalmente, de celulares (y en menor medida de tabletas y computadoras), es una necedad persistir en el libro de papel. Ya lo veremos, las imprentas dominicanas constituyen un verdadero cartel. La edición digital lo debilitaría. En razón de la ley de la oferta y la demanda, por un lado, y de la virtual inexistencia de insumos necesarios para su producción, la edición digital redundaría en beneficios para los lectores, al facilitar una caída importante en el precio de los libros.
El fortalecimiento de la edición digital es, en consecuencia, una labor cívica. Es lo que nos ha motivado a fundar las Ediciones Pingüino Verde. Ojalá que muchos otros dominicanos emulen nuestra iniciativa.