Del 29 octubre  al 1 de noviembre,  se celebró en Montevideo el   XVIII Congreso del Centro Latinoamericano para el Desarrollo, CLAD, sobre  Reforma del Estado y Administración Pública. Como es de estilo en estos congresos, el presidente del país sede  preside la inauguración, este no fue el caso, Mujica no estuvo el primer día, pero si el segundo y llego como cualquier participante al evento,  sin guarda espalda y si los  habían, como nos dimos cuenta a la salida, estos  parecían  unos mas, de los 1.350 participantes. Ni  un solo uniforme militar en sala, ni pretensiones de poder alguno.

Llegó sin corbata, para ofrecer unas palabras  de disculpas y agradecimiento -” Gracias por elegir este pequeño país como sede y venir desde lejanos y distintos puntos  del Mundo”-. El acto comenzó seguido, a sala plena sin preámbulos discursivos  extenuantes “Y ahora les va hablar el Presidente  de Uruguay, José Mujica”. Habló a capela, sobre el Estado, de como   este al organizarse , arremete contra los campesinos haciéndoles pagar impuestos, de cómo un funcionario público debe pasarse 40 o 50 años de su vida colado a una silla, soportando humillación y frustraciones para cobrar una pensión miserable, habló de los  Estados  injustos, que arremeten contra todos y nos atropellan. Y habló de los que se sirven del Estado para beneficiarse, de los políticos entretenidos en perpetuarse en el  poder,  que van, relajando las practicas administrativas, y , desmontando el Estado, para servirse de  este como plataforma para enriquecerse . Y habló de cómo   Uruguay  recupero las empresas eléctricas, que estaban en manos privadas.

Nos habló de sentimientos, de sensaciones, de escuchar, de la necesidad que tienen los ciudadanos  de ser tomados en cuenta, y   del libro que leía sobre los consejos del Califa, que desde hace 700 años aconseja:  “Estar más cerca de los pobres porque  los ricos  se cuidan entre ellos”. Y con tristeza pensé en otros pueblos  de América Latina, en la mala suerte que han tenido con esos políticos tan divorciados de la ciudadanía,   tan necesitados de aparentar y querer ser  lo que no son, y lo costoso que les salen a los ciudadanos.

Allí estábamos  los técnicos, de diversas naciones,   recibiendo una lección de humildad y  de reforma de Estado, en ese hermoso  país, donde el tango parece  ser un asunto de Estado, y el candombe  un asunto de gobierno. Donde   el uso racional de la  energía eléctrica marca su historia política,  como lo ilustra  aquella famosa frase ,   escrita en el aeropuerto  en la década de los setenta “El último en salir que apague la luz”  marcando la dimensión de la dictadura  que, hizo salir  a miles de Uruguayos al exilio  y   encarcelo a Mujica ,el tupamaro, durante 14 años.

El Presidente termino de hablar, en medio de aplausos y emociones desconocidas, nos acercamos entre la multitud que le arropo para entregarle el libro, que fuimos a presentar al Congreso  del CLAD  “Reforma del Estado en la República Dominicana (1996 – 2012)” Mujica sonreía dándonos las gracias  y en  un gesto espontaneo llevo sus manos a   nuestro rostro.

Se marcho envuelto en admiración y respeto. Mientras pensábamos ¡Qué suerte que tienen estos uruguayos!