El 29 de abril de cada año, ha quedado consagrado en nuestros anales patrios, como el Día Nacional de la Ética Ciudadana. Así fue dispuesto mediante el decreto 252-05, del Poder Ejecutivo, de fecha 18 de abril del año 2005.
Para la escogencia de tan señalada fecha, tomó en consideración el Poder Ejecutivo que fue, precisamente, el 29 de abril de 1876 cuando dio inicio a su efímero mandato presidencial el ilustre republico y civilista santiaguense don Ulises Francisco Espaillat y Quiñones (1823-1878).
Tan breve fue su paso por la conducción del Estado que alcanzó apenas seis meses y algunos días, pues asolado su Gobierno por complejos problemas económicos y, especialmente, las querellas intestinas y las veleidades montoneras, no pudo sostenerse apelando a medios democráticos.
Y como de un demócrata a carta cabal se trataba, un prócer civil que sólo creía en la fuerza de las instituciones y en el imperio de la norma, no tuvo más remedio que resignar la más alta magistratura del Estado, al ver estrellarse sus más caros anhelos de paz y de progreso contra la tozudez levantisca de los amantes del fusil y de la pólvora y los logreros de siempre que solo creían en la satisfacción de sus apetencias aunque para ello fuera preciso sepultar la patria.
No soplaban vientos bonancibles en la época en que le correspondió gobernar, de suerte que al término de su corto mandato expresó: “Al hacerme cargo del Poder califiqué de deplorable el estado de la Hacienda Pública. Los innumerables reclamos que diariamente se presentan, la multitud de sumas cuyos pagos se piden con insistencia y las multiplicadas exigencias que, instantes por instantes, asedian al Gobierno, han desnaturalizado de tal modo las funciones del presidente de la República, que, a mi modo de ver, este funcionario ha venido a ser, ni más ni menos, que el Síndico de una quiebra”.
¿Cómo era en su fisonomía y su carácter aquel hombre de excepción, conforme lo apreciaron sus contemporáneos?,¿Qué pensaba de nuestra sociedad y nuestras instituciones?, ¿Por qué se torna urgente -como barca zozobrante en tiempos de borrasca- apelar a su inspiración y su ejemplo?
Un escritor anónimo, que bajo seudónimo de “Un Yankee”, publicó un breve escrito sobre Don Ulises en el periódico “El Porvenir”, de Puerto Plata, en fecha 2 de julio de 1876, al describirle, afirmaba: “Don Ulises Francisco Espaillat tiene cincuenta años cumplidos, alto, de color blanco, ojos azules y pelo castaño, nariz perfilada, labios finos, en todo este conjunto puede leerse, como en un libro, la honradez, la bondad y el patriotisimo”.
Don Federico García Godoy, con esa perspicacia psicológica que le caracterizaba para describir el alma de aquellos que conoció, dijo de don Ulises: “tenía cincuenta y tres años y parecía un anciano de sesenta, encorvado, prematuramente envejecido, con la cabeza cubierta de blancos hilos, como si en ella se hubiera amontonado la copiosa nevada de dolores infinitos… Su rostro enflaquecido, pálido; sus mejillas exangües, hundidas; sus ojos de amortiguado fulgor, como cansado de contemplar en torno suyo bajezas e ignominias, le prestaban cierto pronunciado parecido con uno de esos santos del catolicismo, representados en algunas viejas estampas, que convirtieron su vida en una dolorosa e interminable serie de maceraciones y abstinencias”.
Esta descorazonadora descripción de don Federico sobre don Ulises nos remite, sin duda, a la de un mártir del deber; envejecido, más que por las fatigas físicas, por el sufrimiento moral y psicológico ante el desviado derrotero ético de la sociedad de su tiempo; ante la intemperante lucha de facciones; la corrupción y el personalismo.
Soy consciente que, para no pocos, la evocación de Duarte, Espaillat, Billini, Lugo, Hostos o Bosch, por solo citar algunos paradigmas éticos en el accionar público, no deja de ser, en los días que corren, motivo de irrisión cuando no de sarcasmo.
Si la decencia y el mal ejemplo cunden como hierba silvestre en todos los estamentos de la sociedad; si la ética, en no pocos casos, no sirve más que para engalanar discursos sin sustento en los que pocos creen, porque no está legitimado ni respaldado por una práctica de vida; si no hay que ser profetas de desventuras para apreciar las ostensibles señales de nuestro naufragio moral, ¿no parecía más lógico resignar la tarea, acceder a la sutil tentación de anularse de la vida social?
No obstante, don Ulises no se conformó con ser un pasivo expectador de los males de su tiempo. Actuó y pensó. Como ciudadano, intelectual y político, no cejó en el empeño de construir una sociedad decente, un Estado responsable, de abogar por cimientos institucionales sólidos y perdurables en los cuales se enmarque el accionar privado y público.
Dado que nos avocamos a la celebración del Día Nacional de la Ética- ocasión en la que se torna imprescindible evocar la acción y el pensamiento de don Ulises Francisco Espaillat-, ¿cabría mejor forma de honrarlo que ahondando en su pensamiento, interpretarlo a la luz del presente y hacerlo vida para que él mismo ilumine nuestro hoy y nos sirva de sabia y estímulo en la ingente tarea de construir un nuevo paradigma de integridad personal y publica?
Sírvannos de reflexión y de aliento, un florilegio de pensamientos de don Ulises.
1.- Respecto a los males de nuestro pasado.
“…otro punto de no menos importancia sería el completo olvido del pasado. ¿Se quiere, en realidad, condenar aquel de un modo eficaz? Pues bien, el único medio es hacerlo mejor. ¿Fue descuidada la educación pública? Multipliquemos las escuelas. ¿Se arrebató la justicia de las manos de los tribunales competentes para entregarla a la de los agentes del poder? Cuidemos entonces de que los tribunales sean lo que han de ser y son en todos los países civilizados: un poder completamente independiente. ¿Se descuidaron los caminos? Mejoremos los existentes, y creemos, si es posible, otros. ¿Llegó a crearse una industria nueva que dejara utilidad al país? Creemos otras. ¿ se predicó el odio y el rencor? Prediquemos el amor, principiando por abandonar para siempre el sarcasmo. ¿Estaba la sociedad intranquila y llena de temor? ¿Era la constitución del Estado letra muerta¿ Que se haga de modo que solamente se tema a la ley; que cada ciudadano sea un defensor del pacto fundamental”.
2.- Sobre la honestidad.
Se cuenta que con su voz admonitoria, expresó don Ulises a cierto dirigente de su época: “Para que una sociedad sea honrada, es preciso que el Gobierno principie por serlo”.
3.- Sobre la austeridad y la pulcritud en el gasto público.
Abogaba don Ulises por la probidad y austeridad desde el gobierno. En su discurso de toma de posesión, el 29 de abril de 1876, expresaría al respecto: “El Estado de la Hacienda Pública es, según es público, deplorable, y exige no tan solo una recaudación de sus rentas sumante escrupulosa, sino también una gran moderación en los gastos, ya sea disminuyendo algunos, ya suprimiendo otros, como único medio de restablecer el crédito publico”.
4.- Sobre el ejercicio ético de la política y el combate a la corrupción.
Creía don Ulises que la política era elevada misión de custodia y edificación del bienestar colectivo, por lo que no transigía con el mal ejemplo de quienes se dedicaban a tan exigente oficio. En una ocasión, llegó a expresar a sus correligionarios: “Os habéis constituido en dóciles instrumentos de una política que no apruebo, por no ser conforme a los principios de la Moral”.
Se propuso, por tanto, la quijotesca empresa de adecentar el ejercicio del poder. El precio que debía pagar un gobierno por su estabilidad, era la prebenda recurrente a políticos y generales corrompidos. Don Ulises se propuso eliminarlas al arribar al poder. Contra la rapiña; las “sanguijuelas del erario”, como las llamaría un avispado autor, se estrellaron los nobles esfuerzos del ilustre repúblico.
Frank Moya Pons señala al respecto: “ al subir al poder, Espaillat actuó en contra del carácter de mercado de la clientela política de su partido, al declarar que solo utilizaría los fondos del Gobierno para pagar a sus empleados, perdiendo así automáticamente el posible apoyo que podrían ofrecer los que lo habían llevado a la Presidencia. González pudo sostenerse por dos años porque supo disponer del dinero del Estado para formar una clientela política leal a su persona y fue derribado cuando esos fondos se le agotaron…Báez también se sostuvo durante seis años, gracias a que pudo agenciarse el empréstito Harmont y conto con el respaldo del gobierno de los Estados Unidos”.
¿No siguen siendo hoy, como en tiempos de don Ulises, el prebendismo, el patrimonialismo, la búsqueda de privilegios y canonjías y el reparto clientelar los males ancestrales a conjurar de nuestra vida política e institucional?
5.- Sobre la justicia
En celebre carta dirigida a Ignacio María González, le recomendaba Espaillat: “Empuñad- en vez de la espada de acero- la espada de la ley. Esta no mata: regenera las sociedades. La gran necesidad de la nuestra; la gran verdad hacia la cual tiende sin cesar; la aspiración de todos sus miembros; el grito unánime, universal, es: justicia. Que haya tribunales; que haya tribunales independientes; que se administre justicia; que los malos teman; que los inocentes vivan tranquilos. La sociedad se regenerara, no hay otro medio”.
Y en otra ocasión señalaba: “ Ni a los nacionales ni a extranjeros debe parecerles extraño que aquí se robe y se asesine, porque esto acontece en todas partes; pero lo que si debe admirarles mucho es que el criminal se escape de la cárcel con la mayor facilidad, o sea puesto en libertad, antes de ser juzgado, por autoridad no competente; o- después de sentenciado- por cada revolución que triunfa: o- lo que es lo más estupendo- ¡ que las autoridades mismas transformen a los criminales en soldados, para que vengan a defender las instituciones patrias! ¿Es esto o no es esto verdad? No invento: digo lo que todos saben”.
Advertía el profundo anhelo de justicia presente en su época: “…es más que una aspiración, es una verdadera sed que no se ha pensado en extinguir, necesidad que no se ha soñado en satisfacer, vacío que, quizás estemos aún lejos de llenar. Esa aspiración, amigo mio, es la de ver y sentir una buena administración de justicia”.
6.- Sobre la educación.
Para don Ulises, el cimiento de toda sociedad decente estaba en la escuela: “ apelemos a las escuelas. La presencia de la inocencia, bebiendo en las fuentes del saber humano, quizás conmovería las fibras del corazón de esos hombres que todo lo posponen a la consecución de sus inmorales fines. Multipliquemos las escuelas, por más que nos cueste, abandonemos por más tiempo la manía de la ostentación, y no malgastemos en fuegos artificiales el dinero que tanta falta nos hace para educar la infancia e ilustrar la juventud, disminuyendo nuestros vicios y si no basta privémonos del pan material, para poder suministrar al pueblo, en abundancia, el alimento el espíritu”.
Pero era consciente de que no era posible buena educación sin buenos maestros, por lo que señalaba: “…en cuanto a la instrucción pública, se ha desarrollado el deseo de aprender, y esto de una manera sorprendente pero no estamos como estábamos; y así seguimos, si no procuramos hacer maestros y maestras; y al fin tendremos que echar mano de los primeros que se nos presenten, aunque sepan menos que sus alumnos”.
Fue Espaillat un visionario; un profeta para su tiempo; un iluminado que acertó a ver como pocos la raíz y el alcance lo mismo que los posibles remedios de nuestras desventuras patrias. Es por ello que acertadamente expresaba Luperón que sus escritos deberían ser como “El Catecismo político del pueblo dominicano”. Salvando tiempo y distancia, ¿Quién osaría contradecirlo?