Pero el insularismo político de tipo dictatorial e insurreccional, confirma también sus campañas y acciones asumidas desde un supuesto bien común que no hay cómo controlar en el marco de estas hojas estatales caracterizadoras de un proyecto y la agenda propiciadora de una seducción del poder que se justifica desde la falsa consciencia.
Los signos del presente histórico-político y electoral con los proliferantes modos de aparecer de los cuerpos instruidos del desastre social, comercializado como contraorden y disolución de la esfera pública así lo expresan, así lo demuestran en su densidad y violencia. Los provinciales ejes de movilidad y encuadre orientan lo que se percibe como una política que corroe, daña y divide el cuerpo histórico-político del país.
La reflexión en torno a este proceso de conservación de respuestas sociales obliga al sujeto público a reconsiderar las ofertas políticas, muchas veces relativizadas por el sistema mismo de operaciones clientelares o clientelistas, contextualizadas en la tensión entre statu quo y políticas de la memoria.
Toda memoria política orientada o representada en un espacio de pronunciamientos, implica un sujeto recipiente y un sujeto replicante. El imaginario político dominicano extiende sus alas en diversos espacios de construcción de la ideología y sus imágenes prototipales, evidenciadas en los reconocidos actos sociopolíticos y socioculturales activados por fuerzas de producción y representación.
Así las cosas, la gubernamentalidad y el biopoder constituyen esferas y sentidos orientados políticamente hacia contextos de manipulación y distorsión de la función política. La misma práctica de manipulación y de administración política puesta en espacio, red, relación y poder orienta el proceso mismo de estrangulamiento de la democracia dominicana. Acto que se convierte en conjunto de acción o acciones tendentes a preservar el cuerpo gubernamental en su prolongación de período.
La materia política e instruccional generada en un marco políticamente corroído por el virus de la corrupción y la delincuencia, permite comprender las casillas instrumentales del crimen de Estado, la polución de la justicia, la extensión del contexto autoritario mediante recursos biopolíticos actualizados; orientaciones micro y macroinstitucionales que autorizan mecanismos violatorios, negadores de derechos consignados constitucionalmente.
El mismo concepto de autoridad presenta fracturas morales, jurídicas, institucionales y reclusivas. Todo lo que se ha vuelto una práctica instrumental en la actual política gubernamental se reconoce como necesidad de mantener de manera artificial el poder a cualquier costo, precio o modo. Se trata de un recurso dictatorial, peinado bajo un modelo proautoritario y recursivo.
Las políticas de corrupción disfrutan hoy de un escenario construido por un partido convertido a su vez en una suma de corporaciones fraudulentas y violadoras de convenios constitucionales, jurisdiccionales y sobre todo gubernamentales. Discurso que gobierna y se promueve desde la estructura-coyuntura de una crisis política epocal.
En tal sentido, es importante destacar en el contexto dominicano actual, la función manipuladora de la propaganda y la dominación corporativa, económica y política. De ahí la necesidad del gobierno actual encubrir cualquier manejo turbio de la cosa ejecutiva, legislativa y judicial si favorece sus ambiciones, negocios, acuerdos y posicionamientos violatorios.
Las posibilidades de acción, ampliación y representación de las corporaciones de poder en la Era del PLD, prometen riquezas ilícitas a todos los niveles de la práctica administrativa, financiera, comercial y de poder.
De esta suerte, la biopolítica entendida como práctica productiva e instruccional del sujeto y el organismo social, registra la visión corporativa de los grupos dominantes a nivel de la construcción, las obras públicas, licitaciones, concursos amarrados para acceder a sumas y ganancias cuantiosas. El caso OISOE ha sido más que elocuente, ligado al sector educación, salud, iglesia y otros que conectan con la “Sociedad de amigos del crimen”, la corrupción y la delincuencia estatal de nuestros días.