Evidente, y así lo hicimos notar en su momento, que la insidiosa campaña desatada contra la industria turística nacional llevada a cabo durante los primeros meses del año donde se puso bajo serio cuestionamiento los niveles de seguridad ofrecidos por el país para los vacacionistas extranjeros tomó desprevenidas a las autoridades y al propio sector.
Debido a ello adolecimos de la requerida, inmediata, enérgica y efectiva capacidad de respuesta que demandaba la situación que fue cobrando eco creciente sobre todo en la prensa de los Estados Unidos, nuestro principal mercado turístico, y luego se extendió a otros también importantes. El daño sufrido fue considerable en términos prácticos y de imagen. Miles de reservas canceladas, reducción de la ocupación hotelera y una pérdida de ingresos estimada en 200 millones de dólares, que para una economía como la nuestra es una cantidad significativa.
Sin embargo, de esa amarga experiencia parece que hemos extraído una lección provechosa para futuras contingencias. Hablando ante la Cámara Americana de Comercio, donde compareció como oradora invitada de su almuerzo mensual, Paola Rainieri, la joven presidenta de ASONAHORES, reveló que se ha creado un Fondo de Promoción Turística con una meta inicial de cinco millones de dólares, de los cuales ya se cuenta con la mitad, al tiempo de crear un Comité de Crisis para manejar posibles retos futuros en un mercado tan pródigo como sensible, codiciado y competido. Son noticias alentadoras y positivas.
Pero sobre este mismo tema y opinando sobre la situación de crisis que comentamos, el director general de la Asociación de Hoteles y Turismo del Caribe, Frank Comito, se queja de que los medios y redes de comunicación social tuvieron mucho que ver por la forma irresponsable en que manejaron el caso desde el punto de vista informativo, apresurándose a emitir juicios de valor sin previamente investigar las circunstancias en que se registró el fallecimiento de varios turistas estadounidenses en hechos separados y circunstancias diferentes.
Lamentablemente es cierto. Hubo medios y voces que se apresuraron a hacer causa común con la campaña mediática en contra del país y sirviendo de caja de resonancia a versiones aventuradas, y posiblemente interesadas, que pusieron en duda los niveles de seguridad ofrecidos a los vacacionistas extranjeros, dando a entrever que las muertes registradas envolvían la sospecha de actos de violencia criminal, poniendo en tela de juicio el resultado de los exámenes patológicos practicados en el país.
Ha sido ahora, al cabo de varios meses de pruebas toxicológicas y exhaustiva comprobación llevadas a cabo por las propias autoridades estadounidenses, bajo órdenes y supervisión del FBI, que se confirma que la muerte de los turistas fallecidos se debió a causas estrictamente naturales sin el menor indicio de hechos de violencia ni de naturaleza criminal.
Nos toca pues a los medios de comunicación y a quienes hacen uso de las redes sociales aprender sacar provecho de esta experiencia, para en lo sucesivo ser extremadamente cuidadosos al manejar informaciones de esta naturaleza, que de una u otra forma pudieran involucrar la proyección externa del país de tal modo, que sin arropar en lo absoluto ninguna acción censurable, evitar que la misma pueda ser lesionada de manera tan innecesaria como injusta como en el presente caso.
A fin de cuentas todo daño a la imagen del país de una forma o de otra repercute de manera negativa en perjuicio de todos.