La labor educativa tiene sus desafíos insalvables, pero también tiene sus privilegios. Al final de un ciclo formativo, cuando miramos el conjunto y reflexionamos sobre el trayecto, la satisfacción es más que la insatisfacción. Hay más luces que sombras o, al menos, nos habituamos a darle sentido en la narrativa de conjunto a lo que no lo tuvo en su momento. Esto me trae a la memoria una enseñanza de Aristóteles en su reflexión ética: de la felicidad solo se habla en pasado, como una mirada hacia atrás que al contemplarlo todo descubre la realización virtuosa de una vida. Con todo, Sócrates sigue teniendo la razón: una vida sin examen no merece la pena ser vivida.

Hace dos años inicié junto a 104 jóvenes la travesía de un proyecto académico. La realización de un programa especial de bachillerato llamado Bachillerato Internacional. Con este programa se busca formar jóvenes capaces de ver los problemas locales con agudez intelectual, probidad académica y mirada internacional. A través de la elección de una serie de problemáticas actuales se estudiaron un conjunto de significativas obras literarias en su contexto de producción e, igualmente, a partir de unos bloques de temáticas nucleares se estudió la Lengua en diversos contextos enunciativos.

Con esta selección de temas y problemáticas, en las clases de Lengua y Literatura, se buscó desarrollar en los alumnos básicamente tres competencias: el pensamiento sistemático, creativo y crítico, la comunicación efectiva (oral y escrita) y la competencia ética. A partir de esta trilogía de competencias se tocaron aspectos de las demás que conforman el programa por competencias diseñado por el Colegio Babeque Secundaria; solo que de manera lateral. La intención era crear actividades para que en cada momento se trabajase un indicador de la competencia cognitiva concomitantemente a un indicador de la competencia comunicativa y otro de la conciencia ética ciudadana. ¿Por qué este núcleo? Sencillamente, la literatura es un gran laboratorio de mundos posibles. Para actuar éticamente primero debemos juzgar la acción sensata en su contexto y describir sus relaciones circunstanciales y contextuales. Como bien señala Paul Ricoeur: describir, narrar, prescribir y actuar éticamente.

Al final de la jornada y dado que se realiza en un contexto pandémico reflexiono esta experiencia y saco algunos puntos que espero puedan servir a otros maestros. Lo hago con discreción porque no tengo la intención de ser una especie de “profesor vedette” que publica en sus redes lo que hace en el salón de clases a distancia; como observo frecuentemente.

Primer punto: seleccionar un núcleo de temas y problemáticas que permitan crear conflicto cognitivo del interés de los chicos y chicas. En los dos últimos años de secundaria estos jóvenes están pasando del pensamiento concreto al abstracto. En muchos casos, aunque la pereza intelectual esté presente, puede ser vencida si se le coloca una situación de aprendizaje que provoque conflicto cognitivo y le entusiasme a pensar críticamente.

Segundo punto: las actividades lúdicas se incorporan a las clases en la medida en que sirven para distender el ambiente y estrechar la noción de grupo; pero no por sí mismas.

Tercer punto: lo afectivo juega un rol importantísimo. Los medievales decían que lo afectivo es lo efectivo. Aquí se cumple. Hablo de que los jóvenes deben pensar sus afectos, reeducarlos, presenciar cómo el maestro doblega sus afectos desordenados (seriedad en el trato) y cómo la asignatura le desordena sus afectos (la pasión por lo que enseña).

Cuarto punto: el rigor académico y la pulcritud en la comunicación. Ambas cosas se enseñan a partir de métodos para pensar, para comunicar, para analizar, para leer, para escribir. Ofrecer pautas precisas de cómo hacer las cosas y ejecutarlas tantas veces sean necesarias hasta que formen hábitos de buenas actuaciones.

Quiero agradecer públicamente a los chicos y chicas de SEIA del Babeque Secundaria por permitirme esta aventura intelectual de completar lo mejor posible dos intensos años de formación académica y humana (aunque creo que no hay nada más humano que lo académico). Han sido un oasis de ternura y una esperanza de que podemos ser mejores. La educación es la mejor vía para la transformación del ser humano, a ello me advoco y en ella invierto mis días y mis fuerzas.

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