El Lean Construction (LC), en origen,  es un “sistema” basado en la metodología de producción ideada en la empresa automotriz Toyota, y sus sistemas de producción, cuyo principal enfoque era el de minimizar las pérdidas y los “sobretrabajos” sin sentido, intentando aumentar la productividad al máximo y en cada parte del proceso.

Este “sistema” Lean, que traducido al castellano sería algo así como ágil, ligero o esbelto, establece que para aumentar la productividad se deben controlar los siguientes y potenciales desperdicios en los procesos: sobreproducción, tiempo de espera, transporte, exceso de procedimientos, inventario, movimientos, defectos, la no utilización la creatividad del personal.

Cuando en las investigaciones y estudios que hemos realizado (para múltiples trabajos docentes y académicos) sobre la industrialización en la construcción, nos hemos encontrado con un alto grado de optimización, asomado,  cuando menos, a los conceptos de eficiencia energética y sostenibilidad en los procesos de construcción/fabricación; hemos podido constatar que la inclusión de estos controles antes citados es casi una norma.

El LC se apoya en la mejora de  una serie de tres procesos con el objetivo de conseguir el mayor grado de eficiencia; éstos son: el proceso de transformación, que busca minimizar o eliminar los flujos innecesarios, entendidos éstos como el recorrido que los materiales completan hasta su instalación en obra; el proceso de planificación, que plantea la definición de criterios y estrategias para alcanzar los objetivos del proyecto; el proceso de control, que busca asegurar que cada actividad se realizará en la secuencia prevista.

Este excelente trasvase desde la industria del automóvil al ámbito de la construcción en la “figura” del Lean Construction, forma parte de toda una concepción del quehacer proyectual y constructivo, diferente y más eficiente.

Asociar la optimización de los procesos a la optimización de los recursos es una especie de operación matemática que se antoja elemental; en otras palabras,  ahorrando en desperdicio de medios y de recursos en general (entendiendo como recursos el tiempo, los materiales, el talento de los individuos, etc.), estaremos ahorrando en consumos, que a su vez será lo mismo que ahorrar en emisiones.

El mejor ahorro es el no consumo y eso está de sobra demostrado. El LC no es nuevo en los fueros de las ingenierías, incluso no lo es ni en los campos del urbanismo ni de la arquitectura, ni de la construcción per se. Otra cosa distinta es que los técnicos en nuestro día a día decidamos “ahorrar” en otro sentido y no dedicar tiempo a una planificación apoyada en procesos mejor aprovechados; evidentemente esto conlleva un tiempo y un saber que no todos estamos en disposición de poner, a su vez, a disposición de la causa en cuestión.

Seguiremos sobre estos temas….Hasta la próxima.