Con la destitución de la congresista Elizabeth Lynne Cheney, de Wyoming, de la dirección del Partido Republicano, se confirma que la situación de esta histórica institución política va por un camino que más que de lealtad al expresidente Donald Trump, es de cobardía. Ella junto a otros congresistas entendieron que lo sucedido el pasado 6 de enero, fue la culminación no de una era de malas políticas gubernamentales y públicas, sino, la institucionalizacion de las teorías y las mentiras.

La congresista, quien ostentaba el tercer cargo más importante dentro de su Partido, es de las pocas que no han decidido “arrodillarse”, ante los constantes cuestionamientos -aun no probados- de que las elecciones fueron “robadas” al partido que la representa y que pese a que el exmandatario ha sido “sancionado” en las principales plataformas digitales, su voz, fuerza política y gran poder de persuasión son latentes.

Su destitución presagia los oscuros vientos que se mueven en torno a Donald Trump, quien evidencia  que tiene al GOP en sus manos. Los defensores del expresidente lo ven como el único candidato para las elecciones del 2024. La situación es tan lastimosa para esta democracia, que Trump ya marcó la línea política con la que su partido deberá retomar los planes de volver a gobernar. Todo consiste en culpar a los demócratas de todos los problemas de EE.UU.

Cheney, se suponía que formaba parte de esa ala conservadora de su partido, tomando en cuenta su propia descendencia. Es hija de una de las figuras más polémicas de la historia reciente estadounidense, con un destacado papel en la administración de George Bush (padre), Dick Cheney. Para muchos Dick Cheney fue el verdadero ejecutor de las políticas gubernamentales que se llevaron a cabo en los periodos 2001-2009 y de las que este país aún no se recupera.

La destitución que fue solicitada por el mismo Trump, sintetiza la manera de como el partido está bajo el total control de exmandatario y de como su sombría presencia repercuta en sus radicales decisiones. Pero cuando la razón es desplazada por la ignorancia, no se vislumbra nada bueno. Los congresistas de su propio partido están siendo amenazados en términos políticos si no siguen lo trazado por Trump. Los puntos de vista expresados públicamente por la congresista, han sido recibidos como “acto de deslealtad”.

Elizabeth Lynne Cheney decidió no hacerse eco de las afirmaciones de las elecciones fueron fraudulentas; más bien, ella ha llamado a que el partido continúe trabajando para poder recuperar ambas cámaras y las presidenciales en el 2024.

Su salida certifica los niveles de complicidad de la cúpula republicana con los ideales de Trump y que desafortunadamente los requisitos para mantener influencia dentro del GOP o los Estados que estos congresistas representan es simplemente una fuerte dosis de adulación a la figura del líder, fuerte compromiso con justificar las mentiras y no contradecir al “semi-dios”.

Pero mientras el partido Republicano continúa destronando a todo el que se atreva a cuestionar la honorabilidad, inteligencia, capacidad del expresidente Trump, lo cierto es que sus días estarán contados en las filas del GOP. No es cierto que a nadie importen la decencia y los principios en la política.

Muchos esperan que la disidente voz de Elizabeth Lynne Cheney y de otros republicanos formen una coalición de fuerzas que busque ser la alternativa entre el Partido Republicano y el Partido Demócrata, pero no es asunto que esté a la vista.