Los turistas que han entrado al país (el turismo cayó en un 88% en julio), se entiende que lo hayan hecho con todas las precauciones. Alguien podría decirnos lo rápido con lo que ha actuado las autoridades. Se trata de evitar nuevos contagios. Para esto, está claro que trabajar en un hotel, tratando de que nadie se contagie, es una tarea muy importante.
Algunos han dicho que es cuesta arriba creer que los datos que se han dado son confiables. Se nos ha dicho que para diciembre, el 75% de las habitaciones estarán copadas. Es decir, que de 100 habitaciones, 75 estarán ya en pleno uso por los turistas que vienen de todas partes (aunque el optimismo parece frase cohete).
Según EFE, de los turistas un 85.4% provienen de los Estados Unidos en esta reapertura que comenzó el 1 de julio, con un total de 46,206. Por su lado, 1,856 pasajeros son de Puerto Rico y 1,709, de España.
Sería interesante, como siempre, detectar de dónde vienen esos turistas. Una encuesta para nada tendenciada nos diría de dónde provienen, y también nos daría alguna opinión sobre el por qué y cómo han llegado a la isla (mascarillas, protocolo, distanciamiento).
Los enclaves se conocen. La gente viene siempre o tiene como un destino acercarse a esta isla. Recién leía una nota donde se decía que una de nuestras playas tenía una de las arenas más blancas que existen y las aguas más cristalinas. No es nada extraño que en portales extranjeros se diga delicias sobre nuestras playas, pese a que existan campañas negativas.
Mucha gente se preguntaría cómo es posible que, en términos de logística, todo funcione bien hasta diciembre. Para eso está el gobierno, que tiene un equipo estrella: para que nos dé informaciones sobre lo que ocurrirá con el flujo de turistas y el plan que se tiene. Estamos muy interesados en saber cómo actuarán las autoridades, y cómo los hoteles han decidido enfrentar este reto, que no será el primero que han tenido que enfrentar en toda su historia.
El clima debe funcionar –imagínese usted que sea una maquinaria que funcione bajo el mando de ángeles juguetones–, para que el turismo funcione. Recién tuvimos a Laura, la tormenta que nos azotó. Es ya común que uno se quede con la impresión de que cualquier tormenta que pase por nuestra isla, hará estragos más adelante, como ocurre en el caso de la misma tormenta Laura. Los daños se calculan y son millonarios.
Uno cierra las ventanas, y las puertas, pero la lluvia hace un desastre en las áreas vulnerables. En el caso de Laura, no ha sido la excepción y es entendible que los organismos de emergencia y de socorro –el COE, la Defensa Civil, la Onamet–, hayan actuado de manera diligente, como también nos tienen acostumbrados. La temporada de ciclones puede ser muy agitada, y en el caso de Laura pudimos notar todos, que se trató de una tormenta que no tuvo daños mayores en la zona de la capital dominicana.
En el plano turístico, ya habremos salido de la época de tormentas (la temporada ciclónica termina el 30 de noviembre) para diciembre. No he querido atiborrar la nota de datos estadísticos, que a fin de cuenta no registran la evaluación y el conteo de los millones, aunque sí las cuantiosas pérdidas materiales. Sin embargo, lo cierto es que cualquier lluvia puede hacer daños considerables: 8,955 desplazados y 56 comunidades incomunicadas, 101 acueductos afectados, 96 fuera de servicio, 1,791 viviendas afectadas, una carretera afectada, y 56 comunidades afectadas.
Ahora, Laura está en otra zona, con vientos más fuertes, convertida en huracán, hacia las aguas del golfo, hacia Texas y Luisiana, a donde llegará el jueves. Según BBC, en el paso por Haití y nuestro país, dejó al menos 13 muertos.