Las tres primeras sesiones del Consejo Nacional de la Magistratura (CNM) para celebrar vistas públicas con los aspirantes a integrar el Tribunal Superior Electoral (TSE) constituyen experiencia suficiente para formarse un criterio del derrotero que sigue este proceso, que continuará probablemente de la misma forma para elegir a los jueces del Tribunal Constitucional y de la Suprema Corte de Justicia.

Las sesiones han demostrado que el país debe avanzar en la calidad de las técnicas de evaluación  a las que se somete a los aspirantes a posiciones públicas que requieran de expertos en áreas técnicas, aun cuando tales posiciones también tengan un carácter político.

La mayoría de las preguntas realizadas por los miembros del CNM no perseguían más que un objetivo muy personal del que las formulaba, y era evidente que no existía un criterio que fuese parte de una metodología seria de evaluación.

Los buenos juristas del CNM pudieron  alcanzar cierto discernimiento sobre la capacidad técnica de los aspirantes a través de la respuesta a algunas de las preguntas, pero no recibieron ninguna información que les permitiera evaluar aspectos como integridad, independencia e imparcialidad, laboriosidad, coraje, auto confianza, auto control, sentido de justicia. Nada sabrán los miembros del CNM sobre las capacidades de los aspirantes a expresarse correctamente por escrito, indispensable para jueces que deberán expresarse la mayoría de las veces a través de sus sentencias.  Tampoco conocerán sobre sus fortalezas y debilidades para trabajar en equipo, fundamental en tribunales colegiados como las Altas Cortes.

La mayor parte de cada entrevista en la mayoría de los casos fue utilizada por los aspirantes para repetir sus respectivas hojas de vida, que ya constaban en los expedientes de cada uno, por lo que esto no tenía mayor valor para los evaluadores.  Y lo hicieron así no porque se les ocurrió a todos y a todas, sino por mandato proveniente del presidente del propio CNM. Fue una excelente oportunidad para dirigirse al país, pero que poco aportó al proceso de evaluación.

Era notable la ausencia de preguntas sobre la vida partidaria, presente o pasada, de los aspirantes, lo que era correspondido por aquellos que tenía algo que contar al respecto con igual silencio cuando relataban sus experiencias y actividades. Lo mismo pasaba en la curricula de los aspirantes, donde se podía señalar hasta el club social al que pertenecían algunos, pero jamás a qué partido político. Y es que en el fondo, aunque sea en el subconsciente, se reconoce que la forma en que se ejerce política partidaria en nuestro país conlleva unos niveles de compromisos que genera una incompatibilidad  con la función de juez independiente e imparcial, sobre todo cuando de un tribunal electoral  se trata. Cierto es que siempre habrá excepciones, pero no se puede partir de las excepciones en un tema tan trascendente.

Con la información que reunirá el CNM a través de este tipo de evaluación, no existe forma de asegurar que serán escogidos los mejores hombres y mujeres, lo que solo ayuda a incrementar la percepción de que estas vistas públicas se hacen para cumplir con una formalidad, lo que ocurre cuando se vive en una democracia de apariencias.

Queda una última sesión para los aspirantes a integrar el TSE, luego de la cual vendrán las deliberaciones y finalmente las votaciones y la elección. Ya sabemos que, lamentablemente, las deliberaciones y votaciones no serán públicas. Es una pena. El Senado las realiza de manera pública cuando elige a los miembros de la Junta Central Electoral y de la Cámara de Cuentas y no pasa nada.  Pero por lo menos el CNM debería informar al inicio o al final de esta última sesión el procedimiento que utilizará para las deliberaciones y las votaciones, cuándo se realizarán, y sobre todo debería hacer público el acta de tales sesiones, donde conste cómo voto cada miembro. De esta manera podríamos saber quién propuso a quién y por quién voto cada quién.

Una última nota, de carácter positivo, es la buena impresión que han causado  los jueces de carrera que han sido evaluados, por lo menos una mayoría de ellos. No hay duda de que esto es parte del  proceso de reforma iniciado en 1997, y de la labor de la Escuela Nacional de la Judicatura. Los jueces de carrera constituyen en estos momentos  una cantera importante donde buscar técnicos capacitados para integrar las Altas Corte, alejados en su gran mayoría del partidarismo. Ojalá que el estrangulamiento económico que sufre el Poder Judicial en estos momentos no ponga en peligro estos avances.