Soy llorona de nacimiento, parece que mi primera impresión al encontrarme con un mundo desconocido y tener que valerme por mí misma aunque solo fuera el respirar, lloré por todos los niños que les daba trabajo el hacerlo.
Siempre he dicho, luego de la muerte de Doña Cunda, la madre de mi querida amiga-comadre-hermana Luchy, que ella me dejó en herencia el llanto, porque cualquier cosa sacaba lágrimas de sus ojos, ¿dichosa o fatal herencia?
Norma, la muchacha que ha estado unida a nuestra familia desde adolescente y quien ya hoy es bisabuela, de “atrevía” me puso el apodo de “lagrimita”, porque sin más ni más veía mis ojos llenos de lágrimas.
Los momentos buenos, los momentos difíciles. Una canción que me traiga recuerdos gratos o tristes. Escuchar los salmos cantados en la iglesia. Ver a mis sobrinos cuando hace mucho no los veo. Sentir como mis nietos crecen. Comprobar que mis sobrinos nietos ya no son niños. Que la Nenecita está terminando una carrera universitaria. Todo me hace llorar.
Pero hay algo que no ha dejado de hacer salir constantemente lágrimas de mis ojos y es el leer día a día todos los artículos, cada vivencia, cada recuerdo de los amigos de Víctor Víctor, que los he leído todos. Resaltan sus cualidades de amigo, de ser humano, de persona comprometida, de gran artista, en fin, cada uno ha descrito y compartido la mejor forma de honrarle y recordarle.
La partida de un ser querido marca a cada uno de forma diferente, pero cuando un amigo se va, como dijo Cortez, el cantautor argentino, queda un espacio vacío.
Ese espacio no solo ha quedado vacío para sus amigos, sino también para todos los que le admiramos, los que disfrutamos de sus bellas canciones, de su melodiosa voz.
Las velloneras están de luto, porque aunque son artefactos en desuso, fueron el medio usado para propagar esa música de amargue, como es la bachata, que era considerada de barrio y que solo era escuchada y bailada por gente de baja reputación y que Víctor Víctor quien junto a Juan Luis Guerra se encargaron de darle un lugar, haciéndola llegar hasta los salones de la alta sociedad, llegando hoy día a ser considerado dicho género musical por la UNESCO como “Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad”.
Hemos quedado sin un “Vitico” como le llamaban sus cercanos y mi amiga Carmencita Reynoso, su prima.