“Las veladas de Dikanka” y “Taras Bulba” no representan, a juicio de los entendidos, un aporte original o novedoso de Gógol a la literatura.
Por lo que dice Marc Slonim, que era ruso y tenía acceso a la obra en su idioma original, no se trata sin embargo de algo insignificante, son obras que consagrarían y llenarían de orgullo a cualquier escritor. Sólo que Gógol no era un escritor cualquiera. Era un inconformista:
“En todos estos relatos despliega Gogol un don extraordinario de observación, reproduciendo sonidos, olores y formas con una brillantez verbal y fonética casi misteriosa. Como un torrente en una brillante puesta de sol, su prosa centellea, en rápida corriente, viva, ríelante, irreprimible. Pero este maestro que se nos presenta intoxicado con sus propias palabras y que jugaba con ellas como prestidigitador, parecía aterrorizado por el tedio y la inferioridad de lo que pintaba. Comenzó cierto horror místico ante la estupidez y la vulgaridad de la mayoría de las vidas humanas.
“Trató de escapar por medio de las sagas heroicas del pasado y por la idealización de los Poderosos. ‘Taras Bulba’, breve novela histórica, recuerda a los cosacos ukranianos del siglo XVII, su comunidad militar de hombres libres en una isla del Dnieper y sus guerras contra los polacos y los turcos” (…) “El exagerado romanticismo del libro está mitigado (…) por algunos deliciosos pasajes cómicos, por hábiles bosquejos de personajes secundarios y por hermosas descripciones de la naturaleza, en particular de la estepa sureña”. (“La literatura rusa”).
Da trabajo creer que Gógol alguna vez fue feliz, y si lo fue sería de una manera estrictamente gogoliana. En las “Veladas de Dikanka” (“sus deliciosos cuentos ucranianos (…) en los que aflora una lírica veta, profundamente popular”), hay muchos paisajes idílicos y otros perversamente endemoniados (pienso, por ejemplo, en “Una venganza terrible”), pero de esto se hablará en una ocasión posiblemente más propicia.
Por el momento es preferible dejar a Gógol “Evocando su tierra, llena de luz y de leyendas":
"…desde el frío y gris San Petersburgo, siente que su alma se eleva, despegándose de la atmósfera pegajosa, banal, en que se evapora la nobleza del
hombre. Y su pluma va tejiendo maravillosos cuadros en que alternan la aguda observación realista y la pincelada que pone el
misterio, lo sobrenatural. Y, todo ello, envuelto en un humor
sano, impregnado de intensa emoción poética.
“En las ‘Veladas’ se perfilan ya tres componentes básicos de la madurez del genio gogoliano: realismo, humor y sentido popular. Hay en estos relatos una galería de tipos -campesinos, gitanos, herreros, pequeños terratenientes, etcétera- que se alzan con la espontaneidad y el color de la vida cotidiana. Ahora bien, estos hombres viven en los años sombríos del régimen de servidumbre, cuando el odio, apenas contenido, agita las almas en violentas contorsiones. Pero Gogol deja a un lado estas zonas quemantes, estas tempestades del alma, y prefiere iluminarlo todo con la alegría, el color y la frescura de su canto.
“Su realidad es una realidad gozosa, inocente, sólo turbada
por la alada intervención de lo sobrenatural en forma de coléricas
brujas, sombrías supersticiones y sobrecogedoras apariciones.
Y el humor que transpira la obra es humor sano, que recrea el
alma, sin dejar en ella una gota de amargura. Aún no aparece el humor desgarrado, la sátira incisiva que flagela hasta sacar a la luz la entraña corrompida de los flagelados.
“Hay más amor que odio en estas encantadoras narraciones.
Amor, sobre todo, a las gentes sencillas; amor sin sombras, puro,
anclado aún en la más pura adolescencia.
“Se comprende el entusiasmo de Pushkin que, deslumbrado
por la naturalidad, lirismo y alegría que rezuma la obra, escribe
con arrebatadora franqueza:
‘“Acabo de leer Veladas en la finca cercana a Dikanka. Me ha embelesado. He aquí una obra llena de verdadera alegría, franca, libre, sin carantoñas, sin gravedad afectada. Y, a veces, ¡qué poesía!, ¡qué sensibilidad! Todo esto es tan extraordinario, en nuestra literatura, que todavía no he vuelto en mí’”. (Adolfo Sánchez Vázquez, “Miseria y esplendor de Gógol”).
Uno de los pasajes de las “Veladas” más seductores, el que seduce precisamente a mi amigo y confesor Dinápoles Soto Bello, pertenece al relato “Noche de mayo o la ahogada”:
“¿Conocen ustedes la noche ucraniana?… ¡Oh!… ¡Ustedes no conocen la noche ucraniana! ¡Fíjense bien en ella!… Desde el centro del cielo mira la luna. La inmensa bóveda celeste se ha dilatado y es más que infinita. Arde y respira. La tierra está toda cubierta de una luz plateada y el aire maravilloso es como un fresco bochorno: está lleno de languidez y mueve un océano de perfumes. ¡Noche divina!… ¡Noche encantadora!… Quietos…. inspirados están los bosques llenos de tinieblas, arrojando una inmensa sombra. Tranquilos y callados son estos estanques. El frío y la tiniebla de sus aguas se han encerrado hurañamente entre los muros verde oscuro de los jardines. Las vírgenes frondas de las acacias y de los cerezos tienden temerosamente sus raíces hacia el helado manantial, y de vez en cuando balbucean con sus hojas, enojándose e indignándose, al parecer, cuando el hermoso voluble, el viento nocturno, después de acercarse a hurtadillas, las besa. Todo el paisaje duerme. Arriba, todo respira, todo es divino, todo es solemne. Y en el alma, todo es infinito y maravilloso. Y multitud de apariciones plateadas surgen armoniosamente en su profundidad. ¡Noche divina!… ¡Noche encantadora! De repente todo resucita. Los bosques, los estanques y la estepa. Se vierte el majestuoso trueno del ruiseñor ucraniano y parece que hasta la luna se ha quedado escuchando en el centro del cielo… Como hechizada duerme la aldea sobre la colina. Es más blanca, y más brillante aún a la luz de la luna, la infinidad de jatas cuyos bajos muros se destacan en la sombra con una claridad más deslumbrante aún. Las canciones han callado. Todo está quieto. Los hombres devotos duermen ya. En alguna que otra ventana angosta hay luz todavía. Sólo junto a la puerta de la casa cena tardíamente alguna familia retrasada”.
He aquí un pasaje ideal para despedir el año si se hace abstracción del conflicto que en estos momentos ensangrienta la tierra de Gógol.
Feliz, pues, año nuevo.
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