Es obvio que Thomas Moro escribió una página importante con su obra utopía (1516) como proyecto de grupos y sociedades. Tal vez al pensador inglés se le olvidó o no lo contempló, a los falsos profetas y las inestables utopías que se adueñarían de poblaciones enteras y de períodos de la historia con protagonismos determinantes.

¿Son necesarias las utopías para reanimar la dinámica social antes de que se pierdan las esperanzas de un mundo mejor? creo que sí, lo que no creo necesario son los falsos profetas y los falsos paradigmas que nos prometen mundos mejores, equidades posibles, rupturas con el viejo orden, cuando en muchos casos se trata de repetir la historia, a veces como tragedia.

Los poblaciones se envuelven en luchas sociales, mortandades y conflictos militares en muchos casos, por defender causas que terminan beneficiando a unos pocos, como por aquí decimos, a los más vivos que nos hacen soñar, mientras ellos no duermen, quizás no pensando con desvelo en el bienestar de todos, sino de cómo sacar ventajas en caso de que el destino, la casualidad y la entrega de lucha de mucha gente, los lleve al poder del cual luego, no se quieren bajar, ni respetan ningunas normas, ni se abstienen de excesos de todo tipo y muchos menos permiten una participación social en las decisiones de las cuales todos hemos sido partícipes. Volvemos pues al pasado, sin dejar de afirmar que se avanza en la historia, pero muchas veces con retrasos, zigzagueos y desaceleración.

Las sociedades modernas contemporáneas construyen nuevos imaginarios que quiebran estas tradicionales percepciones de la relación entre poder social y poder político. No solo en esta parte del mundo, es una crisis generalizada que inició con el nuevo milenio, resquebrajando los modelos tradicionales de gobernanza

Somos muchos los tontos útiles: pueblo, masas, intelectuales, militantes, consagrados, cuadros, funcionarios tecnócratas, campesinos, mujeres, jóvenes, estudiantes, obreros, clase media de muchos de estos vivos que nos usan, y luego no podemos pasarles facturas porque se aferran al poder obtenido con tu lucha, o con tu voto y te excluyen del mismo para que no entorpezcas sus estrategias y planes de acumulación, sean políticos, económicos o simplemente de ascenso social.

La historia de los movimientos de vanguardia es que terminan muchos de sus dirigentes, como se decía en los años 60-70 del siglo pasado, aburguesados y distanciados de sus iniciales propósitos por los cuales nos juntamos en metas y destinos comunes. Por eso muchos decimos, y por esto luchamos, pues termina pareciéndose a las cosas en contra de las cuales nos enfrentamos

Sea del ala conservadora de la sociedad, como del ala de izquierda de estas ideas, las cúpulas construyen las utopías o en su defecto, se montan en la cresta de su ola, la conducen, encarnando sus aspiraciones colectivas y luego se apropian de ellas, individualizándolas a beneficio sectorial, desvirtuando sus reales iniciativas y motivaciones.

Esto en historia es el proceso no lineal del hecho histórico que se mueve en forma centrífuga y si bien los lideres terminan encabezando su representación social, al mismo tiempo se adueñan de esferas de poder que originalmente no le dieron patente corso social para hacerlo, inventarlas o decidirla sin las consultas de quienes son el verdadero motor de la historia, los pueblos, los conglomerados, las masas.

Por eso hoy hablamos de crisis del liderazgo político y social, de crisis de las instituciones representativas de la gobernanza, debido a que sus líderes se alejan cada vez más de las aspiraciones de la gente, tal vez bajo el viejo principio de que ellos pueden pensar por todos, decidir por todos y gobernar por todos, asumiendo que el poder es una designación con dimensiones divinas o superiores al común del humano.

Las sociedades modernas contemporáneas construyen nuevos imaginarios que quiebran estas tradicionales percepciones de la relación entre poder social y poder político. No solo en esta parte del mundo, es una crisis generalizada que inició con el nuevo milenio, resquebrajando los modelos tradicionales de gobernanza, los estilos del ejercicio político y la eficacia de sus instituciones en sociedades cada vez más exigentes, indiferentes del quehacer político y menos sedada por los discursos, la propaganda y los lenguajes subliminales sobre los cuales se han definido muchos de nuestros liderazgos modernos.

Obligados a cambiar, la clase política y líderes que cohabitan con la generación postmilenium y las instituciones que nos han servido de estructura de organización social, son presionados a readecuar el discurso, la práctica política y la visión de las sociedades y sus gentes.

Por tanto, sociedad, cambio, utopía, progreso y calidad de vida, reingeniería de la equidad social, transparencia del discurso del poder político y de los poderes fácticos, son hoy los desafíos para encontrar formas viables de gobernabilidad y equidad social, económica, política y cultural.