Hay verdades que duelen, y que muchos no quieren escuchar, pero la verdad dice un aforismo: la verdad es la verdad, dígala Agamenón o su porquero.
Reflexionando en el torbellino de mi mente la forma de como debía yo abordar el asunto de los derechos laborales de los docentes universitarios en la universidades privadas del sistema de educación superior en nuestro País; ya que no alberga en mi ninguna animadversión respecto a estos centros educativos que hacen una labor imprescindible en la sociedad en formar los jóvenes de las nuevas generaciones que echaran a andar la maquinaria que mueve la economía, la ciencia y la justicia social.
Desde luego, de eso se trata, si hablamos de justicia social esta debe comprender ineludiblemente a los maestros, verdaderos obreros intelectuales que trabajan en las peores condiciones laborales, sin derechos reconocidos en el Código de trabajo, a tal punto que conozco de primera mano a una distinguida profesora e investigadora que luego de permanecer 30 años de servicio al solicitar su liquidación la despidieron sin entregarle los emolumentos que ella pretendía le correspondía. Fue dejada abandonada a irse a su hogar sin un centavo, luego de sacarle el jugo profesional ese largo tiempo de producción profesional e intelectual para hacer ricos a los propietarios de la empresa educativa. Amo la institución, pero a ella la consideraron que habría de servirle por un simple contrato, y ahí se acabo todo. Se marcho con tristeza de amor educativo y decepción, me lo hizo saber con dolor.
Otra docente de prestigiosa universidad con vocación cristiana, le consulto y me informa que si una contratada, porque todos-as son contratadas, pero no empleadas con los derechos laborales, cuando asumen un contrato a tiempo completo se les prohíben trabajar en otra dependencia y les pagan cincuenta mil pesos. Son los menos y suponen privilegiadas. Las restantes rotan y firman sus contratos cada periodo docente, no reciben remuneración en vacaciones escolares.
Lo mas cruel es que una asignatura de tres créditos paga entre 350 y 500 pesos. ¡Imagínese usted cómo puede vivir un docente en esas deplorables condiciones de explotación!
Ahora mismo están rediseñando contratos a docentes con remuneración que no sobrepasan los 550 pesos. Narro solo algunos casos, pero es la norma de explotación en los Centros sin miramientos de nadie y ellos temerosos de denunciar esta inmisericorde esclavitud propia de la Edad Media.
Callados en su dolor porque asustados en su conciencia infeliz de intelectual que supone comprensión del fenómeno de marras, varios me pidieron hacerme ecos de la dolorosa situación, porque de lo contrario los despiden por intruso y desagradecido a la fidelidad de la Institución.
Las universidades emergieron del seno de la Edad Media y en los claustros de los monasterios, porque era la Iglesia la que poseía el patrimonio del conocimiento, dado que atesoraban las mejores bibliotecas y el tiempo de ocio para dedicarse a la obra de Dios y la enseñanza superior signada por las siete artes liberales de entonces; imbuida de una filosofia escolástica y acrítica que permanece en ciertos claustros todavía, como lo demuestra fehacientemente la manera de contratar y no emplear a los docentes en Universidades Privadas con disfrute de sus derechos laborales.
Cuando se conversa con ellos añoran pertenecer al staff de la Universidad Pública, que reconoce los derechos inalienables de los servidores en su claustro. Nunca quise trabajar en ellas porque fui conocedor del mísero pago a los docentes.
Llamo en atención para que el Ministerio de Trabajo y el MESCYT en un Gobierno del Cambio hagan revisión urgente de la situación en beneficio de ese sector educativo tan valioso para la sociedad dominicana y se termine con ese abuso a nuestra clase social, que tanto aporta a la ciencia, a los valores y a la cultura nacional.