En mi artículo anterior (12-7-2012) abordé el tema de la falta de posicionamiento de las instituciones dominicanas de educación superior en las clasificaciones académicas de universidades.
Señalamos que, sin importar los criterios empleados para realizar los rankings, ninguna institución dominicana de educación superior aparece colocada en dichas clasificaciones, aún en aquellas donde sí aparecen universidades de países con índices de desarrollo económico similar al de nuestro país.
Tan lamentable como esta situación es la percepción del problema en República Dominicana.
Desde la perspectiva de las autoridades políticas y universitarias dominicanas no parece existir ninguna deficiencia. En vez de aprovechar dichas clasificaciones para iniciar una seria evaluación del sistema de educación superior dominicano, la gran mayoría de los implicados recurren a la justificación forzada, a la excusa acomplejada, o a la indiferencia ante los rankings internacionales de universidades.
Existen incluso autoridades dominicanas con la cara dura de sostener que tenemos universidades competitivas a nivel internacional. En su artículo titulado "Diferencias de perspectiva sobre el sistema universitario dominicano", el economista Samuel Bonilla se hizo eco de estas declaraciones sin fundamento, que llegaban al extremo de la siguiente perla: "en el país hay tres o cuatro universidades que compiten, en cuanto a calidad, con cualquier universidad del mundo". (Cf http://www.acento.com.do/index.php/blog/5062/78/Diferencias-de-perspectiva-sobre-el-sistema-universitario-dominicano.html).
Como señala en su artículo Bonilla, estas declaraciones no se apoyan en ningún estudio que las fundamenten. De igual modo, pudo darse la declaración de que hay tres, cuatro o cinco universidades dominicanas con tal relevancia.
Éste es uno de los modos como se ha asumido el problema en este país. Se ha abordado sin el cuidado analítico requerido, o lo que es peor, se ha intentado ignorar.
No obstante, hay deficiencias que resaltan a la simple observación empírica y al más elemental razonamiento. ¿Es lógico pensar que las universidades dominicanas se encuentran al mismo nivel que las mejores universidades internacionales cuando no cumplen con los criterios mínimos de racionalidad que permiten a éstas producir conocimiento? Como una muestra, colocaré el ejemplo del sistema de contratación profesoral.
Las universidades mejor posicionadas en las clasificaciones internacionales poseen un sistema de contratación del personal docente e investigador que garantiza la estabilidad económica del profesorado mientras lo compromete con una serie de responsabilidades que incluyen clases presenciales en el aula, horas dedicadas a la tutoría del estudiantado -en oficinas dispuestas para ello – y horas dedicadas a la investigación. El personal contratado bajo esta modalidad es evaluado de manera periódica, de acuerdo con los compromisos contraídos. Esto quiere decir que si el profesorado no investiga ni publica en las revistas especializadas indexadas, su mantenimiento y ascenso en la carrera académica se encuentran amenazados y puede perder su puesto en la universidad. Si acumula méritos académicos (publica en revistas especializadas indexadas, recibe premios de prestigio, gana concursos para fondos de investigación, etc.) asciende en la carrera académica y recibe estímulos económicos.
Contrastemos con nuestra realidad. Ninguna universidad dominicana tiene un sistema de esta naturaleza. Algunas universidades tienen un personal docente muy reducido contratado a tiempo completo, en la mayoría de los casos, si complementan su práctica docente con funciones administrativas. No existen estímulos económicos en función de méritos. La modalidad de contratación generalizada descansa sobre la base del pago por hora. Es decir, si una persona es docente y acepta impartir un curso universitario de 3 horas semanales a 500 pesos dominicanos por hora, su pago será de $1,500 pesos dominicanos por semana. Al mes, serán unos $6,000 pesos dominicanos. ¿Cuáles son los defectos de un sistema de contratación semejante desde el punto de vista académico? En primer lugar, obsérvese que se trata de un sistema de pago que no garantiza estabilidad económica para el docente. Si las horas estipuladas no pueden impartirse, ya sea porque no hubo suficiente demanda estudiantil para mantener abierto el curso, o porque el funcionario responsable de asignar la docencia decide reducir la carga de horas docentes, el salario del personal docente se reduce.
Por consiguiente, el profesorado se siente obligado a buscar la mayor cantidad de horas docentes posibles no importa que rompa con los mínimos criterios de racionalidad. Así por ejemplo, en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) un profesor o profesora debe laborar hasta 40 horas semanales de docencia presencial o en el aula (tope permitido) para poder disfrutar de un salario decente. Las universidades privadas, donde no existen tantas horas docentes como en la UASD, pero carecen de un sistema de contratación como el de las universidades mejor posicionadas internacionalmente, sólo sirven como complemento del salario de la mayoría de los docentes uasdianos o de profesionales que tienen un sueldo y complementan con estas universidades privadas un salario extra.
Es obvio que con semejante sistema no puede haber docencia de calidad. A medida que se imparten más horas presenciales semanales en un aula hay menos tiempo para prepararlas con detenimiento, para actualizarse y para tener el descanso necesario requerido para realizar el trabajo intelectual.
Agréguese que, como el incremento del salario depende exclusivamente del número de horas impartidas y no de los méritos académicos alcanzados, el profesorado se ve forzado a buscar más horas de clase para incrementar su salario no importando si esas horas implican impartir cursos de asignaturas pertenecientes a especialidades diferentes. De este modo, en la era del conocimiento especializado, donde un experto académico requiere de diez, quince y veinte años practicando una disciplina para convertirse en un experto de la misma, nuestras universidades tienen profesores que llegan a impartir cursos de cinco disciplinas diferentes. ¿Puede esperarse calidad de un sistema que promueva esta situación?
Finalmente, en un sistema de contratación como el señalado no existe ningún tipo de compromiso con la universidad como generadora de conocimientos. Como el único compromiso de la institución y el profesorado es el que se deriva de la contratación de pago por hora, el profesorado no está obligado a investigar, la universidad no tiene derecho a exigírselo. La contratación no es vinculante, el profesor sólo tiene el compromiso de impartir la clase presencial y la universidad de pagarle por las horas trabajadas. Cuando el curso termina, se termina el compromiso.
Implementar un sistema de contratación profesoral a tiempo completo requiere de ingentes recursos económicos, pero si el Estado dominicano hubiera tenido una política de educación superior coherente, hace décadas que se hubiera previsto como evitar esta situación, cómo obtener los recursos y establecer los mecanismos para que dichos recursos fueran invertidos en función de los propósitos deseados.
Si hubiera existido una política académica por parte del Estado dominicano, la UASD jamás se hubiera convertido en una universidad de la contención (véase mi artículo en este periódico sobre el problema), ni hubiera llegado a convertirse en una especie de zona franca donde el profesorado trabaja en condiciones de jornalero.
Con una política académica racional del Estado dominicano, no se hubiera permitido jamás la festinación de licencias para constituir universidades privadas que no tenían como propósito convertirse en centros de producción del conocimiento científico, ni disponían de la logística, del personal, ni de los recursos para lograrlo.
La forma de contratación profesoral no es la única deficiencia de las universidades dominicanas, aunque debe destacarse que, sin la resolución de la misma, no hay solución a las demás deficiencias del sistema de educación superior dominicano. En mi próximo artículo abordaré otras deficiencias de este sistema. Son tantas que deberíamos otorgar la medalla al cinismo a quienes señalan que las universidades dominicanas compiten internacionalmente con las mejores universidades del mundo. O tal vez no y hemos pecado de ignorantes, por lo que deberíamos pedir que nos esclarezcan el asombroso milagro consistente en poseer un sistema de universidades de calidad con un sistema de contratación que promueve la mediocridad.