Los últimos momentos en la vida de Jesucristo fueron tremendamente dolorosos. Se advierte en las escrituras una consecución de hechos que fueron llevando, paulatinamente, al colapso total a quien con su obra cambió al mundo para siempre. El Dr. Frederick Farrar, al referirse a la Pasión de Cristo prefiere resumirla conjugando todo lo supuesto en una sola palabra: “Una sinfonía del dolor”.

Movidos por los sentimientos que inspiran la muerte por crucifixión de Jesús, algunos historiadores, médicos y expertos en medicina forense han querido analizar, desde un punto de vista científico, aquel acontecimiento que conmueve al mundo aun en nuestros días; y han llegado a la conclusión de que la crucifixión era una pena capital concebida para causar el mayor grado de dolor a quien la padeciera, llevando al individuo a una muerte no solo agónica, sino también espantosa.

Cristo llevó a cabo su pasión transitando por lo que pudiéramos denominar fases de sufrimiento, cada una dolorosa en sí misma pero agravada una tras otra. Los evangelios nos cuentan la terrible angustia que sentía El Mesías previo a su captura, martirizado quizás por su inminente muerte. Según los evangelios, la noche antes del apresamiento, Jesús de Nazaret exudaba sangre y su plegaria, por demás atribulada, giraba en torno al deseo de suplicar al Padre la exoneración del dolor; el apartamiento de la copa que estaba a punto de probar.

La sudoración de sangre es explicable desde un punto de vista científico. A ese extraño fenómeno se le conoce como hematohidrosis, y se presenta cuando quien la padece está bajo una intensa tensión o estrés extremo. Normalmente, el flujo de sangre va precedido de fuertes dolores de cabeza o dolores abdominales, que fungen como aviso a la exudación de sangre a través de la piel. Si damos credibilidad a lo dicho por los evangelios, podemos concluir que incluso antes de la vejación el Maestro sufrió de una tremenda angustia, acompañada de un intenso dolor de cabeza que preveía un colapso inminente.

Sin embargo, para el Dr. Jorge Fuentes Aguirre, médico cirujano, el síndrome de estrés agudo no fue el único padecimiento de Jesús durante la pasión, sino otros que lo llevaron paulatinamente a la muerte. De acuerdo a las reflexiones del citado medico, Cristo murió de asfixia e insuficiencia cardiaca aguda, pudiendo presentar además un cuadro clínico de Hipertensión Arterial, Shock por Hipotensión, infarto al miocardio y muerte súbita.   

Imaginar el viacrucis de Jesucristo durante la pasión, conociendo parcialmente el desgaste físico previo a su arresto, nos invita a creer que el dolor experimentado durante el vejamen no fue para menos excesivo. Los romanos, por ejemplo, habían diseñado la flagelación para causar en el castigado el mayor grado de sufrimiento posible; cuando eran azotados con los instrumentos que pudieron haber aplicado en Jesús.

Los látigos usados por los romanos para escarmenar a los imputados de un delito estaban hechos de cuero, con dimensiones relativamente cortas, y con bolas de metal o pedazos de huesos de oveja que al enganchar la piel, desgarraban la espalda de la persona o producía profundas contusiones. De esa manera, y no de otra, fue azotado Jesucristo.

En su condición humana, al llegar a la cruz Jesús debió anhelar constantemente la muerte, más cuando sentía sus pies y manos perforados por los clavos. Para el Dr. Zugibe, si el nervio medio de las manos es perforado causaría un dolor tan intenso que no habría analgésico afectivo, y la perforación del nervio plantar del pie provocaría el mismo efecto.

La muerte violenta de Jesucristo fue, desde el punto de vista humano, una de las más crueles de la historia; desde el punto de vista social, una de las más conmovedoras, y desde el punto de vista religioso, la más redentora. Por ello, plantearse en este momento histórico de la humanidad el carácter divino de Jesús es importante, porque para muchos significaría una escapatoria a la vida licenciosa y de maldad, pero para los más escépticos debe ser sin dudas uno de los acontecimientos históricos más sublime, injusto y cruel que ha conocido la humanidad en miles de años.