Lastres, Colunga, España- “Allá arriba está el faro”, nos dice Mario- este fue uno de los principales puertos balleneros del Cantábrico en Asturias”.
“Cuando los barcos pesqueros divisaban las tres luces del faro en lontananza respiraban aliviados”, me informa mi amigo Mario, hijo y nieto de marineros mercantes, y me invita a pescar calamares en su yola con un motor extra bordo.
Lastres, “Llastres” en puro asturiano, es un pueblín que duerme siesta a la orilla del Cantábrico. Aquí todo es marino pero también es agrícola, porque hay montañas y mucho ganado bovino. Allá abajo, el mar y, mucho más arriba, encuadrado en un cielo azul perenne bajo unos eucaliptos milenarios a cuya sombra se encuentra el Museo del Jurásico de Asturias (esqueletos de dinosaurios prehistóricos), desfila todo el universo. Una postalita del paraíso terrenal.
Este museo jurásico y la serie televisiva Doctor Mateo, de Antena-3, ha vuelto a poner a Lastres en el mapa del mundo.
-Aquí no llegamos a las 3,000 personas, pues la juventud se ha fugado del área en busca de trabajo. Se han ido a Xixón (Gijón) y a Oviéu (Oviedo), la capital de Asturias.
El desempleo en España continúa sobrepasando el 20% (50% entre los jóvenes) y el gobierno sigue administrando al país con criterios de empresa privada, donde lo financiero es prioritario a menoscabo de la salud, la educación y los logros sociales. Ya España no es lo que era hace seis años, un estado de bienestar para todos los ciudadanos. Mientras tanto, los casos de corrupción se suceden unos a otros como la cosa más natural del mundo. Los partidos políticos prometen generalidades pero el país no acaba de recuperarse, aunque se pronostica un crecimiento de un 2% del PIB (Producto Interno Bruto) para este año, como si eso fuera a darle de comer a los que han perdido sus viviendas y tienen hambre.
Lo mismo de siempre como en todas partes.
Mi amigo Mario vivió varios años en Santo Domingo y allí experimentó en el área de los supermercados. Sin embargo, al cumplir la edad reglamentaria, retornó a sus raíces y se ha instalado aquí en Lastres, cuyo nombre original proviene de “Las Tres Luces”, el faro milenario que salvó a muchos marineros de una muerte segura.
La parte agrícola se llama “Luces”, hoy día convertida en una villa aledaña y, entre ambos (Lastres y Luces), se reparten el paraíso. Es una experiencia de otra galaxia.
En Lastres nació el renombrado matemático Agustín de Pedrayes (1800), famoso por sus ecuaciones de cálculo infinitesimal. También es de aquí el sacerdote jesuita Saturnino Marcilla, doctor en Derecho Canónico de la Universidad Javeriana de Bogotá y, como el Obispo Antonio Camilo González (Salcedo), ex capellán de la Aviación Militar Dominicana, además de presidente del Tribunal Eclesiástico.
A menos de 5 kilómetros hacia el Este (camino a Santander, Cantabria) se encuentra Colunga, la capital del Concejo, donde nació uno de los traductores bíblicos de la Biblia Nácar-Colunga (1940), Alberto Colunga Cueto, de la Orden de los Dominicos, a la cual habían pertenecido también Fray Bartolomé de Las Casas y Fray Antón de Montesinos, ambos muy relacionados con nuestra isla, cuyo nombre se debe al fundador de esa Orden, Santo Domingo de Guzmán.
Al lado de Colunga se encuentra “La Isla”, el pueblo donde nació Luis González-Posada, aquel jesuita que se metió en un bolsillo por unos años al dictador Rafael Trujillo Molina, quien, a su vez, le sacó de las costillas al pueblo dominicano las dos Manresas: Manresa Loyola (para hombres) y Manresa Altagracia (para mujeres). González-Posada fue también uno de los artífices del Concordato del 1954, todavía vigente entre la Republica Dominicana y el Vaticano. Al final, debido a chismes e intrigas de sus adláteres, Trujillo terminó expulsando del país a González Posada.
Otro de los logros del jesuita asturiano fue el Politécnico Loyola de San Cristóbal, junto a otro jesuita asturiano de nombre Ángel Arias, primer rector-fundador del Politécnico. Ambos están enterrados en el pequeño cementerio de Manresa Loyola, Haina, frente a frente al Mar Caribe.
Más allá de La Isla, camino a Ribadesella, donde vivió el dictador Fulgencio Batista, se encuentra Caravia, otro pueblo marinero de donde son oriundos los hermanos González-Cutre, también jesuitas. Uno de ellos fue misionero en China y luego vivió por varios años en Santo Domingo, donde fue director espiritual del Seminario Santo Tomás de Aquino en la década de los años 50. Fue quien reclutó para la Compañía de Jesús a Juan Emilio Montalvo Arzeno (mocano), sociólogo jesuita, en cuyo honor se llama el Centro de Investigaciones sociológicas de la Pontificia Universidad Madre y Maestra de Santiago.
-Te invito a comer un centollo del Cantábrico a uno de los lugares más típicos de Lastres-me dice Mario. Se trata de la “Casa Eutimio”, camino al muelle y donde vienen a almorzar a veces Felipe VI y Doña Leticia, una asturiana de pura cepa. Antes de ser reyes fueron los Príncipes de Asturias, título que siempre comparten los herederos de la Corona Española antes de ser reyes.
Es importante observar que aquí hay 12 restaurantes en un perímetro de tres kilómetros y medio, lo cual nos da una idea de que, proporcionalmente, aquí hay más restaurantes que gente y que el turismo gastronómico, además de la pesca, es un factor esencial en Lastres.
Esto nos trae a la memoria el caso de Santo Domingo, donde hay 15 “universidades” concentradas en el casco principal de la ciudad, en un perímetro de menos de diez kilómetros cuadrados (en un país con más del 45% de analfabetismo funcional), un verdadero manicomio virtual, por no decir otra cosa peor.
Cuando nos traen el centollo humeante, con un aroma y un frescor irresistibles, notamos que quien nos lo trae desde la cocina es un joven con aire de puro dominicano. Se llama Milito y nació en un campito cercano a Puerto Plata.
-¿Y qué haces tú por estas vecindades, muchacho err diablo?- le pregunto.
-Adió, bucándomela como una vaca loca.
-¿No será buscándotela como un toro bravo?
-No, como una vaca loca, porque me fugué de Santo Domingo degaritándome pa donde eta madre-madrata de España y resuita y viene a sei que aquí no hay trabajo. Me gano la vida fregando má plato quel carajo pa no morime de la jambre.
– ¿Y por qué no te regresas a Santo Domingo?
– Adió… ¿Y é fácil? ¿Quién aguanta a eso maidito político hablando tanta caballá, sin agua ni lú ni ná de ná?
Y ahí fue cuando se me atragantó el centollo.