Este año se conmemoran 150 años de la publicación de El origen del hombre. Agustín Fuentes, antropólogo de la Universidad de Princeton, ha publicado en la revista Science un artículo referente al acontecimiento. (Science, 21 de mayo 2021, vol. 372, Issue 6,544, p. 769).

Fuentes recupera la importancia del texto fundacional de Charles Darwin desde el punto de vista filosófico. Una idea imperante en la cultura occidental hasta la consolidación de la perspectiva darwinista era que los seres humanos poseían una naturaleza muy distinta a la de los animales, que habían sido creados de un modo separado. El origen del hombre nos situó como parte de una cadena evolutiva interrelacionada donde nuestra presunción quedaba significativamente afectada.

El título original del libro en ingles (The Descent of Man and Selection in Relation to Sex) subraya, como señala Fuentes, este simbólico descenso del ser humano desde la condición especial en que había sido colocado a la condición animal.

Además, el título subraya uno de los tópicos filosóficos más rupturistas de Darwin, el móvil de la evolución, una selección natural regida por el azar que permite la perpetuación de las especies más aptas para reproducirse y adaptarse al entorno en vez de un proceso teleológico donde no interviene el azar.

Al mismo tiempo, Fuentes señala las sombras en la obra de Darwin como son sus supuestos racistas, etnocentristas y colonialistas.

Hace unos siete años publiqué un libro titulado Las tensiones de Thomas Kuhn, donde afirmé que los pensadores revolucionarios son educados en instituciones que conservan una serie de prejuicios predominantes e interactúan con colegas que sostienen estos prejuicios, lo que contribuye a que dichos espíritus innovadores experimenten tensiones entre las ideas que han aprendido y aquellas que incorporan como parte de una nueva visión del mundo.

Como protagonistas de un colectivo inconforme y crítico cuestionan muchos de los supuestos predominantes de la tradición. Pero al mismo tiempo, educados por sus mentores, conservan algunos de los prejuicios que constituyen la imagen del mundo que terminarán socavando.

Creo que el caso es aplicable a El origen del hombre y a su autor. Su libro, revolucionario, socava los fundamentos de una cosmovisión antigua que nos concebía como entes estáticos respondiendo a un plan predeterminado. Pero al mismo  tiempo, la obra conserva supuestos propios de esa imagen del mundo que permite justificar ideas premodernas.

El examen de las tensiones intelectuales de los pensadores innovadores corrobora la perspectiva de Fuentes consistente en que las teorías científicas no deben ser estudiadas al margen de su contexto histórico, como se asumió en el pasado, pero tampoco condenadas por sus supuestos reprobables, como ha puesto de moda la cultura de la cancelación.

Por el contrario, dichos autores, sin ser idolatrados ni vilipendiados, deben ser analizados esclareciendo sus teorías desde una mirada integral y explicitando el origen de sus principales supuestos y contradicciones.