Los dirigentes actuales del movimiento revolucionarios son los responsables de empezar a resolver las tareas pendientes de la revolución. Solo en ellos recae la misión histórica de sacar a flote tantos años de luchas, trabajos y sacrificios para alcanzar una sociedad más justa, con justicia social y verdadera democracia.

Las tareas son múltiples. Lo conveniente está en conversar, verse la cara, para limar aspereza y enfrentar con valor, las debilidades, a la luz de la teoría revolucionaria. Y cambiar el rumbo que nos mantiene al margen del motor que mueve la historia.

La falta de unidad, la dispersión y el alejamiento de la población y los trabajadores, son los males que más daño hacen a la revolución. Deprimen, frustran y muchas veces caen, simpatizantes, militantes y dirigentes, en los brazos de los partidos corruptos que se alternan el poder. Y es que la política de hoy, lo que no da resultado, la gente no le hace caso.

 No es correcto, llora ante la presencia de Dios, que el llamado a la unidad de las fuerzas revolucionarias caiga en el vacío. Y, mucho menos, que los mismos dirigentes llamen a la unidad, cuando ellos son los encargados de encauzar el proceso unitario. Es tiempo de dar señales tangibles de acercamientos en serio. Son positivas las declaraciones conjuntas locales; también la solidaridad con los pueblos hermanos en luchas. Pero se necesita de algo más que despierte la esperanza, el entusiasmo consciente.

He dicho, reitero de nuevo, que se avecinan grandes jornadas de lucha y solo con la unidad de las fuerzas revolucionarias, movimientos sociales y populares, podemos salir airosos. Meter la cabeza en la arena, para esperar sacarla cuando pase la tormenta, es un acto de irresponsabilidad imperdonable. El momento requiere marchar unidos, con una dirección y organización unitaria, en todas las movilizaciones de la población y los trabajadores.

Admito que las tareas no son fáciles. Las debilidades del movimiento, muchas veces, obstaculizan el diálogo, entendimiento y poner en práctica lo acordado. Sin embargo, si no comprenden que estamos como la vaca de doña Nena… seguiremos rumiando la falta de objetividad, profundizando el aislamiento con las masas y sus organizaciones.

La sociedad necesita una nueva forma de hacer política, dirigentes y militantes entregados a la causa común y divorciado de las actividades corruptas desde y fuera del poder, y solo los revolucionarios tienen esa prerrogativa. Es tiempo de emerger con hombres y mujeres en todo el territorio nacional, llevando una concepción democrática y anticorrupción que, eduque y organice a la población para luchar por sus intereses.

Postergar el compromiso histórico de unidad para alimentar nuestra parcela, es un error. Se puede luchar en conjunto, con pasos concretos, y fortalecer las organizaciones partidarias. Lo que hay que vencer es el protagonismo y el sectarismo; la visión superficial de los acontecimientos en movimientos, y, sustituirlo por el análisis objetivo que permite distinguir el desplazamiento de las variables internas de los fenómenos.

Si no se cambia la forma de hacer política, seguiremos dando vergüenza en plazas, ciudades, zona rural, y calles; ni decir en las fábricas, universidades, escuelas, clubes y barrios. Sentarse a discutir las tareas pendientes es fundamental, si queremos seguir llevando, con dignidad, la palabra revolución en la boca.

 La pelota está en su cancha. Esperamos conversar, marchar, ir de las manos y luchar unidos para crear una nueva alternativa política que pueda dirigir la lucha, por sus reivindicaciones, de la población y los trabajadores, y disputar en cualquier escenario, con los partidos que se alternan el poder.