El triste espectáculo que hizo la oposición en las pasadas elecciones al oponer seis candidaturas presidenciales separadas a la reelección de Danilo Medina, no puede ser superado con acciones aisladas en el plano de la movilización o apelando a tribunales que ya han sentado jurisprudencia de parcialidad política.
La escasa claridad que tuvieron los dirigentes opositores en conjunto le arrojó un resultado político muy inferior a sus posibilidades y a la disposición de gran parte de la población de resistir la reelección del Presidente, de senadores, diputados y alcaldes que ahora repiten por cuatro años.
Las denuncias de fraude, uso de fondos y poderes públicos, los arrebatos y la postrera “unidad opositora” para tratar de ponerlos en evidencia y hasta revertirlos, agotaron su ciclo útil y está llegando la hora de saber si los opositores comenzarán a prepararse para forjar una alternativa de poder nacional para las elecciones de 2020, o si por el contrario van a seguir con el hocico abierto dando vueltas para tratar de morderse el rabo como hacen algunos perros, no todos.
Para no ser solo crítico, voy a aportar algunas sugerencias que considero útiles para perfilar un panorama más prometedor primero para el pueblo dominicano y luego para los partidos opositores.
Lo esencial ahora es poner la mira clara hacia adelante y no degastar fuerzas inútilmente en proyectos sin posibilidad de éxito real, como fue la irrupción de candidatos en la sala del Tribunal Superior Electoral y peor aun, el llamado a paro en Santo Domingo Este para reclamar la anulación de las elecciones allí.
Si los opositores piensan en el pueblo dominicano y ven sus fuerzas reales, lo aconsejable sería que se encaminen a forjar una verdadera unidad de abajo hacia arriba en tres direcciones:
1-. Para levantar programas locales de lucha en los municipios sobre necesidades fundamentales que serían impulsados por la unidad de los regidores opositores en los cabildos en articulación con las organizaciones populares para hacer esos reclamos con manifestaciones pacíficas, pero verdaderamente masivas e incluyentes.
2-. En un proceso de discusión democrática de los diputados y senadores opositores, elaborar un programa legislativo esencial de reformas políticas para impulsarlo en el Congreso Nacional, a la par que cada legislador abandona las prácticas clientelares y promueve la lucha de las organizaciones sociales, sindicales y culturales por esas transformaciones, con la mira puesta a crear situaciones similares al reclamo del 4% para la educación que se tornó un consenso nacional y no se pudo seguir negando su aplicación.
3-. Combinar armoniosamente estos dos grandes frentes de lucha con un proceso de discusión democrática en todos los partidos opositores para sentar las bases para dirigir colectivamente la lucha parlamentaria en el Congreso y los cabildos, con la movilización social y popular como fragua para ir construyendo una verdadera alternativa de poder para las elecciones de 2020 u otros escenarios políticos que puedan irrumpir.
Las reformas políticas que ya reclaman hasta los complacientes empresarios que van a las cenas de recaudación de fondos de los candidatos presidenciales llevando millones de pesos (a veces en dólares) como contribución, no pueden ser el resultado de un “pacto político” de cúpulas salvo que los opositores quieran caer en la trampa de aislar al pueblo de la discusión y de presionar la decisión que más conviene al país.
Sin movilizar a la mayoría del pueblo dominicano –y contribuir a organizarlo- para impulsar las reformas políticas, la actual demanda se convertirá en otra farsa que no cambia nada para promover mayor equidad y oportunidad de participación para quienes no disponen de millones para “invertir” en elecciones.
Hay dos extremos para abordar las reformas políticas: un pacto-reparto de cúpulas para no cambiar nada y aislar al pueblo; y plantearse ir a una Asamblea Constituyente por voto popular que en la actual coyuntura no tiene fuerzas para materializarse.
Ante esa realidad, lo aconsejable es unir a los parlamentarios opositores y movilizar al pueblo para la reforma posible en un Congreso donde la mayoría es del Gobierno-PLD.
No es posible crear una fuerza política con vocación de poder haciendo reuniones en frío para potenciar candidaturas en partidos desvinculados de la lucha reivindicativa diaria de las grandes masas, porque por más bonita que sea la “fórmula electoral unitaria”, sus dirigentes no podrán lograr arraigo en el pueblo si no lo acompañan en sus reclamos y en cambio están ausentes de su sufrimiento cotidiano.
Falta por ver ahora si los opositores están dispuestos a pagar el precio necesario para plantearse realmente ser una alternativa política o por el contrario seguirán forjando su acervo opositor sin ninguna esperanza para el pueblo.
Espero que en el futuro inmediato los dirigentes políticos opositores no sean lo que conocemos de ellos, sino lo que no conocemos de ellos y le reclama el pueblo.