La Historia es aleccionadora. Ella constituye el pasado de la humanidad, que alguien ha definido como una destrucción del presente. Todo un formidable archivo.

No es necesario ir donde pitonisas para que nos lean la taza y digan el futuro inmediato. La Historia es mucho más certera y confiable que cualquiera de los agoreros que deambulan por ahí.

Ella, la Historia, envía señales. Algunas requieren elucubraciones profundas para descifrarlas, otras lucen ser precisas y claras.

Los grandes imperios (bizantino, egipcio, otomano, griego, romano, alemán, ruso, etc.) cuando están en el cenit de su poder e influencia, suelen entrar en decadencia. Desde esa altura comienza, entonces, a formarse la curva de la precipitación. Las señales comienzan a verse claramente. La primera es la degradación moral, luego sigue la económica, llegan plagas y contratiempos sociales en todos los renglones.

Pero este comportamiento social no sólo ocurre entre los imperios. Le ocurre también a regiones y países. Así interpreto lo que está sucediendo con el actual partido gobernante en la República Dominicana.

Las señales están ahí: arropado por hechos y serias denuncias de corrupción, violaciones, permisibilidades, generalizada criminalidad en el país, incremento del sicariato, incremento del narcotráfico, vergonzosos resultados de la educación escolar, descrédito policial y creciente falta de confianza en el mismo gobierno.

Esa misma Historia que nos remite señales, profundiza en éstas y nos indica que la ruina de los morados los consume y destruye. Confirmado en las encuestas.

Así podemos interpretar la desesperada búsqueda de impunidades a través de una Justicia hecha a su medida, sindicalización descubierta en graves delitos, la permisibilidad en la cual operó a la vista de todos un capo como El Abusador, la chapucería electoral en sus elecciones internas que terminó en una letal división política, la chapucera intentona de realizar un fraude en las elecciones municipales (que ha provocado la más enérgica y radical protesta de la sociedad dominicana), intolerancia con la prensa y el rechazo de sectores sindicales y religiosos.

Ahora, para rematar el asunto, sale a la luz el demoledor informe del Departamento de Estado de los USA. ¿Podemos confiar plenamente en los norteamericanos? Suelo mirar ese tipo de informe con algo más potente que mis lentes habituales. Pero el caso es que quienes vivimos en el país sabemos que hay veracidad en el informe de marras.

En el mismo hecho que distintos e importantes sectores sociales y políticos hayan tenido que reunirse a pactar, tratando de detener la crisis de confianza, genera confirmación en las ojerizas de los dominicanos y, como veo las señales, hace más culposos a los amoratados.

En un hecho más simple, también constituye otra señal el sistemático comportamiento errático del candidato oficial del partido gobernante. Obviamente ahí escogieron mal. Los errores y tantas referencias (me lucen groseras) de la candidata vicepresidencial del mismo partido a su rival esposo, es otra inequívoca señal de que a los grandes señores del palacio ya le han tirado el…

¡Telón!