Decía recientemente un columnista de El País que ninguna de las potencias donde domina la rama sunní del Islam (Arabia Saudita, Egipto, Turquía) están interesadas en la derrota del sunnita “Estado Islámico”, y mucho menos Israel, el Israel que le brinda  los mejores servicios hospitalarios a sus heridos, amén de apoyo logístico.

El “Estado Islámico” es una creación demoníaca concebida, entre otras cosas para enfrentar a la gran potencia chiíta de Irán y sus aliados, propiciar una limpieza étnica y religiosa y fragmentar el mapa del cercano y medio oriente. Por eso las ruinas de Palmira son hoy las ruinas humeantes de Siria, un país sometido desde hace años al acoso de un ejército de fanáticos financiado en gran parte por los sauditas, destruido y reducido territorialmente.

En Palmira se inspiró el conde de Volney (posible contracción de Voltaire y Ferney) para escribir uno de los libros más importantes de la historia, “Las ruinas de Palmira”, unas “Meditaciones Sobre Las Revoluciones de los Imperios” (1791), y “sus dioses (que) tuvieron tanto poder…pero cayeron…

Volney o Constantin-François Chasseboeuf de La Giraudais (1757-1820), fue uno de los personajes más extraordinarios de su época, “uno de los más ilustres sabios y escritores franceses del siglo XVIII”, un liberal que “proclama en esta obra un ateísmo tolerante, la libertad y la igualdad”, que en esta obra “pone en un mismo plano a la religión católica y a las demás religiones. Nada extraña que el Vaticano la incluyera “en el Índice de Libros prohibidos”.

Leer al tolerante y plácido Volney ahora que reina en las ruinas de Palmira el ambiente de intolerancia del “Estado Islámico” que crucifica y quema vivos a cristianos y otros “infieles”,  es una cura en salud para el espíritu, para todos los que no pasan por alto el carácter premonitorio de la obra en relación a los imperios que caen y siguen cayendo”:

“Aquí, me dije, aquí se alzó en otro tiempo una ciudad opulenta; aquí existió un imperio poderoso.

Pero ahora, he aquí lo que resta de una ciudad tan poderosa, ¡un lúgubre esqueleto! He aquí lo que queda de una vasta dominación, ¡un recuerdo confuso y vago! Al concurso estrepitoso que se reunía bajo estos pórticos, ha sucedido la soledad de la muerte. El silencio de las tumbas reemplaza ahora el bullicio de las plazas públicas.

La opulencia de una ciudad mercantil, se ha cambiado en una miseria horrorosa. Los palacios de los reyes, se han convertido en guaridas de fieras; los ganados, se acogen en el umbral de los templos y los reptiles inmundos habitan los santuarios de los Dioses… ¡Ah! ¡Cómo se ha eclipsado tanta gloria!… ¡Cómo se han perdido tantos afanes!… ¡Así perecen las obras de los hombres! ¡Así sucumben los imperios y las naciones!”

Conde de Volney