El mundo espiritual dominicano, no solo es diverso y múltiple, sino también de procedencia variada producto de la propia complejidad étnico-cultural de la dominicanidad y sus procesos migratorios.

Es obvio que un estudio mínimamente complejo y a profundidad de la espiritualidad nuestra arrojaría, al mismo tiempo, una profunda fe espiritual de nuestra población, así como una sistemática correlación entre ese mundo sagrado y la construcción y desarrollo de nuestras identidades culturales.

La impronta católica en la dimensión sacra dominicana nos obliga a omitir en absoluto otros aportes y presencia religiosa en nuestra tierra. Así vemos que muy tempranamente, llegaron poblaciones inmigrantes que expresaban sentimientos religiosos contrarios, como africanos, vestigios de las creencias aborígenes, que mas tarde se mestizaron con el catolicismo conformando procesos sincréticos que devinieron en cultos afroamericanos importantes en la composición religiosa del pueblo dominicano. A estos procesos socio históricos y antropológicos, más tarde se sumaron expresiones tempranas de protestantismo desde el propio siglo XVI, decisivo en la conformación del criollismo nacional.

Sin embargo, es notorio que el siglo XIX encabeza la primacía en la fase inicial de llegada de importantes expresiones religiosas protestantes venidas desde procedencias diferentes: el sur de los Estados Unidos, a través de los llamados negros libertos traídos por el gobernante haitiano Jean Pierre Boyer y asentados en la parte norte de la isla.

Como parte de un acopio de la diversidad cultural enunciada ya por la UNESCO desde mediados del siglo XX, el sistema educativo nacional hace bien integrando en sus estrategias de enseñanza capítulos enteros a las religiones del país

Luego de estas primarias manifestaciones de ontogenia, se desarrollaron acontecimientos y hechos particulares durante el siglo XX que terminaron por recomponer el mapa religioso dominicano, sobre todo, desde la segunda mitad del siglo XX, expresado hoy en una importante representación, presencia, militancia y aportes de estas iglesias protestantes al conjunto social y traducido este en una inequívoca proyección social e incidencia en la vida nacional: educación, proyectos de bienestar social, radio, universidades, política, vida profesional, salud social, entre otros espacios sociales.

Como parte de una historia que relaciona cultura y sociedad, estos procesos matizados por la dimensión religiosa deben ser compartidos por el sistema educativo nacional como parte de una nueva manera de explicar los hechos del pasado en los cuales también lo sagrado ha sido parte, del tejido social y cultural. 

Innegablemente que este nuevo protagonismo obliga a una redefinición conceptual y perceptiva acerca del alcance de estas religiones en la sociedad dominicana de hoy. Sus aportes, sea económicos, de feligresía, sociales, culturales y de otro tipo, condiciona la manera que debe ser abordado su impacto en la sociedad dominicana.

El conocimiento, estudio, tejido social, inversión social, presencia real en el mundo sagrado dominicano son ya temas de la agenda nacional. Sus declaraciones publicas dan una importancia social a sus lideres que, si bien no alcanza aun la que tiene la iglesia católica, no deja de tener valor en lo político, lo social, lo educativo.

La necesidad de conocer de cerca y por intermedio de sus fuentes, interlocutores y portavoces autorizados, la presencia, desarrollo, evolución, si las hay, y por supuesto, su situación actual, se convierte en las fronteras misma de este escrito, como dice su enunciado titular, es una aproximación, pues han de venir luego investigaciones y escritos mas puntuales y complejos de la totalidad del tema abordado que completen informaciones y aporten a su conocimiento.

Igualmente, importante resulta un adecuado uso curricular de estos contenidos como parte de las asignaturas que imparten el área religiosa de la currícula como Formación humana, integral y religiosa, pues de esa manera se amplían las visiones y expresan estos contenidos la complejidad espiritual de un pueblo que, como el nuestro, ha mestizado todas sus expresiones culturales incluidas la sagrada. Para el Estado Dominicano y el propio sistema religioso protestante, este estudio se ha de tener como referente, no como inventario, pues no es un censo, más bien, un marco social que destaque su impacto e importancia en la sociedad dominicana.

La constitución dominicana ha reconocido la importancia y la incidencia de la población religiosa protestante tomando disposiciones que inician el reconocimiento de sus derechos y aportes a la sociedad a través de sus distintos programas y acciones sociales.

El correlato entre Estado, instituciones públicas, iglesias protestantes, feligresía y sociedad, debe establecerse como marco de las interacciones, tanto para el sector público, los gobiernos y sus políticas públicas, como para las propias religiones protestantes que lo tendrían como marco de apoyo en su relación con los demás.

La necesidad de un estudio pormenorizado sobre el impacto social de estas religiones en la sociedad dominicana, una vez logrado estos propósitos, ha de servir como instrumento para gobiernos e instituciones, además de las iglesias protestantes, para definir, priorizar y particularizar políticas y programas con la sociedad y su propia feligresía, pero, sobre todo, enfatizando su presencia sagrada en la sociedad dominicana, su peso social y su compromiso con el desarrollo y los retos del porvenir en lo espiritual y lo social.

Como parte de un acopio de la diversidad cultural enunciada ya por la UNESCO desde mediados del siglo XX, el sistema educativo nacional hace bien integrando en sus estrategias de enseñanza capítulos enteros a las religiones del país, en este caso las protestantes, cumpliendo con el carácter democrático, incluyente y constitucional del país, además de destacar uno de los ángulos sociales del aporte de estas religiones en el país ha sido en el sistema educativo con colegios y universidades que pasan a engrosar el sistema nacional de educación. Por tanto, su presencia en la propia educación nacional requiere por demás, una perspectiva que tome en cuenta a estas religiones.