Relacionarnos con el miedo pocas veces ha sido una prioridad.  Las cosas más relevantes de las agendas personales y sociales tienen un fuerte matiz económico. Lo que se ha priorizado ha sido la generación de ingresos, cómo se distribuyen dichos ingresos y cómo alcanzar o mantener un status que garantice el poder y el bienestar. La relación con el mundo afectivo y psíquico se ha tratado desde distintos puntos de vistas, siempre con cierto grado de menosprecio: como una cuestión personal que cada uno debe resolver buscando asistencia especializada (lo que la hace restrictiva para aquellas personas que no tienen recursos para pagar dichas consultas), como un tabú ya que es una cuestión que se tiende a asociar con lo débil y desequilibrado; o como una herramienta usada para manipular.

Otro factor importante es la ficción que se asocia con dicho miedo. Nunca estamos tan expuestos a los juegos de la ficción como cuando nos controla el miedo

El Covid-19 ha mostrado, en más de una ocasión, que las políticas del Estado responden al modelo de negocios. El Estado y las sociedades se manejan bajo la lógica del mercado y, los ciudadanos, han adoptado dicha política bajo el paradigma del empresario exitoso. Por lo tanto, tenemos un Estado-empresa, pero no un Estado creador de condiciones verdaderamente humanas que priorice las dimensiones más fundamentales para garantizar un entorno verdaderamente humano en toda su integridad (moral, psíquica, afectiva, política, económica y socialmente). Como consecuencia tenemos una sociedad que aspira a crecer en democracia, pero que no tiene los medios más esenciales para enfrentar situaciones de riesgo. La crisis social, económica y sanitaria se hace presente y no estamos preparados para enfrentarla. Con dicha crisis, el miedo se ha hecho presente y tampoco estamos preparados para enfrentarlo.

En una sociedad habitada por el miedo, se hace patente la carencia, inseguridad y debilidad de sus instituciones. De ahí que no se tengan soluciones comunes para enfrentar la crisis. Cada uno busca su salvación y lo hace a ciegas porque el miedo no le deja ver el panorama más amplio. Pero terminar adoptando un juicio moral respecto a esas acciones no sería prudente. Esto se debe matizar con el contexto de un Estado que por la configuración política que tiene, fomenta el miedo: no se tienen hospitales debidamente equipados con personal preparado; tampoco una seguridad social sólida y mucho menos una ciudadanía que confía en sus autoridades debido a los constantes actos de corrupción e impunidad que se han hecho presentes. Por lo que buscar la salvación como se pueda parece ser lo más pertinente.

Si no conocemos nuestros miedos y nos relacionamos con ellos, abrimos la posibilidad de que otros los puedan conocer y llegar a sacar provecho de ello. Que cada uno busque su salvación es una acción perfecta para un Estado que no quiera comprometerse con sus ciudadanos. De igual forma, que estemos tan llenos de miedo que no podamos pensar claramente es muy beneficioso para que no se puedan hacer las propuestas y los compromisos que realmente necesitamos para garantizar un entorno humano para todos. Otro factor importante es la ficción que se asocia con dicho miedo. Nunca estamos tan expuestos a los juegos de la ficción como cuando nos controla el miedo. De ahí que cientos de personas se expongan al peligro de contagiarse para recibir la gracia de Dios que viene a través del ¨Peregrino de Puerto Plata¨. Por lo tanto, debemos buscar los medios para conocer qué nos da miedo y cómo podemos manejar ese miedo de forma saludable. Esto nos ayudaría a ser personas que viven mejor su humanidad y que, por tanto, pueden asumir y exigir lo que una sociedad verdaderamente democrática necesita.