Leyendo en estos días informaciones sobre las actividades de nuestros candidatos, que por cierto poco hablan de sus programas de gobierno, me acordé de una lapidaria frase dicha por uno de los candidatos a la presidencia del gobierno de España en la reciente campaña. Dijo: “Como tengamos que esperar a que Dios nos mande algunas indicaciones económicas, vamos listos… ¡Vamos listos!”.
No sé si los aspirantes a la poltrona del Palacio Nacional piensan igual que su homólogo español. En todo caso, me permito recoger algunos pensamientos de Dios, que encontramos en el texto sagrado porque estoy seguro servirían al sr Danilo Medina y a Hipólito Mejía, para diseñar un programa de gobierno correcto, justo y pensado para beneficiar a los más pobres, a los más necesitados y no tanto a satisfacer la voracidad de los mercados y de los poderosos.
Son sugerencias de Dios que, desde luego, se enmarcan en el nivel de los principios y valores, no en el de las normativas concretas, que eso es a los humanos a los que toca hacer. Dios no les va a susurrar a nuestros candidatos nada al oído que no sea proponerles que consideren algunas ideas propuestas a los hombres desde antaño.
Podríamos empezar por el “No robarás… No codiciarás los bienes de tu prójimo” y seguir con aquello de “No maltratarás ni oprimirás al emigrante… No explotarás a viudas ni a huérfanos…”
Y, ¿qué tal este otro?: “Si prestas dinero a alguien… a un pobre que habita contigo, no serás con él un usurero cargándole intereses”.
Del libro del Deuteronomio podríamos tomar esa ordenanza que prohibía hacer algo tan malo como explotar a los trabajadores: “No explotarás al jornalero, pobre y necesitado, sea hermano tuyo o emigrante que vive en tu tierra, en tu ciudad… No defraudarás el derecho del emigrante y del huérfano ni tomarás en prenda las ropas de la viuda”.
En el libro de los Proverbios encontramos este principio, por demás antiguo: “Más vale poco con justicia que muchas ganancias injustas”.
Y, para saber en quienes tienen que pensar primero, plantea esto: “Sé voz de quien no tiene voz, defensor del hombre desvalido, pronuncia sentencias justas, defiende al pobre desprotegido”.
Oportunos serían también pensamientos como: “Quien ama el dinero nunca se sacia”; “el que procede con justicia y habla con rectitud, y rehúsa el lucro de la opresión, el que sacude la mano rechazando el soborno y tapa su oído a propuestas sanguinarias… ése habitará en lo alto, tendrá su alcázar en un picacho rocoso, con abasto de pan y provisión de agua”.
Sería muy oportuno también recordar la regla de oro de Jesús: “Todo lo que quieran que haga la gente con ustedes, háganlo ustedes con ella”. Para él esta norma tenía valor sagrado, divino. Yo no sé si nuestros candidatos son o no creyentes; en todo caso, esta propuesta es válida para los laicos y, desde luego, tiene un profundo valor democrático.
Ya sé que con estos principios, y otros muchos que podríamos traer a colación, ni A. Smith, ni J.M. Keynes elaboraron sus teorías económicas, teorías que, por otro lado, han llevado al mundo a una crisis global sin precedentes en la historia.
De todos modos, bien harían quienes quieren presidirnos a todos los dominicanos en tenerlos en cuenta porque les ayudarían, y mucho, a encontrar la verdad, a practicar la justicia y procurar con pasión la paz porque “el quiera ser el primero sea el servidor de todos”
Claro, Dios como economista es un verdadero desastre. Sólo a alguien como Él se le ocurre contratar para trabajar en su viña a unos jornaleros cuando queda una sola hora de sol para recoger los racimos y pagarles el mismo salario acordado con los que se fajaron en la viña desde la primera hora.