La escogencia de los candidatos a cargos de elección popular mediante elecciones primarias constituye uno de los grandes aportes del movimiento progresista al sistema político de los Estados Unidos.

Cuando surgió el progresismo, 1890-1914, el sistema de partidos de los Estados Unidos se encontraba afectado por una profunda corrupción, a tal extremo que la mayoría de las candidaturas, sobre todo las de senadores, les eran vendidas como mercancía a los ricos.

El control de las élites partidarias sobre las candidaturas, que eran legitimadas en los caucus, les permitía disponer libremente de ellas, tal y como ocurrió en nuestro país durante la escogencia de los candidatos de las pasadas elecciones.

Empujados por esta realidad, en el año 1889 en Minnesota, en el nivel estatal y en el 1901 en Florida, en el presidencial, para poder liberar las candidaturas de las garras de las oligarquías partidarias, principalmente del Partido Republicano, se instauraron por primera vez las elecciones primarias.

Lo mismo que el sistema electoral, las primarias son bastante complejas en los Estados Unidos, lo que se puede comprobar al observar la diversidad de modalidades de primarias que se utilizan, como son: 1) abiertas, en las cuales los electores, sin importar su afiliación, pueden participar en las elecciones de cualquiera de los partidos; 2) cerradas, en las que los electores únicamente pueden votar por el partido en que se encuentran registrados; 3) semicerradas, en las que los afiliados solo pueden votar en las primarias del partido al cual pertenecen, pero los no afiliados a ningún partido pueden votar, sin necesidad de afiliarse, en las primarias de uno cualquiera de los partidos.

Países como Uruguay, Argentina, Honduras y Chile, interesados en la democratización de sus partidos políticos, han adoptado la modalidad de elecciones primarias y obtenido excelentes resultados. Todos tienen en común que la organización de las primarias están a cargo de sus órganos electorales.

Sin embargo, el caso más antiguo y paradigmático de Latinoamérica es el de Uruguay que, producto de la reforma electoral del año 1997, adoptó con gran éxito la modalidad de elecciones primarias abiertas y simultáneas.

Como en su momento ocurrió con los de los Estados Unidos, la escogencia de las candidaturas, por parte de los diversos partidos políticos, el mismo día y bajo la conducción de la Corte Electoral, consolidó y democratizó el sistema de partidos de Uruguay, que es el modelo ideal para ser aplicado en nuestro país, en procura de recuperar la credibilidad del sistema de partidos.

Con la sola implementación de la modalidad de primarias abiertas y simultáneas, bajo la conducción de la Junta Central Electoral, las élites partidarias darían un gran salto hacia la democratización y la consolidación de los partidos. Para lograrlo se hace necesario superar la cultura de coyuntura con que se comporta el liderazgo político. En caso contrario, las tendencias que tengan mayor simpatía a lo interno de sus partidos, se opondrán a las primarias abiertas y simultáneas, las cuales, en cambio, serán apoyadas por las corrientes partidarias que disfruten de mayor simpatía al exterior de los partidos, ignorando que lo que es favorable actualmente es muy probable que sea todo lo contrario en el porvenir.

En el debate sobre la Ley de Partidos, la cual todo parece indicar que por fin será aprobada, se encuentra presente la incorporación de las primarias abiertas y simultáneas. Pero para que esta norma cumpla con el objetivo de contribuir, eficazmente, con la democratización y la transparencia de los partidos políticos, es imprescindible evitar que sea un traje hecho a la medida de los intereses coyunturales de sus élites.