El problema de la democracia dominicana tiene su origen en la práctica antidemocrática que a diario se da en los partidos, entes supuestos a propiciar un modelo de participación igualitaria entre sus miembros que nunca han ensayado. Las elites dominantes de las organizaciones políticas han tenido siempre la sartén por el mango y las formas de elección interna les garantizan el predominio no sólo de sus partidos, sino de un sistema prostituido a base de privilegios y métodos de perpetuación que promueven todos los vicios conocidos de nuestra actividad política.
El país ha desperdiciado excepcionales oportunidades de romper con ese anacronismo. Y si nuevamente perdemos esa oportunidad en el fondo todo seguirá igual, a despecho del partido o el candidato que resulten ganadores en futuras elecciones. La posibilidad de cambio radica en ampliar el sistema de elección de candidaturas en las primarias de los partidos. Si continuamos con el sistema cerrado, con padrones de electores restringidos, la manipulación y el dinero sucio continuarán controlando la vida política del país.
En cambio, si las primarias se realizaran con el padrón de la Junta Central Electoral y de forma simultánea, los resultados serían expresión legítima de los ciudadanos. Y aquellos que no militan en partido podrían así votar por quienes entiendan que podrían ser las mejores opciones. Naturalmente, las pequeñas élites de los partidos, que no ceden espacios, harán cuanto puedan para evitar este paso de avance democrático, para seguir vendiendo sus casillas en la boleta electoral y el porcentaje mínimo de sus votantes que en el mercado electoral dominicano valen millones de dólares.
Las primarias abiertas y simultáneas traerán aire limpio al ambiente político y permitirán el relevo generacional por el que tanto se ha abogado. De otra manera tendremos en el 2024 los mismos candidatos del 2000 y el 2020. ¿Es eso lo que queremos?