El pasado fin de semana me fui a descansar a un hotel de la región Este. Me he hecho el propósito de vacacionar por lo menos dos veces al año o cuantas veces sea necesario para recuperarme del estrés.

Como tengo problemas de movilidad, me buscaron la mejor ubicación, en donde todo me quedara cerca, además de ofrecerme que cuantas veces quisiera desplazarme por el hotel, solo tenía que llamar, que me enviarían un carrito. La atención fue de primera hacia mí.

Cuando voy de vacaciones generalmente paso el tiempo acostada en mi habitación, viendo televisión, leyendo un libro, haciendo crucigramas, leyendo todos los periódicos locales y de los países que me interesan y cuando salgo de ella, me gusta observar el entorno.

Mis vacaciones las tomo sola, siempre digo que no me gusta andar en manada, ni sentirme atada a los planes de los otros, ni aguarle la fiesta a nadie. Ese fin de semana para bañarme en la piscina tuve que hacer mil malabares pues no encontraba la forma de entrar, hasta que descubrí un desnivel que parecía una pequeña playa que terminaba en el azul del agua, hecha especialmente para los más pequeños y para los mayores como yo. Cuando quise bañarme en la playa fue imposible, pues aunque muy linda y bajita, vi que tenía unas pequeñas olas y pensé que podían tumbarme y no poder pararme, y quién iba a pensar que en una playa tan bajita alguien podía ahogarse, por lo que mi plan quedó abortado.

Si hubo algo que me sorprendió fue el personal del hotel, todos muy atentos y amables, siempre tratando de complacer, pero la mayoría hablaban un mal castellano, incluso, cantaban en un idioma para mí desconocido. Es que eran haitianos.  Habían otros empleados con un acento  y trato diferente al nuestro. Eran venezolanos. Muy poco el personal dominicano, yo diría que como un veinticinco por ciento, el resto, extranjeros. No sabría decir si es mano de obra barata o si los dominicanos encuentran fácil quien se los lleve a sus países o les manden dinero por medio de envíos, pero la verdad que el personal dominicano brilla por su ausencia.

Cuando regresé a mi casa me encontré con  las elecciones primarias para elegir quiénes serán los representantes de dos partidos, uno el oficial y supuestamente mayoritario y el otro de la oposición. Me dediqué hasta el último momento a ver los resultados por la televisión. Como es nuestra costumbre, hubo pataleo y denuncias de fraude, pero lo que más me gustó es que salió a relucir la forma de fraude, “introdujeron un algoritmo” dentro del sistema, yo pienso que debe ser la palabra de moda, que pocos sabrán de qué se trata, que los más avispados buscarían el significado de esa palabra y la gran mayoría estará muerto de miedo por si viene uno a atacarnos, “déjese de pendejá, carajo” como hubiera dicho Milton Peláez en uno de sus personajes. El caso es buscar una causa y si es usando un término desconocido para la gran mayoría, mejor.

Hoy quiero empoderarme, no sé de qué, ni por qué, pero ésta fue la última palabra usada no sé por quién, ni para qué, pero que ha sido la más usada en estos tiempos por la mayoría de comunicadoras enganchadas y que quieren pasar por conocedoras de todo y más aún, repitiendo como papagayos todo cuanto llega a sus oídos.

Les prometo que me voy a empoderar para que no me ataque un algoritmo.