Expertos y melómanos se han dedicado a la tarea de clasificar las mejores composiciones o fragmentos de obras clásicas, lo que origina a menudo desacuerdos y controversias. Una de las más difundidas hace la enumeración siguiente, considerándolas como las más bellas jamás escritas:

Adagio para cuerdas (Adagio for the stings), del  estadounidense Samuel Barber;  Jesu  joy  of man’s desiring (Jesús, alegría de los hombres), de Juan Sebastián Bach, décimo movimiento de la cantata Herz mund und tat und leben, que suele interpretarse en ceremonias de bodas, con un tempo lento, en contraposición con lo escrito por el autor en la partitura original. Canon, de Johann Pachelbel, composición barroca en re mayor para tres violines y bajo, a la que con el tiempo se le han hecho arreglos para otros instrumentos.

Barcarolle, de la ópera Los cuentos de Hoffmann, de Jacques Offenbach,  inspirada en la canción folclórica (Barcarola) de los gondoleros de Venecia. Es la obra musical escrita en ese estilo más famosa y que se interpreta tanto como la de Frederic Chopin.

El Ave María, de Franz Schubert, que cientos de millones de personas han escuchado alguna vez en sus vidas. Intermezzo, el fragmento de Cavalleria Rusticana no cantado del melodrama en un acto de  Pietro Mascagni,  que sigue estando entre las obras veristas más populares.  El Aria para cuerda de sol, de Bach, escrita entre 1717 y 1723. Panis angelicus, de César Franck, uno de los cinco himnos escritos por Santo Tomás de Aquino para la fiesta de Corpus Christi, y que el compositor arregló para temas de tenor, órgano, arpa, cello y contrabajo, y que los grandes tenores suelen cantar a menudo.

Finalmente, Unaccompanied chello , suite para violoncelo  de Bach, considerada como una de las mejores composiciones para dicho instrumento y que se cree escrito en 1720 o 1721 y Moonlight, o Claro de Luna, sonata para piano, escrita por Beethoven en 1801.