El aprendizaje, para que sea rico y efectivo debe suponer cierta dosis de ingenuidad en el alumno. Con las dosis inmensas de ingenuidad de un niño de 9 o 10 años un día escuché en un salón de clases: "Las paralelas: son dos líneas rectas que marchan continuamente en el espacio, una junto a la otra, sin jamás tocarse." La frase quedó impregnada en mí, y  hoy cuando miro hacia atrás descubro, entre otras cosas, que es un concepto y definición casi poético, y para el interés de estas líneas, también es trágicamente romántico.

En personas que tienen un trato cercano esas líneas paralelas son marcadas con frases como esta: "Te quiero como un amigo" y similares. Quien las dice, no sólo enuncia un estado, sino que manifiesta una decisión: “tú y yo andaremos juntos, reiremos juntos, seremos los mejores amigos, caminaremos a todas partes, pero sin jamás envolvernos,” o lo que es lo mismo: "sin jamás tocarnos." ¡Gran tragedia para un corazón enamorado (o apasionado)!

Quien escribe no es pionero en acercarse al tema. Gabriel García Márquez, resumía todo lo despiadado del estado en paralelas al decir: "La peor forma de extrañar a alguien es estar sentado a su lado y saber que nunca lo podrás tener." Del mismo modo, también en Latinoamérica, el brillante argentino Ernesto Sábato, hizo esta descripción:

Conozco muchos hombres que no tienen dificultad en establecer conversación con una mujer desconocida. Confieso que en un tiempo les tuve mucha envidia, pues, aunque nunca fui mujeriego, o precisamente por no haberlo sido, en dos o tres oportunidades lamenté no poder comunicarme con una mujer, en esos pocos casos en que parece imposible resignarse a la idea de que será para siempre ajena a nuestra vida.” (Ernesto Sábato, El Túnel, novela).

Porque, a veces, el trágico estado en paralelas no deviene de lo que diga o decida otra persona, sino de un convencimiento negativo y paralizante, que—sea fundado o no—nos hace vernos no aptos para ser aceptados por esa otra persona. Y entonces, convencidos del imposible, por decisión unilateral nuestra nos situamos—resignados—en el estado en paralelas, aceptando que esa persona nunca podrá ser nuestra, y aunque estamos a su lado, simplemente “nunca podremos tocarnos.”

No siempre esta tragedia del corazón es causada por una mujer a un hombre, hay veces que es precisamente lo contrario. Los tiempos que corren han visto nacer toda una generación de damas que son mucho más agresivas y que parecen ser más intensas siguiendo su pasión que sus predecesoras. Hay veces que son ellas, precisamente ellas, las que palpablemente por otras vías, reciben una señal del hombre que la cautiva, que cruelmente significa: "seamos amigos."

La mujer, a diferencia del hombre, no sabe lidiar con esto; no sabe, ni asimila el ser rechazada. Difícilmente digiere que su clara, o reiterada insinuación sea devuelta lanzándola a ella a un estado en paralelas, al hacerle saber la otra persona (de alguna manera) que la ve “como una amiga” o peor “que no le interesa nada.” Eso es horrendo para una mujer. Y cuando ese desprecio es hecho por el hombre a la mujer con cierto descaro, burla, o cinismo, ese hombre puede considerarse en peligro. En el mundo norteamericano esto está acuñado en la cultura popular vía el refrán: “hellhath no furylikewomanscorned” en español “no hay mayor furia en el infierno que la de una mujer despreciada.” Nótese el término de la expresión popular “furia” una furia que deriva en venganza; una venganza que puede tomar la forma de despecho, o bien, la de cualquier tipo de agresión proveniente de una mujer dolida.

Sin embargo, hay algo que hay que entender, y es que fuera de nuestros parientes de primer grado o segundo, fuera de esos parientes también—y por muchas razones—hay personas que sin ser emparentadas, también nos son vedadas, también nos son ajenas. Gente que no ve nada romántico o erótico en nosotros, que gusta de nuestra presencia, disfruta nuestra conversación, pero no nos visualiza para el amor. Es una cruel realidad el estado en paralelas cuando una de las dos líneas aspira a algo más.

Vivir y ser un hombre o una mujer activo en la intimidad y el amor implica, más de una vez, el verse en esa situación. En ocasiones es asimilada como un revés, nos replegamos, miramos el paisaje y entonces nos dirigimos en pos de otro jardín y en busca de otra flor. Algunos, sin embargo, tardan el digerir esta frustración, se estrellan una y otra vez contra la pared del rechazo, y luego vagan solos, presos de la muy extraña nostalgia de algo que nunca se ha tenido.

Sea cual sea la actitud, el concepto de las paralelas nos da una respuesta contundente, y cuando afrontemos el rechazo sorpresivo de alguien con quien hemos caminado mucho, entendamos que nos han declarado un estado y que esa persona y usted son, y probablemente serán sólo “dos líneas rectas en el espacio que marchan continuamente, una junto  a la otra, sin jamás tocarse.”