Lo primero que hace al levantarse es tomar su celular o tableta para entrar a las redes sociales, buscar algún mensaje, poner un video o música. Se cambia y desayuna con la música puesta antes de su clase por televisión o de entrar a la clase virtual desde la computadora o la tableta. Durante la clase le llegan memes, mensajes y videos que lo distraen. Así pasa la mañana para luego almorzar y descansar. Dedica la tarde a hacer tareas, a jugar con videojuegos o a otras actividades frente a pantalla, incluyendo la de socializar con sus amigos a través de diversas aplicaciones y plataformas. Quizás dedique algo de tiempo en el día a hacer ejercicio, a conversar con sus familiares o a dar un paseo. Se acuesta tarde conectado.

Este es el día a día de muchos jóvenes en la actualidad. La cantidad de horas frente a la pantalla es mucho mayor a la recomendada y, lamentablemente, difícil de controlar debido a que la mayoría de sus actividades las realizan con ayuda de dispositivos, incluyendo el acceso a su educación. Si antes esto preocupaba, ahora, con la pandemia y el confinamiento, preocupa aún más. En Estados Unidos los adolescentes pasan alrededor de 9 horas al día en pantalla. ¿Cuántas horas pasan en nuestro país?

Recientemente leí un artículo del 2019 con una revisión de estudios sobre el efecto físico, conductual y psicológico del tiempo dedicado a las pantallas en jóvenes. En general, los resultados indican que es difícil establecer una conexión de causa-efecto entre el tiempo y uso de pantalla y la salud, alimentación, comportamiento y bienestar, pero hay algunos datos que indican ciertas consecuencias y relaciones que vale la pena conocer y que a continuación comparto.

La mayoría de nuestros jóvenes están sobreexpuestos a uno o varios dispositivos que muestran contenido audiovisual, incluyendo celulares inteligentes, tabletas, computadoras, televisión y consolas de videojuegos, lo cual puede ser adictivo si no se maneja adecuadamente. De acuerdo a los estudios mencionados en este artículo, la televisión y la computadora tienden a generar mayor conducta sedentaria, mientras que el uso de celulares se vincula más con consecuencias mentales que físicas. Esto podría deberse a que pasan más tiempo sentados con la televisión y con la computadora y en movimiento con el celular. De los tres, la televisión es la que requiere menos actividad e interacción. Sería interesante analizar lo que hace el joven al usar la computadora y el celular y si hay diferencia.

Las oportunidades de actividad física luego de las clases son necesarias y deseables para mejorar la calidad de vida de nuestros jóvenes. Uno de los estudios mencionados en este artículo encontró que el exceso de exposición de las hembras a la pantalla implicó presencia de más dolor de cabeza y tendencia a sentirse nerviosas e irritables. En el caso del uso excesivo de pantallas en los varones, estos mostraron mayor irritabilidad. En otro estudio, los adolescentes que experimentaron menor contacto social a nivel personal cara a cara y mayor tiempo en pantalla estaban menos felices que los que reportaron lo contrario. Si embargo, otros autores han planteado que la relación entre tiempo en pantalla y bienestar no es significativa.

Todavía muchos padres no conocen lo que hacen sus hijos en su tiempo libre cuando están conectados. La batalla para lograr que se desconecten son frecuentes en muchos hogares. Es necesario que  se establezcan límites y que prestemos atención al tipo de uso y a lo que están haciendo nuestros jóvenes en pantalla. No es lo mismo pasar horas usando el dispositivo para estudiar, leer o hacer tareas que usarlo en redes sociales, videojuegos o búsquedas de contenido inapropiado en internet. La pantalla los expone a contenido sexual, violento, uso de sustancias, a posibles acosadores o a información falsa, entre otros riesgos. Algunas investigaciones ponen en evidencia que a menor uso de redes sociales, menos tendencia a la depresión.

Es nuestro deber como padres y educadores orientar y promover el equilibrio en la vida de nuestros adolescentes. Observemos y analicemos sus hábitos de estudio, de sueño y alimenticios, así como sus estados de ánimo, el nivel de actividad física, el tiempo de lectura y de interacción con los demás miembros de la familia y sus amigos. Evitemos que el tiempo en pantalla interfiera con estos y les robe vivir de manera funcional esta etapa tan valiosa. Determinemos cuanto tiempo es necesario para las distintas actividades en pantalla, cuales son positivas y cuales son negativas y hablemos de esto con ellos para buscar alternativas y soluciones, estableciendo acuerdos y normas. Evitemos utilizar las pantallas en momentos de almuerzo o cena en los que estamos compartiendo. No usemos los dispositivos para calmarnos. Ayudemos a evitar el multitasking para que puedan enfocarse en una cosa a la vez.

Se necesitan más investigaciones para tener información válida y confiable que nos ayude a comprender mejor el impacto de las pantallas, sobre todo en estos momentos en los que ha aumentado tanto su uso. Esto también nos permitirá tomar mejores decisiones para la salud, el bienestar y el mejor desempeño académico de nuestros niños y jóvenes. Mientras tanto, reforcemos en nuestras familias las conductas positivas y adecuadas con el uso de pantallas. Nuestro ejemplo es muy poderoso. El ambiente en nuestros hogares será un factor de protección para evitar que las pantallas nos los roben.

Fuente consultada:

https://files.eric.ed.gov/fulltext/EJ1278418.pdf