Siempre he pensado que las Olimpiadas tal como están diseñadas en la actualidad con eso de competir todos contra todos son la manifestación más humillante que pueda existir del Rico sobre el Pobre, al que no solo se le veja, somete, o humilla, sino que además se le orina y lo otro también de la manera más cobarde y vergonzosa posible.

Cómo puede ponerse a competir unas enormes bestias deportivas como los estados Unidos, Rusia, China o Alemania, Inglaterra, Francia o Japón con unos chihuahuas enanos como lo son por ejemplo Las Granadinas unas islas que no aparecen en el mapa aun buscándolas con lupa, con las paupérrimas Etiopía o Eritrea, o con nuestro patio tropical por muy República del Mundo que algunos sabios en la materia después de tomarse una docena de botellas de ron se empeñaron en ponerle como lema de Marca País.

La mayoría de las medallas de oro, plata y bronce se las llevan las grandes potencias y dejan algunas pocas y de menor valor, de consolación, para los desarrapados, los David que no tienen un par de pesos ni para comprar una honda de segunda mano con la que enfrentarse a las mortales kalashnikov de los todopoderosos Goliat. Esto pasa olimpiada tras olimpiada y va causando una sensación de impotencia y depresión entre los débiles que solo aspiran a alguna presea residual para justificar los onerosos gastos que conllevan.

A ver cuántas medallas nos hemos traído aquí de gimnasia olímpica, de natación, de los saltos y piruetas tan arriesgadas de las muchachitas esas como la legendaria rumana Nadia Comaneci brincando sobre un potro estrecho de madera que más parece un palo de escoba, y otras disciplinas consideradas ¨reinas¨ en estos torneos ¡NINGUNA! si acaso algunas de deportes ¨brutos¨ o de mucho esfuerzo como judo, levantamiento de pesas, boxeo o similares de los que por nuestra difícil vida diaria tenemos una cierta base de entrenamiento.

Por estas y otras razones propongo celebrar otro tipo de eventos más justos, más equitativos, donde los países competidores estén en mayores condiciones de enfrentarse con igualdad. Tendrían el nombre de OLIMPAIPOCHI-CAPRODEF, Olimpiadas de Países Pobres y Chiquitos con Características Propias y Definidas, un nombre largo, sonoro, diferente, como de sindicato de choferes, y que se ajusta a lo que deberían ser. Además de las disciplinas deportivas tradicionales, se incluirían algunas más que fueran acciones propias o costumbres de los países pobres y que suelen compartirse de manera más o menos iguales entre ellos.

Por ejemplo la Toma de Frías, a ver quién se vacía más cervezas en un tiempo determinado, un deporte para el que hay que tener los codos bien entrenados. Ahí poseeríamos grandes oportunidades de obtener oro, si bien deberíamos competir con otros países fuertes en esa disciplina como son Cuba, Puerto Rico o Venezuela. Otra modalidad sería la de Excusas Podridas, a ver quiénes dicen los cuentos más convincentes para no pagar las deudas atrasadas, por llegar  a casa de madrugada haciendo ¨eses¨ al caminar y cantado a viva voz el himno nacional, o para explicar las manchas de pintalabios en la camisa y similares. Un muy probable oro para nosotros.

Otra competencia más con grandes posibilidades sería la del Llegar Tarde a las Citas, ahí es que somos duros como la pintura aquella, no tendríamos competidores ni de lejos. También oro para la de Cuentos y Chistes en versión normal y sobre todo en los colorados en los que somos grandes especialistas. Una en que ganaríamos medalla doble de oro sería en la de Conducir y Aparcar a Mi Manera aunque tendríamos que vérnoslas con los orientales, filipinos, hindúes, malasios… que no son paja de coco en eso de hacerlo pésima y temerariamente.

Y muchas otras disciplinas costumbristas con alto potencial de victorias como Ensuciar Calles, Plazas y Avenidas, Corrupción Oficial y Privada, Lectura e Interpretación Deficiente, Feminicidios Continuos y  un paquetón más.

En fin, estoy redactando el proyecto para presentarlo ante una Comisión de Naciones Pobres y Chiquitas que, de seguro, lo aceptarán con mucha rapidez y alegría. Basta ya de confrontaciones desiguales. Cómo José Pérez, alias Pipí, natural del barrio marginal de Las Cañitas, sereno de almacén de profesión con doce horas de trabajo cada jornada, poca cuchara alimenticia diaria de yuca y huevos fritos, que vive en una casita de tablitas de plama con una milagrosa inclinación gravitatoria hacia la calle de 45 grados superando a la famosa Torre de Pisa, y mil precariedades más propias de la prángana social del medio en que vive o mejor dicho, sobrevive, se va a enfrentar en la pista al rubio Tom Johnson de Ohio, descubierto a los doce años por un ¨scouting¨ de la universidad deportiva de Swicherson City, becado y bien pagado.

Entrenado por los mejores profesionales en programas de alto rendimiento, alimentado con salami de verdad, sin harina de la mala ni carne de burro, con atención psicológica especial para ganadores y mil cuidados y atenciones para que en ocho o diez años después venga con media docena de medallas de oro colgadas del cuello. Ponerlos a competir de tú a tú es un abuso, una herejía deportiva. Como hemos dicho al inicio del escrito, es humillar y pisar al Pobre por el Rico.

De ahí que tenemos que impulsar las OLIMPAIPOCHI-CAPRODEF, si este proyecto se da, las medallas de oro de República Dominicana se traerán por sacos y hasta por contenedores. Apoyémoslo.