Todo lo que es pernicioso
En su progreso,
Es vicioso en su origen.
Marco Tulio C.-
El indetenible progreso y evolución del hombre nos hace conocer cada día nuevos caminos, quizás no tan malos ni tan buenos como los que antecedieron pero, caminos al fin, sin conocer hasta donde nos llevarán. Quizás hacia nuevas costumbres sin relación alguna con las precedentes, donde no necesariamente se conocerán cosas como principios, responsabilidad y, de la moral ni hablar, ya que esta siempre ha ido de la mano con el “progreso” y de los poderes que se imponen y reinan.
Es algo tan simple, como observar la manera en que el plástico ha ido sustituyendo a las maderas preciosas y la Cerámica, hasta en la Artesanía. No hace mucho tiempo, las Fuerzas Armadas eran tomadas como ejemplo, cuando se quería hablar sobre organización, respeto, disciplina, entrenamiento y vocación de servicio pero, hemos evolucionado o quizás involucionado hacia un estado muy diferente, que como dato curioso, esa situación no causa asombro y mucho menos importa.
Cualquier abusivo e indolente que llega a posición de mando, se le da por hacer lo que le venga en ganas para complacer cualquier político o complacerse él mismo, como ese acto de ingresar a una de sus queridas y en poco tiempo, sin asistir a ningún tipo de servicio que no sea complacer sus apetencias personales, es ascendida hasta llegar a Oficial Superior y ya protegida por la antigüedad, el día en que la retiren de “servicio”, lo hará con el rango de general, cosa esta que se le hace prácticamente imposible a uno que haya ingresado como Cadete. Pero estamos en época de crecimiento y desarrollo de unas nuevas organizaciones, razón por la cual, ya estos actos entran dentro de lo normal, moral y hasta ético, si se quiere.
Lo cierto es, que para algunos, todavía la casi desaparición de los principios, sustituidos por engaños, bajezas y mentiras, constituye una vergüenza, un modo de vida sin sentido, repleto de vanidades y sucias designaciones que no conllevan ningún tipo de sanción. Tenemos hoy, dentro de las Fuerzas Armadas, casos escandalosos, sin entrar en el asunto de los ascensos y designaciones de posiciones de mando, donde sólo los pertenecientes a determinado clan tienen acceso. Todo esto sin hablar de la Policía Nacional, porque a la puerca le hace falta rabo para retorcer.
Aunque por igual podríamos hablar sobre la profesión para ejercer la función de periodista. Existía un periodismo clásico, dedicado al servicio de las mejores causas, un refugio para todos los que eran reprimidos o victimas del poder pero hoy, producto de la evolución o involución, los que se dedican a ejercerlo de esta manera, son considerados pendejos, obsoletos y desubicados. Y hay que entender el porqué, incluyendo hasta la paga que reciben por su trabajo, donde estamos viviendo un momento en que todo se compra o se pretende comprar y todo se vende o se pretende vender. Periodistas que cada entrega es producto de una negociación, un arreglo monetario, un adefesio.
En estos días, para comprobar lo que sabía, me dedique a recolectar todo lo escrito por un periodista (y en verdad es un buen periodista), durante el año pasado para leerlos con serenidad en la tranquilidad que brinda Valle Nuevo y quede fascinado, porque en ellos aprendí que en este gobierno, todos los funcionarios son excelentes, eficientes al extremo, pero, lo que más llamó mi atención, fue que no había excepción alguna, escritos hechos a la medida, dándome la sensación, que más que un periodista, parece un sastre. Pero quisimos hacer una fogata y lo único que había para prenderla eran esos escritos y los utilizamos. Tamaño error, el vaho a materia fecal quemándose fue insoportable, no sé el por qué.
Qué pena sobren los dedos de las manos para nombrar los periodistas “desfasados, obtusos”, aquellos que ejercen un periodismo al estilo Don Rafael Molina Morillo o Don Rhadames Gómez Pepín, aquellos sin precio y sin etiquetas, los siempre roca izquierda, que no tienen espacio dentro del ahora negocio del moderno periodismo. Para esos pocos mis saludos y sobre todo, mis respetos. ¡Sí señor!