La Real Academia de la Lengua define el miedo como una “Perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario. Recelo o aprensión que uno tiene de que le suceda una cosa contraria a lo que desea…” Es decir, que el miedo modifica nuestro comportamiento ante algo real o ficción, provocando dos tipos de reacciones, una que trata de reducir esa  sensación (de temor) en su propio ser antes de que se convierta en angustia y posteriormente en pánico, y otra la que trata de modificar las causas que provocan dicho temor. El miedo va estrechamente unido a la ansiedad que se refleja en la inquietud del ánimo y a la fobia que es el miedo desproporcionado el cual nos impide llevar una vida normal.

Los estudiosos de la mente humana afirman que ese estado de tensión causado por el miedo nos sirve para superar los peligros reales mediante estímulos condicionados que resultan muy efectivos.

Definido lo que es el miedo paso a entrar en lo que me preocupa.

Algunas personas, ya constituyen la mayoría, opinan que habría de retomarse las prácticas aplicadas durante el régimen de Trujillo para controlar la inseguridad ciudadana de estos tiempos, ignorando que poco antes de la muerte de Trujillo, se produjo una invasión armada contra su régimen (1959) donde perecieron cientos de jóvenes pertenecientes a la clase media y el resultado de los asesinatos de esa gloriosa juventud llevaron a la población a un sentimiento de perturbación angustiosa del ánimo, reflejado en temor, ante las locuras del régimen trujillista, ese temor se convirtió en ansiedad, la ansiedad en fobia y la fobia transformada en ira conllevó a que hombres y mujeres prepararan y ejecutaran la muerte violenta del tirano, en uno de los hechos históricos más gloriosos de nuestra historia reciente.

Cabría destacar otras acciones violentas producidas como respuesta social ante el miedo y la ansiedad generado desde el poder. Aún resuena en la mente de los actores sociales de mi generación aquellos anuncios difundidos a través de la radio y la televisión que recordaban a nuestros padres y madres que eran las diez de la noche y les preguntaban ¿Sabes dónde están tus hijos? Como respuesta a ese temor, se desarrolló una campaña internacional que obligó al régimen de Balaguer a someterse a la legalidad.

Hoy nos encontramos en situaciones parecidas. Las noches son grimosas, la vida social se reduce, ya no se pueden hacer ni siquiera visitas porque conllevan gastos para ambas partes y lo que es peor, hay miedo por la inseguridad, ansiedad ante los impuestos que descuadran el presupuesto de la juventud y los envejecientes, fobias ante los políticos representados por legisladores ineptos y tremendistas que hacen llamados a que se produzcan ejecuciones extrajudiciales como sí fuera ahí donde está el problema. El temor genera ira, la ira genera violencia.

Cuidémonos de qué esa ira no se desborde. Sólo el gobierno puede evitar la violencia sopesando sus acciones, para que nuestros hijos recuperen la tranquilidad.