Hace unos días leí en un reportaje la terrible situación que padecen las niñas y los niños con el "síndrome de la resignación". Se trata del
estado comatoso que padecen niños, niñas y adolescentes inmigrantes en Suecia, oriundos de los antiguos estados de la Unión Soviética y Yugoslavia.
El síndrome aparece cuando, tras un proceso migratorio traumático en el que las  familias han solicitado asilo en Suecia, se les comunica la negación del asilo y la deportación. Las niñas, los niños y adolescentes abandonan el deseo de vivir y no se pueden mover, ni hablar, ni responder, ni beber, ni comer durante meses y años.  Hay casos en los que el síndrome desaparece lentamente cuando se les informa que les han concedido asilo. Pero, suelen tardar años en recuperarse. Otros no llegan a superar el síndrome.
Estas familias sobrevivieron en Yugoslavia y los países del antiguo bloque soviético, barbaries similares a las que padecen hoy los niños y las niñas de Siria, en donde el último ataque aéreo con gas sarín del gobierno de Assad a la población civil de Khan Sheikhoun dejó 80 víctimas, en su mayoría menores. Sólo una persona perdió 25 familiares!
Tuvo que pasar mucho tiempo para que la comunidad internacional se hiciera eco de los desmanes que padeció la población civil durante los diez años de guerra en Yugoslavia (1991-2001), la más infame contienda bélica europea después de la Segunda Guerra Mundial, con entre 130 y 200 mil muertos y 4 millones de desplazados.
El mundo  está ya bastante conmovido por los devastadores efectos de los seis años de guerra en Siria. Putin niega los ataques del gobierno de Assad a la población civil siria con la misma vehemencia con que negó en el 2000 las atrocidades del ejército ruso contra la población civil de Chechenia. Y Donald Trump busca protagonismo militar en dicho conflicto lanzando 206,500 libras de misiles a la base aérea desde donde Assad lanzó las bombas químicas a la población siria.
Hace falta que la comunidad internacional presione para poner fin al conflicto armado en Siria y cuidar las vidas y el sosiego de las familias, prohibiendo el uso de bombas químicas por el gobierno sirio y por los militantes de ISIS contra la población civil.
Ello requiere el final del conciliábulo entre Bashar al-Assad y Vladimir Putin para el cese de la guerra y la retirada de los Estados Unidos, cuya intervención sólo ha venido a agravar un conflicto en el que la población civil es la más perjudicada, con los niños y las niñas como principales víctimas.