Esta semana llegó a mis manos el informe “Coyuntura Laboral en América Latina y el Caribe” de noviembre 2021, publicado en conjunto por CEPAL y OIT.  Su conclusión principal es que la región se encuentra en un franco proceso de recuperación económica que, aunque no alcanzará para llegar a los niveles de 2019, nos coloca en el camino correcto.

El estudio también señala que en esta recuperación a los hombres les ha ido mejor:  al medir el desempleo en el segundo trimestre de cada año, de los 14 países que forman parte del informe, el masculino, que había crecido de 7.4% en 2019 a 10.5% en 2020, se ha ido recuperando hasta llegar a un 8.7% en 2021.  En el caso de la mujer de 9.7% en 2019 se dispara a 12.1% en 2020 y permanece casi intacto en 12.0% en 2021.  Conclusión: el golpe de la pandemia ha empezado a ceder en el mercado laboral para los hombres, pero sigue intacto en las mujeres.

Por otro lado, también se indica que el efecto ha sido mayor a los sectores más intensivos en mano de obra menos calificada, lo que ha generado mayor dificultad para una reinserción laboral exitosa de las mujeres. Ellas participan más en sectores que aún no se recuperan plenamente, como el trabajo doméstico remunerado y el empleo en servicios y comercio. Es en ese segmento donde el impacto ha sido demoledor, pues de hecho las mujeres ocupadas de mayor nivel educativo habían superado un 6,1% antes de la pandemia.

Estos datos deben encender una señal de alerta para nuestro país en el que, sobre todo en los segmentos más vulnerables, abundan los hogares uniparentales en los que es más común que sea la madre quien asume la custodia de los hijos. De modo que es un hecho que la condición económica de las mujeres de niveles socioeconómicos bajos impacta directamente sobre la calidad de vida de nuestros niños y niñas.

Las estadísticas de participación de mujeres y hombres en el sistema de educación y formación de la República Dominicana podrían hacernos pensar que la lucha por la equidad en términos educativos ha sido ganada.  Lo cierto es que los datos generales esconden otra realidad menos optimista: hoy día prácticamente la mitad los participantes en la educación y formación son mujeres, pero en muchas de las carreras más demandadas y mejor pagadas, la participación sigue siendo mayoritariamente masculina.

En la pasada graduación del INFOTEP (octubre 2021), su director, Rafael Santos, mencionó que la institución está tomando medidas para incidir en una oferta más equitativa en carreras de alta demanda y mejores salarios. Afirmaba que no se justifica que la mayoría de los títulos técnicos otorgados a mujeres se correspondan a carreras como enfermería o de belleza, mientras que los hombres se titulan más en carreras como refrigeración y mecánica.

El INFOTEP tiene entre sus metas para el año 2022 una “mayor participación de mujeres en la formación DUAL” en la cual parte del programa se desarrolla en centros de trabajo.  Precisamente, iniciativas de este tipo son de las que podrían revertir el efecto que reportaron esta semana CEPAL y OIT en su informe.

Todo esfuerzo por proveer más y mejores niveles de educación y formación a las mujeres tiene el potencial de incidir en el bienestar social del país; sin embargo, los esfuerzos para que se incorporen en programas duales son aún más beneficiosos puesto que desarrollan competencias para la empleabilidad al tiempo en que propician la integración de las personas en la dinámica productiva.

Las estrategias de formación que permitan colocar a más mujeres en empleos de calidad tienen un efecto multiplicador importante: tienen el potencial de incidir en la calidad de vida de nuestros niños y jóvenes, y de sus posibilidades educativas y sociales.

Confío en que los empleos de calidad sean ocupados cada vez por más mujeres, pues el efecto – estoy segura de ello- se verá reflejado virtuosamente en la productividad de las empresas, en el bienestar de nuestros hogares y en el crecimiento económico y social de nuestro país.