A diferencia de los estereotipos de las culturas antiguas, la Biblia propone, desde el relato de la creación, que hombre y mujer fueron creados a “imagen y semejanza de Dios”.
Esa misma crónica indica la misión con que fueron creados: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra”, y para que no quede ninguna duda sobre la igualdad, se les dice a ambos: “Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en loas aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra”, de modo que no fueron creados para enseñorearse el uno sobre el otro, sino para compartir en igualdad.
Pero esa misma crónica completa con la frase: “varón y hembra los creo”, es decir, la complementariedad de los sexos. Por eso Adán reacciona diciendo: “Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; esta será llamada Varona, porque del varón fue tomada”, como una forma de indicar que son sustancialmente iguales, aunque asumiendo roles diferenciados y complementarios: él, con prioridad en la producción de bienes, y ella, en las labores de reproducción.
La buena noticia en la Biblia es que Jesús restaura el proyecto original, y retorna la mujer a la posición de compañera del marido
El evento de la caída marca un cambio de dirección, y ambos sufren el daño en sus roles prioritarios. Para ella esto implica dolor en las labores de la reproducción y el anuncio de que “él se enseñoreará de ti” (Gen.3.16), mientras él sufrirá dolor por la alienación del trabajo productivo (Gen.3.17-19). Esto marca el inicio del patriarcado en las sociedades antiguas, incluyendo la ley de Moisés, que mantuvo a la mujer en sujección al marido en el hogar, aunque esto no impide a mujeres como Débora asumir la primera posición del gobierno en israel, ni a otras mujeres fungir de “sabias” y “profetizas”.
La buena noticia en la Biblia es que Jesús restaura el proyecto original, y retorna la mujer a la posición de compañera del marido y activista en las reuniones públicas. Contrario a las costumbres de la época, Jesús instruyó a las mujeres e incluso -paralelo al equipo apostólico- formó un equipo de mujeres (Lc.8.1-3) que le siguieron hasta la crucifixión (Lc.23.27-29, 55-56), cuando los hombres habian desaparecido, y luego formaron parte del cónclave que eligió al sucesor de Judas (Hch.1.13-14). Estas mujeres oraban y profetizaban (I Co.11.5), y asumieron puestos como diaconisas (Rom.16.1), presbíteras (I Tim.5.1-2; Ti.2.3-5), y “colaboradoras” en los equipos apostólicos (Fil.4.2-3; Rom.16.3,6,7,12). Fue literalmente una revolución, que no dejó de tener sus problemas, pero marcó un espacio nuevo para la mujer.
Eso explica por qué la Reforma Radical tuvo mujeres asumiendo el rol de pastoras y predicadoras mucho antes de que tuvieran derecho al voto, y esas mujeres fueron las que lanzaron la “Declaración de Seneca Falls” (1848), reclamando derecho al voto y otras conquistas, con lo que se inicia el feminismo organizado.
Otro dia contaré la historia de como el anarquismo hippie influyó el movimiento feminista para caer en la trampa de la ideología de género.