Creo que toda persona sensata entiende la necesidad de aplicar medidas restrictivas que disminuyan la posibilidad de contagios masivos del coronavirus.
Ahora bien, en el momento que estas medidas vayan a ser tomadas, las autoridades encargadas de estos asuntos deben pensar antes de actuar. En las que se tomaron antes del fin de año, existían incongruencias inexplicables que fueron corregidas parcialmente en el Decreto 7/21, como la que impedía la utilización de parques y malecones; los cuales son recomendados por médicos y especialistas de la conducta humana para caminar y ejercitarse como medida terapéutica, frente a las consecuencias negativas de encierros prolongados y medidas que limitan la libre movilidad. Es bien sabido, que en los espacios abiertos y ventilados el riesgo de contagio es mínimo.
El Decreto mencionado mantiene el permiso concedido a iglesias y congregaciones para oficiar sus cultos. Existen evidencias que demuestran que esos lugares no son seguros; pues los fieles se acercan, rezan y esparcen partículas que llevan el virus de un lugar a otro con un alto riesgo de contagios. Así que, por más religiosos y devotos que sean los gobernantes, estos lugares deberían permanecer cerrados hasta que la emergencia termine.
En cuanto a la permanencia de grupos de personas en las calles, es conveniente saber que en los lugares donde los sectores de menores ingresos se ubican, las viviendas allí existentes son de tamaño muy reducido y numerosas las personas que en ellas moran; por lo que al no tener patios a su disposición, las calles se convierten en su lugar natural de esparcimiento. Este es un problema de muy difícil solución, ya que el hacinamiento de las familias en un sólo lugar cerrado sería mucho peor.
Todos deseamos que nuestra vida vuelva a ser lo más parecida a la que teníamos antes y poder compartir con familiares y amigos libremente y sin miedo; pero esto no podrá ocurrir hasta que el proceso de vacunación se lleve a cabo y alcance un porcentaje importante de la población.
Mientras tanto, tenemos que cumplir con las medidas establecidas, pero estas tienen que ser lógicas y sensatas; algo muy difícil de conseguir cuando se quiere mantener la economía caminando, controlada la pandemia y contentas a las iglesias.