Yo creo que una de las definiciones conceptuales más cortas y contundentes que hay en esta vida es la de las matemáticas: Ciencias exactas. Ahí no hay que darle vueltas al magín o cabeza, ni circunloquios retóricos, ni enredamientos de cabuyas filosóficas para explicar su esencia. En asuntos de números las cosas que son, son, y las que no son no son, valga esta perogrullada no tan de Perogrullo.

Hay otras más complejas como por ejemplo la de publicidad de las que se conocen centenares de ellas y son muy pocas las que pueden considerarse completas dado que esa actividad toca o incide en muchos aspectos diversos, los económicos, el arte, la moda, el lenguaje, o la psicología del comportamiento y el consumo y por eso se hace difícil hacerlo con total precisión.

Pero volviendo a las ciencias pitagóricas estamos convencidos que aplicando las simples reglas básicas de suma, resta, multiplicación y división deberían ser suficientes para detectar conductas dudosas o delincuenciales de civiles, políticos, policías o militares. Por ejemplo ahí va un problema de los primeros cursos de bachillerato:

Si un funcionario de esas categorías profesionales gana 200.000 pesos al mes ¿Cuánto tiempo tardaría en reunir una mansión de 50.000.000 millones de pesos, un carro de 5.000.000 de pesos y una cuenta bancaria de 80.000.000 de pesos? cantidades sumamente conservadoras de acuerdo a las reveladas en los últimos escándalos, que sumarían en total 135.000.000.

Vamos con las operaciones necesarias. Supongamos que el funcionario que solo debería ejercer ese trabajo ahorrara todo el sueldo aún expuesto a morirse de hambre a las tres o cuatro semanas, aplicando la simple división,135.000.000 de posesión de bienes entre los 200.000 de sueldo = 675 meses o sea más de 56 años que habría tardado en acumularlos, con lo cual haría casi esa misma cantidad de tiempo que estaría enterrado pues habría fallecido pocos días después como hemos apuntado antes por inanición de puro faquir hindú, de esos que se exhibían en los circos de antes como el que tan bien describe Franz Kafka en su obra de Los profesionales del hambre.

Ni digamos entonces con los que como los implicados en las recientes tramas coralinas y afines de los civiles, políticos, policías o militares descubiertas últimamente que sobrepasan los miles de millones y que tardarían siglos en acumularse con esos 200.000 pesos de sueldo, o 300.000, o 500.000, pongamos por caso.

¿Cómo se producen esos milagros de las multiplicaciones los panes y los peces en esta ocasión hechos de plata y oro? Pues hasta donde llegan nuestros conocimientos económicos es con la imprescindible ayuda del desfalco, del robo descarado, del trinque tan hispano o de la cogioca tan dominicana ya sea esta con tres, cuatro o seis manos pues para estas cantidades siderales monetarias no bastan con las dos únicas que tiene el cuerpo humano. No hay otra, las matemáticas no mienten pero los y las que las usan para estos fines, sí.

En el caso del ejército y la policía los números son más duros, mucho más crudos, los sueldos según la Hoja 1 del Ejército Dominicano, de los coroneles con los recientes aumentos son de RDS 37.000, unos raquíticos 750 dólares, y de otros RDS 45.000 para los generales, unos vergonzosos 800 dólares, añádales algo más por especialidades, antigüedad y otros incentivos y díganme ustedes quién de esos altos grados puede vivir fastuosamente con mil o dos mil billetes verdes al mes.

Tenemos que reseñar la clásica muletilla de que no todos los políticos, militares, o policías de alto nivel son corruptos, pero los últimos descubrimientos indican que son más y de hechos más graves de los que la ciudadanía ha sospechado desde siempre, pues en ese sentido el pueblo dominicano ha estado más chivo que la chiva blanca de don José, la del merengue.

Porque, señores, seamos sinceros, justos, realistas ¿Quién no sospecha o intuye que oficiales o políticos provenientes la mayoría de estratos sociales medios o bajos posean mansiones, casas, apartamentos, carros de lujo, sirvientes, propiedades o fincas inmensas con esos míseros sueldos no estén metidos en la industria del dolo. Ni Alicia la del país de las maravillas, el de nunca jamás, porque que en este nuestro ha sido el país de siempre lo mismo.

De ahí que consideramos las matemáticas como unas buenas detectoras del fraude, de la corrupción, aún mejores que los perros entrenados para olfatear estupefacientes o dinero en los vehículos o maletas, o de los escaners para los viajeros en los aeropuertos. Las autoridades de antes deberían haber repasado estas operaciones tan básicas con mayor empeño y las de ahora que las sigan aplicando como lo están haciendo (felicitaciones por ello, de momento) pues las inmensas cantidades de dineros robadas no son del Estado, son de todos los que lo constituimos y los que siempre pagamos los platos rotos por la mala fe de otros.

Siete por seis cuarenta y dos, ocho por seis cincuenta y cuatro, nueve por ocho setenta y cuatro, digo setenta y dos…