Para ser fuertes, para tener poder real, las masas precisan de una dirección. Porque “Qué cosa fuera la maza sin cantera” se pregunta Silvio Rodríguez. La respuesta llega en seguida “Un amasijo hecho de cuerdas y tendones / Un revoltijo de carne con madera” responde el cantautor cubano.
¿Cuál es la cantera a que se refiere el poeta cantor? Sin duda hace referencia a la estructura que organiza las masas, primero y, segundo, a la dirección de esa organización.
La reflexión viene a cuento porque la construcción de un liderazgo local, que desencadene, a su vez, en un liderazgo nacional, organizado y coordinado en una estructura coherente, es lo que da valor y fuerza a las masas. Sin esa combinación, masa-dirección, las masas son un conglomerado humano amorfo. En el pasado a eso se le llamó “las masas irredentas”.
Aunque lo saben de sobra, todavía hay dirigentes que pretenden meter miedo disque porque “las masas irredentas” lo siguen.
De ser así ¿Por qué en Brasil, la Presidenta Dilma Vana Rousseff fue destituida y Luiz Inácio Lula da Silva fue encarcelado, a pesar de tener las masas a su favor? En cambio, Jair Bolsonaro se hizo presidente de Brasil por obra y gracia del imperio.
En Honduras derrocaron al Presidente, igual pasó recién en Bolivia. Los dos mandatarios gozaban –todavía gozan–, del apoyo decidido de las masas. Pero una minoría oligárquica, apoyada por el Norte Frío, los sacó del Poder con discursitos religiosos.
Véase a Chile, Ecuador y Haití. ¿Usted cree que hace falta mostrar más fuerza en el rechazo a un gobierno que el que se despliega en estos países?
En Francia, el movimiento de los “Chalecos Amarillos” ha desbordado poderío ciudadano suficiente para hacer saltar al mismísimo Emmanuel Macron. En España, Carles Puigdemont organizó el referéndum de independencia de Cataluña del 1 de octubre de 2017. El dirigente no solo concitó el apoyo del pueblo catalán, sino el del congreso. Pero todo fue insuficiente. Los separatistas fueron reprimidos sin distinción. Y si no sale huyendo refugiándose en Bélgica, Puigdemont estuviera tras las rejas.
Aquí, en República Dominicana, es de rigor preguntar: ¿Qué pasó con el movimiento “Marcha Verde”? ¿A dónde se metieron?
¿Cuál es la razón por la que en los países mencionados arriba la minoría triunfó?
En todos ellos, simplemente, estuvo y está detrás y por abajo la estructura fáctica de Estados Unidos. Es decir, la CIA. La Agencia Central de Inteligencia, (en inglés, Central Intelligence Agency) es una de las estructuras especialista en desestabilización de gobiernos. No existe en toda América un solo país que haya escapado a la perversidad implacable, sostenida y sistemática de la CIA.
No obstante en Chile, Ecuador, Haití, Francia, España y Brasil (luego de la liberación de Lula), las masas están cada vez más resueltas en contra de sus respectivos gobiernos. En algunos casos llevan meses movilizándose sin cesar, día tras día. Véase el caso de Haití, donde la movilidad económica está paralizada debido a las protestas violentas. Sin embargo, Jovenel Moïse sigue impertérrito en el gobierno.
¿Con quién cuenta el joven Presidente y empresario haitiano Jovenel Moïse?
Si no fuera por Gringolandia hace tiempo habría saltado como un chivo azuano “cojú”.
¿Por qué se da esta contradicción de que, teniendo las masas a su favor, se les hace imposible el triunfo a los líderes demócratas, a los progresistas y a los socialistas?
La respuesta se cae de la mata. Todo movimiento liberador requiere de una estructura que lo moldee, que le dé forma y sentido coherente. Los ejemplos de Cuba y Venezuela ilustran con mayor precisión la respuesta. Tanto en Cuba como en Venezuela, primero se emplearon en la construcción de la estructura capaz de resistir los embates del capitalismo salvaje.
El movimiento liberador debe tener presente que llegar al gobierno nunca ha sido, ni será el triunfo definitivo. El triunfo está en la resistencia. Y para resistir hace falta mucho más que valor.
¿A caso los dominicanos que desde antes de la muerte de Trujillo piden cambio, creen que ahora es diferente? Recuerden el pregón perredeista en 1982 “Por el cambio sin violencia, vota blanco”.
El cambio cuesta sacrificio. Los dirigentes y los líderes tienen que arriesgar la faja para demostrar fuerza y con ella forzar a la oligarquía a la negociación política. Una oposición amparada en que las “masas irredentas” arrollarán al gobierno, mientras sostienen las mismas prácticas y privilegios que dicen combatir, les será imposible resistir.
Y todo terminará en lo mismo: las masas votando y las élites decidiendo y mandando.