En un paraje de un pequeño pueblo de la región del Cibao llamado Salcedo, en las entrañas de una familia trabajadora, crecieron ellas: Patria, Minerva y María Teresa. Tres hermanas, tres mujeres que vivieron en una época en la que tener ideas y expresarlas tenía un alto costo, si las mismas discrepaban del ocupante de la casa de gobierno, a la sazón un dictador sanguinario y megalómano.
Crecieron en una familia llena de amor, fe y compromiso social. Fueron esposas y madres valientes, decididas a luchar por el ideal de un mejor país, donde la libertad y las oportunidades fueran posibles para cada persona.
Eran días difíciles, oscuros y siniestros, en los que la mano del sátrapa, acostumbrado a tener todo lo que deseaba y a tener cientos de lacayos a su merced, se apoderaba de las mariposas, las mandaba a buscar y si no podía atraparlas, las mataba para que no volaran.
“Las muchachas”, como llamaban a las tres hermanas, desde niñas perfilaron su pensamiento de avanzada gracias a los conocimientos que atesoraron por el fomento de la lectura que le inculcaron sus padres desde pequeñas, y a su vez esto las impulsó hacia la universidad.
Minerva demostró su inteligencia desde niña, a los seis años ya sabia leer, a los doce recitaba poemas de Victor Hugo y fue una de las primeras mujeres en graduarse de Derecho durante la dictadura. Patria, artista por naturaleza, se hizo dactilógrafa y María Teresa estudió arquitectura.
Consiente de la realidad en que vivía, Patria exclamaba: “esta no es solo una causa de hombres, sino también para las mujeres… y con mucho valor… no podemos dejar que nuestros hijos crezcan en este régimen corrupto y tiránico, tenemos que luchar en su contra, y yo estoy dispuesta a darlo todo, tanto mi vida si es necesario¨.
Con el nombre de “Mariposa” entró Minerva al trabajo político clandestino, en el que destacó por su entusiasmo, carisma, su firme militancia antitrujillista, así como por su amor a la libertad, su valentía y su indignación ante la situación que vivía su país. Fue fundadora del movimiento 14 de junio, junto a su esposo Manolo y sus hermanas y cuando le advertían de las amenazas de muerte que pesaban sobre ella decía: “si me matan, sacaré los brazos de la tumba y seré más fuerte”.
María Teresa solo pudo lograr el nivel técnico, llegando a graduarse de agrimensura y no terminó la arquitectura. Ella aseguraba que en la lucha “se arriesga la vida sin pensar en posibles beneficios personales, ya que el principal motivo por el cual luchamos es la anulación completa de los privilegios… quizás lo que tenemos más cerca es la muerte, pero esa idea no me amedrenta: seguiremos luchando por lo justo”.
Patria y Maria Teresa admiraban a Minerva, y reconocieron la otredad de cada una. Esa otra que no soy yo, que es inteligente, que triunfa, que nos inspira, que nos llena de orgullo y que puede representarnos y dirigirnos. Y quizás sin conocer el término de “sororidad”, ellas fueron hermanas cuya sororidad las unió en una sola causa: la lucha por liberar al pueblo dominicano de la dictadura.
Minerva fue su líder y la líder de muchas mujeres salcedenses que, como yo, vivimos orgullosas de ser oriundas de la provincia Hermanas Mirabal y compartimos, aun hoy, el sueño de luchar por un mundo sin violencia, donde cada niña y mujer puedan disfrutar de igualdad de oportunidades para realizar sus sueños.
Las dominicanas hemos sido siempre mujeres aguerridas, de armas tomar, de acción y comprometidas con el legado de nuestras ancestras, por lo que para mantener viva su memoria, en el primer encuentro feminista Latinoamericano y del Caribe celebrado en Bogotá en 1981 la delegación dominicana propuso, y se aprobó, la consagración del 25 de noviembre de cada año como Dia Internacional de la Eliminacion de la Violencia contra la Mujer.
Esta iniciativa por resaltar a las Mariposas como símbolo de la lucha por una vida libre de violencia no quedo ahí pues años más tarde, en 1999, la delegación que representaba nuestro país ante la ONU logró que la Asamblea General de las Naciones Unidas lo asumiera mediante la resolución 54-134 e invitó a los gobiernos, las organizaciones internacionales y las organizaciones no gubernamentales a que organizaran cada 25 de noviembre, actividades dirigidas a sensibilizar a la opinión publica respecto del problema de la violencia contra la mujer.
Hoy las mujeres del mundo siguen denunciando los abusos y violencias que sufren en el hogar, en relaciones de pareja, en el trabajo, asi como la violación y el acoso sexual, incluyendo la tortura y la prisión por razones políticas, la violencia contra las mujeres sigue siendo un problema generalizado que implica la manifestación más cruel de discriminación y desigualdad.
Las Mariposas vivieron en una sociedad patriarcal, que las discriminaba en razón de su género y de sus ideas políticas. Sesenta años después, en todo el mundo persisten los modelos económicos, políticos, religiosos y familiares que son dominados por hombres, cuyo machismo sigue siendo la causa principal de la violencia contra las mujeres y la muerte por feminicidios, de miles de ellas.
Las hermanas Mirabal se han convertido en un símbolo nacional e internacional de la lucha contra la violencia de género, que invitan a los Estados a crear políticas públicas que garanticen que cada niña y cada mujer tengan una vida plena, con igualdad y libre de violencia.
En nuestro país se han logrado muchos avances en la carrera por la igualdad de género, pero los desafíos se mantienen, mas aún ente la pandemia por covid-19, que ha profundizado las brechas, por lo que se requiere el fortalecimiento de las políticas existentes e innovar para formular nuevas estrategias ante la nueva realidad.
La gran deuda sigue siendo un sistema educativo donde la igualdad sea transversal, porque estoy convencida de que educar en igualdad es la llave para la libertad, sacudirse de toda forma de discriminación y la puerta para un nuevo ejercicio de ciudadanía, como lo soñaba Minerva Mirabal.
A sesenta años de su vil asesinato, las Hermanas Mirabal, como las mariposas, alzan su vuelo más alto y nos invitan, con su ideal, a levantar nuestros brazos y organizarnos para seguir luchando contra la violencia de género y otras desigualdades.
Su legado de valentía, sororidad y compromiso está vivo en cada mujer, en cada país, en cada visión democrática que garantice libertad, seguridad e inclusión. En su honor seamos mujeres fuertes, decididas y luchadoras, construyamos una sociedad de bienestar, un país de oportunidades para todos y todas, esa es la República Dominicana que queremos, con una cultura de paz e igualdad, donde nadie se quede atrás.
Es hora de que rindamos tributo a la memoria de las Hermanas Mirabal, las Muchachas de Salcedo, apostando a una nueva forma de convivencia donde resolvamos las diferencias mediante el uso de la palabra, del diálogo y la negociación.
Gracias Patria, Minerva y María Teresa por enseñarnos con su ejemplo a luchar por la libertad. Seguiremos su camino de lucha, haciéndonos conscientes de que si tocan a una de nosotras, nos organizaremos todas y, junta, levantaremos nuestros brazos para ser más fuertes.