El  caudillismo es la fuente troncal de los más grandes abusos, atropellos e injusticias sociales. La destrucción rapaz e insensible de  los recursos del Estado, el robo descarado de  los fondos públicos, ha sido siempre el producto directo de la insaciable sed de poder.

Es la causa más profunda del saqueo y la corrupción malvada que atraviesa el cuerpo social de la Nación a todo lo largo de sus 167 años de historia republicana.

En ese contexto, la histora está llena de ejemplos de líderes cultivados en las mañas del caudillismo: Pedro Santana, Buenaventura  Baez, Francisco Ulises Hereaux (Lilis), Rafael Leonidas Trujillo, Joaquín Balaguer y ahora, Leonel Fernández. Todos afianzaron su poder en el ejercicio de un caudillismo voraz y sinestro.

El caudillo rompe, sin escrúpulos, los  valores y principios de la sociedad, los canones jurídicos establecidos,  para  satisfacer su ego, sus apetitos desmedidos de perpetuarse en el poder más allá de los límites morales, políticos, legales y constitucionales.

Es lo que explica que en este momento la Repúblca Domncana tenga dos constituciones. Una que prohibe la reelección (Artículo 124) y otra que la autoriza mediante un plebiscito (Artículo 210). Las dos constituciones son totalmente distintas, pero salieron de un sólo pacto suscrito entre Miguel Vargas Maldonado y el presidente Leonel Fernandez..

El  llamado "pacto de las corbatas azules" produjo asi ese entuerto jurídico: dos constituciones o dos maneras de leer e interpretar la constitución vigente en el capítulo referente a la reelección. Toda Constitución ordena, dispone, sin derecho a interpretación. La nuestra no. Tal como está concebida y redactada es una constitucion expresamente confusa, sujeta a una interpretacion acomodaticia,  ajustada a los intereses y conveniencias políticas del momento.

Si  conviene a los intereses de  turno, la reelección va. Si no conviene, la reelección es postergada. Conforme a esos principios acomodaticios, si Leonel Fernández quisiera postularse, todavía puede hacerlo para el 2012,  la brecha está abierta, sólo está  a merced de su voluntad política. Pero más que todo puede volver siempre: en  el 2016, en el 2020, en el 2024 hasta que sólo la vida la jubile, como pasó con Balaguer que terminó ciego y octogenario en el poder. Y quería seguir. No tenia ningún límite constitucional para reelegirse. Lo mismo pasa ahora con Hipólito Mejia y Leonel Fernandez. Fue la esencia estratégica de la  reforma, impuesta y calculada para que nadie  lo jubile en el futuro.

Es el mismo caudillismo eterno al mejor estilo de Balaguer. Y como todo "gurú" habrá que consultarle siempre, como a Balaguer en la Máximo Gómez 25, aunque no ejerciera del poder. El caudillo perfecto, que no consulta a nadie, pero a él sí hay que consultarlo,  jamás a sus "torpes" gobernados. Sólo apariencias, nunca consulta real. En realidad es a la fuerza, en base a la imposición de un liderazgo avasallante, revestido de un discurso demócrata. Porque es típico del caudillo nacional:

1)Considerarse Dios infalible 2) Pisotear la Constitución 3)Cortarle la cabeza a todo el que quiera hacerle sombras 3) Golpear con la venganza fría a sus adversarios 4)Darle rango y categoría a los mediocres  5)Utilizar el poder para avasallar a los más débiles y 5) Utilización extrema del paternalismo como herramienta para arrebatar el voto a los infelices.

Cualquier ciudadano común habría pensado, años atrás, que en un gobierno del Partido de la Liberación Domncana (PLD) esas malas mañas del caudillismo serían sentenciadas a muerte. Todo lo contrario. La nueva constitución perpetuó el caudillismo a conciencia, un producto intelectual y jurídico del Presidente Fernandez.

En vez de jubilarse para siempre, los ex-presidentes siguen hasta la eternitud, porque la nueva constitución siembró más profundamente la semilla del caudillismo. Por eso,  vemos la población corriendo detrás de los mismos políticos mañosos, sonrientes, burlándose de sus gobernados, porque la sociedad gratifica, en vez de castigar sus mismas malas mañas de siempre,  conocidas y siempre perdonadas.\

Es la ironía de la vida que esa sea la herencia política maldita de la democracia en el siglo XXI, despreciando las enseñanzas de la doctrina boschista. Porque nadie condenó más que el lider y fundador del PLD, el eterno caudillismo y reeleccionismo como herencia fatal de la historia dominicana.

Lo combatió de manera tan frontal  que en 1936, al iniciarse apenas la  dictadura de Trujillo, escribió su excelente novela La Mañosa, que es más que  todo, un retrato de los vicios, las mañas y malas práctices políticas generadas por el caudillismo a la largo de toda su historia en la sociedad dominicana, desde 1844.

Esa novela de Bosch habla de los líderes mañosos y las revoluciones montoneras en República Dominicana, el Caribe, América Latina y el resto del mundo. "Se llama La Mañosa  porque nuestras revoluciones de aquellos tiempos eran una mala maña nacional", explicó el autor. Y como dice al final uno de sus personajes, Pepe: "A mi mula pude quitar las mañas, pero a los hombres nadie se las quita" (Pag. 220).

En tal virtud, no solamente se ha negado el pensamiento filosófico de Juan Bosch en la presente administración del PLD, sino que se ha reafirmado el caudillismo histórico pisoteando los ideales filosóficos y políticos.

Empujada siempre a la violencia,  el abuso de poder y la ignorancia, la sociedad dominicana es caudillista hasta el tuétano, por su esencia y génesis histórica. Se les mantiene ciegos, sometidos al analfabetismo, para perpetuar su dominación y mantener a los votantes a los pies del caudillo de turno.

No miramos hacia los ejemplos de una democracia en franco avance como Brasil, donde Presidente 2002-2010 Ignacio Lula D’Silva gobernó 8 años,  quedó con una popularidad enorme  de un 85% y renunció a seguir en el poder, aún sin obstáculos constitucionales, y transfirió su liderazgo a su ex-ministra de economía, Dilma Rousseff,  una mujer  a quien hizo ganar unas elecciones de manera abrumadora.

Lo que necesita nuestra democracia son dos períodos de gobieno y jubilar los ex-presidentes, fuera de la política, como los presidentes en los Estados Unidos, donde la reelección del Presidente nunca produce discordia. Es una sola y nada más.

Una formula semejante hubiese sido viable en la Republica Dominicana, eliminando traumas como el caudillismo, y sus conocidas  tensiones y problemas políticos innecesarios, cada cuatro años, si Leonel Fernandez hubiese querido cortar la cabeza al tiburón. Pero eso sería emprender un proceso de liberación. Y romper esa cadena, sepultar el caudillismo y sus malas mañas, era sólo cuestión de sueños del olvidado profesor  Juan Bosch.