A las que sin haber dado a luz, son madres.
A las madres abortadas,
pero que siguen siendo madres.
A las madres, todas.

La fiesta de las madres es uno de esos feriados que no son indiferentes a nadie. Todos los dominicanos recordamos a nuestra madre, la que tenemos, la que tuvimos y ya no está. Algunos recordarán la que, a pesar de no ser su madre, actuó como si lo fuera o desearan la que nunca tuvieron. Pero también las madres recuerdan sus hijos: los que están lejos, los que estuvieron y ya no están. Algunas recuerdan los que pudieron ser, y no llegaron a ser. Están las madres realizadas en su deseo de madre. Están también las mujeres que quisieron ser madres y no pudieron, las que no quisieron y las que, habiendo podido, decidieron abortar el proceso.

Un día como hoy, dedicado a la feminidad, y a la madre en particular, podemos dedicarlo a reflexionar sobre la mujer y su lugar en la sociedad de hoy, y sobre los logros que han alcanzado. Cuentan, por ejemplo, con mejor educación, mejores empleos, etc.

Pero quedan libertades por conquistar. Por ejemplo, librar a la mujer de sus cristianas cadenas. Sí, he decidido volver con el tema del aborto, que cae de nuevo en la oscuridad del conformismo. La moral cristiana a querido venderse como los defensores de la vida, y definir los defensores de la despenalización del aborto como asesinos, hombres salvajes que matan los fetos para comérselos en alguna especie de rito de una secta satánica. Esa moral, promovida sobre todo por curas, dotados de un amor por la pureza que los lleva con demasiada frecuencia a la pederastia, lleva miles de años siendo injusta con las mujeres.

Abortar el embrión o feto no es siempre abortar a la madre. Muchos argumentos se apoyan en mujeres arrepentidas, o en madres que decidieron no abortar, contentas de su elección. La otra parte de la historia son las mujeres que debieron dejar de lado su realización profesional para consagrarse a los cuidados de sus hijos siendo ellas aún demasiado jóvenes. Están además las que abortaron, y, sin más remordimientos, pudieron construir más tarde una familia, pero con condiciones de vida distintas.

Otro argumento es que se convierta en práctica corriente. En Francia, el aborto es posible hasta la 14va semana, puede extenderse en caso de enfermedad o malformación, y se intenta disminuir la práctica del aborto a través de la prevención y la educación sexual. Aun así,  sin la carga de culpa que viene con la ilegalidad, un aborto  es una experiencia que marca a cualquier mujer más o menos sana. No sé con exactitud cuántas mujeres en el mundo ven el aborto como un objetivo, parte de su proyecto de vida, pero me arriesgo a pensar que no habrá ninguna.

La fuerza brutal del aborto alimenta la controversia. Quizás, no pretendo ser vanidoso, se me tome por un anticristo. Otro más. Juro que nunca he comido un feto en el desayuno. Tampoco hago dinero con ellos. No soy defensor del aborto.  No es una situación ideal, ni deseada, ni recomendada. Sí creo que para alguna mujer, en alguna situación, esta podría ser la mejor salida. Sólo la mujer, con su historia y su presente,  es capaz de tomar tal decisión, y ese es su derecho. Harán falta herejes y caraduras para que las mujeres consigan al fin todos los derechos que le corresponden: sobre su alma y sobre su cuerpo.