Si fuera por los correos electrónicos que a diario recibo, fuera un hombre realmente afortunado. Con dinero suficiente para competir con los Carlos Slim. En los últimos meses debo haberme ganado en loterías que no conozco y nunca juego, cientos de millones de dólares y euros. Desde la lotería de Finlandia hasta la de España y los países escandinavos, en todas, casi sin excepción, los premios gordos han sido míos. Sólo que no soy tan idiota como para intentar cobrarlos y caer en la trampa en que tantos ingenuos alrededor del mundo, movidos por la desesperación o la codicia, han quedados atrapados, con lamentables consecuencias según supongo.
La celada consiste en un rústico mensaje por e-mail felicitándote por haber sido agraciado con el premio mayor de la lotería. Te piden un número de cuenta para hacerte el depósito y cuando vienes a ver un duende te deja sin un solo centavo o te colocan un dinero sucio que luego transfieren a otra cuenta.
La trampa se da en varias modalidades. Una muy común se refiere a una supuesta herencia o las ganancias de una exitosa operación comercial en un país africano, en que te ofrecen una alta comisión, de hasta cinco millones de dólares, si concedes el número de una cuenta bancaria donde transferir ese dinero, que puede provenir del tráfico de armas o de drogas o simplemente de un contrabando de diamantes. En una ocasión, me comunicaron que había ganado otro premio, esa vez de una Lotería Junta de la Comisión (LBC), sin más detalles y en un español muy defectuoso, con la salvedad que debía cubrir algunos gastos para lo cual me pedían mi nombre completo, la dirección donde vivo, incluyendo la ciudad y el país, código postal y número de teléfono, para hacerme llegar el dinero. Un fraude descomunal del que son víctimas miles de personas cada día. Un producto del mundo virtual en que vivimos. Un mundo donde el dinero lo puede todo. ¡Feliz año nuevo a todos!