Conozco muy bien las letrinas, y no de lejos. Don Curú, mi papá, se empeñaba siempre de construir una al fondo del grande patio, como auxiliar del sanitario de la casa formal donde nací y me crie en la Juan López 4 de Pedernales, 307 kilómetros al suroeste de la capital dominicana.

Se había quedado con esa costumbre desde los primeros días de 1927 cuando su tío, el colono Benigno Pérez ¡Coñiiito!, en busca de  mejor suerte, lo cruzó en el árgana de un mulo por lo alto de la sierra del Baoruco desde Duvergé, donde el lago Enriquillo había crecido y había arruinado sus tierras de siembra. En aquellos días, eso que ahora llaman Pedernales era una sabana.

Quien no conocía ni pizca de la función de esa casita de 3 metros cuadrados, forrada de zinc sobre un hoyo protegido con madera y un cajón con un hueco en el centro para sentar las nalgas y defecar, era mi hija mayor Zoraya.

Era aún bebé cuando viajé con ella hasta el pueblo de la frontera dominico-haitiana y, al llegar, saltó de la alegría al sentirse libre en un lugar amplio y forrado de árboles frutales y vegetales y un regola sin contaminar, rica en guabinas, anguilas y camarones.

Al ver a distancia aquella casita, la niña capitalina se asombró y gritó con su voz aflautada: “¡Mira, mira, un ascensor!”.

CIEGOS A PROPÓSITO

Muchos de los que viven en las urbes sin  mirar a su periferia donde el hacinamiento abunda, desconocen las letrinas o retretes, y ni se enteran que, en cualquier lugar del territorio, miles de “hijos de Machepa” cagan a cielo abierto contaminándolo todo.

Ni hablar de las estadísticas bochornosas sobre saneamiento básicos en países en desarrollo con acentuada exclusión social  como RD. 

Maria Celeste Arrarás, la productora-conductora del televisual amarillista Al Rojo Vivo, ha sacado del anonimato las letrinas o retretes en República Dominicana, con un tuit y una serie de fotografías rebosantes de sensacionalismo  mientras despedía en el aeropuerto a su querida hija:

“Orgullosa de mi Lara que partió hacia República Dominicana en una misión humanitaria para construir letrinas en zonas rurales de ese bello país”.

Acerca de la susodicha “misión humanitaria” de la damita hermosa, se puede inferir mucho:

Que el titular anclado por su madre, la periodista, responde a su estilo amarillista que da prioridad sin reservas a la agitación del morbo en la gente para conseguir rating, por encima de lo humano. Nada nuevo que no sea “letrinas  de RD Al Rojo Vivo”.

Que lo de “misión humanitaria” no es más que un escaparate de una de tantas agencias u “organizaciones no gubernamentales” creadas para captar recursos de gobiernos con el pretexto de invertirlos en los pobres.

Que la parafernalia mediática es parte del libreto. Dicen en el pueblo que los huevos de gallina se venden más que los de pata porque ella los cacarea y la otra no. Todo lo escrito y gritado sobre el tema será parte del dossier para justificar la continuidad en la entrega de los fondos.

Que las letrinas son exclusividad nuestra y no abundan en países como Puerto Rico, donde las riquezas también se concentran en dos o tres manos mientras la pobreza extrema se come a la mayoría.

¿Y QUÉ DE ELLOS?

Pero la ironía de la periodista boricua ha dejado algo bueno que no debería perderse en la bruma del sensacionalismo mediático que ha generado la diatriba construida. Ha desenmascarado a la mayoría de los políticos dominicanos, oficialistas y de oposición. De derecha y de izquierda. Les ha enrostrado, quizás sin pretenderlo, que son AM, o sea, allante y movimiento. Puro relumbrón. Unos “vivebien”, indiferentes  ante los problemas vitales de los jodidos. Solo activos para, desde su riqueza, aprovecharse de la ignorancia de la gente y hacerle bultos con ridiculeces.

¿Cómo esconder que, al 2014, el 21 por ciento de la población (160 mil) no tenía acceso a la deposición de excretas en lugares adecuados?      

https://www.listindiario.com/la-republica/2014/7/31/331926/En-RD-solo-21-cuenta-con-redes-de-aguas-residuales.

Este país tiene suficientes recursos para que sus nueve millones de habitantes vivan con dignidad, comenzando con una casita modesta, con sanitario y provisión de agua potable.

Otra cosa fuera si cada legislador, cada político opositor, cada empresario y cada iglesia, en vez de figurear tanto en los medios de comunicación, gestionaran la construcción de cien casitas, por año, para sacar del pantano a familias empobrecidas.

No lo hacen porque les reditúa más en términos electorales el montar shows denigrantes para rifar a madres frágiles algunas estufitas, lavadoras y licuadoras cuquicá que compran con dinero sacado del erario. La ignorancia de los seres humanos es un insumo imprescindible para la manipulación.

Quítenles el argumento a la millonaria  Maria Celeste Arrarás y a su hija, la “filántropa” Lara. Comiencen a sustituir letrinas por baños y chozas por casas de bajo costo para que el país no siga pasando vergüenza. Saquen provecho a la afrenta.