Cuando este artículo vea la luz pública habrán trascurrido menos de 24 horas desde la puesta en circulación de mi estudio crítico sobre una de las obras de mayor impacto en la filosofía de la ciencia del siglo XX, La estructura de las revoluciones científicas, del filósofo e historiador de la ciencia norteamericano Thomas Samuel Kuhn (1922-1996).

Kuhn incorporó a nuestra comprensión la idea de que la ciencia es un sistema de prácticas que produce conocimientos  mas que un sistema de creencias del cual se derivan prácticas.

Mas que poseedores de un conjunto universal de reglas denominado “método científico”, los practicantes de la ciencia son partícipes de una tradición de investigación, herederos de un conjunto de compromisos y destrezas transmitidas a través de un sistema de maestro-discípulo.

Esta imagen de la ciencia contrasta con la perspectiva que concibe la ciencia como un sistema estático de conocimientos transmitida por reglas fijas y universales. Mi libro es un ejercicio de interpretación que intenta mostrar cómo Kuhn no fue coherente en su intento de ruptura con esta última vision de la ciencia, pero lo que quiero compartir con ustedes, amables lectores, es que de la teoría kuhniana de la ciencia podemos extraer dos enseñanzas importantes para la cultura académica de nuestro país.

En primer lugar, la investigación científica se aprende haciéndola. En nuestra cultura existe la creencia de que las destrezas de investigación se desarrollan realizando cursos de metodología. Estos son necesarios, pero pensar que alguien aprenderá a investigar por realizar cursos sobre investigación es como creer que alguien se hará un nadador experto asistiendo a cursos sobre como nadar.

Si no creamos un sistema capaz de incorporar a los estudiantes con intereses científicos en equipos de investigación donde ellos sean partícipes activos del quehacer propio de un proceso de investigación científica, jamás tendremos cultura científica en nuestro país.

En segundo lugar, e íntimamente relacionado con lo anterior, la ciencia es un trabajo colectivo, el producto de comunidades, no de mentes geniales que trabajan de un modo aislado. Siendo esto así, debemos crear una tradición de investigación. Esta se constituye a partir de líneas de investigación continuas, transmitidas a través de un sistema de maestría-discipulado sostenido financieramente y que luego encuentre los espacios para la comunicación de los resultados del ejercicio científico: revistas académicas, congresos, seminarios, etc.

En conclusión, las lecciones de Kuhn pueden resumirse en este enunciado: La ciencia es un quehacer, una actividad. Por tanto, se aprende ejercitándola de modo comunitario y no aprendiendo, de modo aislado, reglas rígidas de como se investiga.