Una nación de ovejas engendra un gobierno de lobos. Edward R. Murrow
“Aquí hay 80 mil instituciones y personas que tienen de esos aparatos que usted le paga y no tiene que buscar autorización de juez… Hasta yo mismo lo he hecho, he mandado a intervenir teléfonos pagando. Es un negocio. Ustedes no son de Suiza, no se hagan tanta bulla”, dijo con desparpajo hace un mes el diputado Manuel Díaz, ante las preguntas de la prensa sobre la intervención telefónica a su colega y expresidente de la Cámara de Diputados, Rubén Maldonado.
En esos días circulaba un audio de una conversación de Maldonado, en la cual declaraba molesto que si se le reducía la empleomanía, prendería fuego al Congreso. Lo que me llevó a recordar unos años atrás cuando circuló otra intervención telefónica, en la que el Dirigente Político Guido Gómez Mazara decía a su interlocutor, en un tono desenfadado, que a Miguel Vargas había que “matarlo” por no apoyar a Hipólito, concluyendo con un comentario de “vamos a ganar sin él no te apures” como restándole importancia a todo.
En ambos casos, las noticias debieron relatar el contexto ilegal de la captura de llamadas como principalía, pero no, la gente que captó y filtró el material consiguió lo deseado. Sacar del contexto un comentario apasionado, que no presentaba riesgo real a nadie, con el objetivo de denigrar a su adversario.
¿Quién puede reclamar con orgullo y propiedad todas las declaraciones que ha hecho en su intimidad? ¿Cuántas veces no hemos ofrecido destruir el mundo, sin posibilidades ni consistencia, en un fugaz momento de rabia? Si consiguieran sacarle a flote a la gente todo el lado oscuro que merodea su pensamiento y palabra ¿Quién quedaría puro e impune?
Hace unos años el comediante Bill Burr le decía a un entrevistador que si este último hacía público el 90% de sus “mensajes de textos y de teléfono y los pones en las noticias, se te acabarían los podios en los que tendría que ponerme de frente para disculparme”.
Por suerte, uno no es solo su lado oscuro, como tampoco es su intimidad ni los estados violentos que vienen y van. Uno no es nada más los pensamientos que se guarda, o las palabras que profesa ante un amigo o enemigo pero que se niega a hacerlas públicas ya que carecen de sentido para desconocidos.
Por eso también se protege la intimidad y la privacidad que se da en ese mar de contradicciones e ideas. Y si alguien viene y captura, pretendiendo reducirte a 5, 10 o 20 segundos de un exabrupto verbal nunca llegará a conocerte. Esta nota no se trata de defender a Maldonado o a Guido tanto como a la privacidad.
En el siglo XVIII, Jeremy Bentham elaboró una propuesta de cárcel en que la sensación de estar siendo vigilado desde una torre central (aún si no lo estaban) era suficiente para que los presidiarios actuaran disciplinados.
¿Acaso no tenemos razones para sentirnos vigilados? El nivel de detalle con que el Procurador enfrentó a principios de año a la jueza Miriam German Brito revela el seguimiento ilegal que se le daba. La intervención de su teléfono y la autorización judicial “errónea” (porque era el número de “un narcotraficante”) resultó una prueba atroz, que abría la posibilidad para que cualquiera de nosotros nos sintiéramos espiados.
Estos tres casos son muestra suficiente para entender que se espía al poder legislativo, se espía al Poder Judicial, como también a los adversarios políticos sin orden judicial válida, ¿Qué será del ciudadano común? El Congreso no representa ningún freno al Poder Ejecutivo o a los agentes privados que comercian en este mercado, por lo que nos encontramos en manos de la moralidad y la ética de los funcionarios o “empresarios”, para los que la tentación resulta demasiado grande. De nada parecen servir las leyes en un país donde se impone la arbitrariedad de los hombres.
En 1974, el Comité Church del Senado de EEUU presidido por Frank Church llevó a cabo investigaciones frente a los abusos de la CIA contra los ciudadanos en el marco de la guerra de Vietnam. El Comité evidenció que más de 300 mil ciudadanos norteamericanos que no tenían nada que ver con la inteligencia militar ni eran sospechosos, fueron espiados con la excusa bélica.
Hace pocos años, Edward Snowden, un funcionario de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA), confirmaría como se espía y el nivel de libertad que tienen los organismos de seguridad de EEUU a cualquier ciudadano del mundo sin necesidad de autorización y en contra de su Constitución.
Herramientas tan poderosas no pueden ser confiadas libremente al gobierno, mucho menos a los particulares. Se encargarán de espiar a los críticos, a los enemigos políticos y hasta a los amigos y parejas… Dando paso a la extorsión, al sometimiento y al menoscabo de la democracia.
Dice Snowden en una entrevista reciente dada a Joe Rogan que a “estos tipos no les importa la ley, no les importa la Constitución, a estos tipos no les importa el pueblo americano… les importa la continuidad del gobierno, les importa el Estado.” Sigue diciendo que “Muchos expertos en el tema conocen lo que sucede, pero si no las puedes probar, ¿Cómo sigues adelante?… Las circunstancias en las que probamos algo, más allá de una duda razonable, son tan pocas y raras que casi siempre viene de soplones internos…” Por fortuna, los errores a Guido, a Maldonado y a Miriam Germán, nos dieron evidencias sin necesidades de soplones de que esto pasaba.
Lamentable ha sido el rol de la secretaria jurídica del PRM en una rueda de prensa reciente. En ella hacía de público conocimiento que entregaba una lista de teléfonos de sus dirigentes al gobierno, para que los mismos no sean intervenidos. Esta actitud sumisa parece implorar al Poder Ejecutivo y el Judicial la no intervención de los teléfonos de sus dirigentes, pero abre las interrogantes ¿acaso no tenemos todos los habitantes de este país el mismo derecho? ¿Cómo hago para incluir mi número? ¿De qué nos sirve el compromiso de una Procuraduría que no genera confianza? más aún, ¿De qué sirve que cumpla cabalmente cuando aún existe todo ese mercado privado del que habla el cínico Diputado Diez?
La actitud responsable pasa por un gran pacto nacional, en el que se comprometan todos los candidatos a desmantelar estas prácticas y las “80 mil instituciones y personas” que hacen de ella un negocio. Un gran pacto por la privacidad, que inicie por revisar todas las 17,637 intervenciones dadas judicialmente entre 2017 y 2018, solicitadas por el Procurador “que más escucha”.
Dicen que una señora de apellido Powell al ver al filósofo Benjamin Franklin, a la salida de las deliberaciones secretas de la Convención Constitucional de 1787, le inquirió: “Bueno Doctor, que tenemos entonces – ¿Una República o una Monarquía?” – Sin dudar, Franklin le respondería “Una República, si puede mantenerla”.
Aquí también nos toca hoy defenderla.