Preparando una ponencia, analizo el artículo titulado “El futuro de la filosofía”, escrito hace unas décadas por uno de los grandes filósofos norteamericanos de la postguerra, John Searle (1932).

El texto fue escrito para la Royal Society y puede hallarse fácilmente en el servidor de google, tanto en su versión original en inglés, como en su traducción castellana. Se inicia con una caracterización del saber filosófico, destacando el carácter general del mismo y su peculiaridad problematizadora.

Searle destaca un hecho desconcertante para muchas personas no relacionadas con el ejercicio del filosofar: La naturaleza de las preguntas filosóficas. A diferencia de las interrogantes científicas, las cuales son muy específicas con respecto a un dominio de la realidad y se abordan con un conjunto de procedimientos empíricos para darles una solución provisional, las cuestiones de la filosofía son bastante generales y no se abordan con estos procedimientos, sino mediante el ejercicio de la razón.

Interrogantes filosóficas son: ¿cuál es la relación entre la mente y el cerebro? ¿Cómo se relaciona el lenguaje con el mundo? ¿Qué es la verdad? ¿Existe la libertad? ¿Está el universo determinado? ¿Qué es la justicia? ¿Cómo podemos organizar más racionalmente nuestra sociedad? Y muchas otras preguntas como estas, las cuales abordan temáticas generales que constituyen los fundamentos de la experiencia humana.

De ahí, la importancia de abordarlas. A pesar de que no encontraremos una solución definitiva a estos problemas, nos definimos a nosotros mismos en las respuestas implícitas o explícitas que demos a las mismas.

Muchas de las interrogantes filosóficas pasarán a ser científicas, en la medida en que se van delimitando y abordando con los procedimientos científicos. En muchos casos, dichas cuestiones posibilitarán el nacimiento de una nueva disciplina científica.

Y con el nacimiento de una ciencia, surge una nueva rama de la filosofía, porque cada práctica disciplinar genera disciplinas filosóficas con sus respectivas interrogantes. Así, la física generó la filosofía de la física, la biología produjo la filosofía de la biología, las ciencias sociales dieron lugar la filosofía de las ciencias sociales, etc.

Searle aborda en su artículo lo que, desde su perspectiva, son los futuros problemas filosóficos con los que lidiaremos en el futuro a partir de una serie de disciplinas científicas. Aunque escrito hace años, mantiene vigencia, porque otra de las características de los problemas filosóficos es que no perecen, pues son constitutivos de la experiencia humana, no importa la época y la cultura. Aunque esto sí, no lo olvidemos, se reformulan una y otra vez, a partir de nuestra evolución biológica, nuestro contexto cultural y el desarrollo de nuestro conocimiento del mundo.